Sobre lógica e identidad

Por Luistovar


En un anterior ensayo llamado "El principio de identidad" expuse la idea (anticipada en la nota titulada "Lógica") de que la lógica - los principios básicos de la lógica - nos proporcionaba el fundamento material de la ética. Y que en general la ética no es más que la corrección de nuestra conducta según la lógica. Tanto en los comentarios y mensajes que recibí posteriormente a ambos artículos, así como en debates y conversaciones privadas, pude apreciar que los argumentos que presentaba no eran fácilmente comprendidos. Por lo que, antes de seguir desarrollando un razonamiento a partir de los axiomas presentados, voy a seguir incidiendo en las ideas básicas de la teoría que defiendo. 
Hace 2500 años que Parménides expuso teóricamente la base primordial de la lógica - logos - y lo hizo como contenido. Es decir, los principios básicos de la lógica nos revelaban por sí mismos la naturaleza de la propia existencia. Su explicación se limitaba al ámbito ontológico, es decir, a la existencia misma como tal - el ser - y demostraba de manera irrefutable que la existencia es increada, inmutable y eterna. Nadie ha podido refutarle desde entonces ,y mientras la lógica no cambie, y no puede cambiar, sus argumentos son irrefutables.
Ciertamente, la lógica se puede aplicar al ámbito del conocimiento mismo - la epistemología - y precisamente ahí radica el éxito de la ciencia. La ciencia es una forma determinada de conocimiento que se basa rigurosamente en la lógica y en los hechos, en oposición a la explicación mitológica (argumentos basados en la imaginación, la fantasía, los deseos personales). La ciencia ha tenido éxito a la hora de conocer y predecir los acontecimientos naturales por la simple razón de que ha fundamentado en los principios de la lógica y los hechos empíricos. Aparte, claro, de las matemáticas. Pero las matemáticas no son más que un lenguaje para representar cuantificacionalmente el mundo. Las matemáticas sí son una pura herramienta.
Lo que propongo, en defnitiva, dentro ya del contexto moral, es que también la lógica, como contenido, se puede aplicar a la ética. La ética consiste esencialmente en respetar la lógica en sí misma mediante nuestra conducta. Principios éticos como la coherencia, la responsabilidad, el respeto por la persona, la igualdad, y otros conceptos morales, están puramente basados en la lógica. No puede ser de otro modo. Es necesario según la lógica. Si la lógica es inherente a la existencia y al pensamiento, carece de sentido lógico que propongamos que la moral no debe estar enteramente supeditada a la lógica, a los principios y categorías lógicas, y su aplicación en nuestra conducta. 
He comprobado que este punto resulta muy difícil de entender para la mayoría de la gente. Estamos todos acostumbrados a utilizar la lógica como un mero instrumento, que nos cuesta verla como un ámbito de conocimiento que tiene su propio valor. Del mismo modo que mucha gente no puede asimilar que los demás animales no son herramientas, sino que ellos tienen su propia personalidad, tienen voluntad e intereses. Tienen un valor intrínseco, por encima de cualquier valor instrumental que les podamos otorgar. Simplemente hay personas que no lo entienden o no lo pueden asumir. Lo mismo ocurre con la lógica. No es más que otro caso en el que varios milenios de inercia nos impiden literalmente cuestionar o derribar nuestros prejuicios adquiridos.
Cuando William K. Clifford alegaba que nuestras creencias para ser moralmente aceptables debían estar siempre basadas en la evidencia comprobable, y lo postulaba como un deber ético, no estaba haciendo otra cosa que aplicar la lógica en sí misma. Cuando William James le replicaba que las creencias que resultan útiles o satisfactorias también deben ser consideradas como válidas, no estaba haciendo otra cosa que rechazar la lógica en favor del predominio de las emociones o del beneficio particular de cada uno.
Si este razonamiento que aquí planteo es correcto, entonces resulta evidente que todas las demás supuestas teorías éticas se basan en arbitrariedades. Por muy consistentes que pudieran ser en su coherencia interna, si no se basan sus fundamentos en la lógica, deben ser racionalmente rechazadas. Puede haber algunas teorías como la kantiana que se basa en el respeto por la persona. Pero su concepto de persona es erróneo. Hay teorías como el utilitarismo que recogen algún aspecto de la sintiencia (como es el dolor y el placer) pero aplican un reduccionismo hedonista que no se justifica en base a las evidencias que tenemos sobre la sintiencia. Todas ellas en general están repletas de errores y dogmas, porque todas son meros reflejos de prejuicios o intereses creados. 
Quizás el punto más controvertido en esta explicación es la noción de identidad. Especialmente he aquí la mayor dificultad, según parece, por lo tanto expondré concisamente qué es la identidad y por qué respetar el principio lógico de identidad implica y equivale a respetar a la persona, es decir, al ser que en sí posee (o, mejor dicho, el ser que es) identidad. La lógica convierte en necesario que respetamos a todos los seres que se identifican a sí mismos. Sobre este punto es importante aclarar dos cosas:
  • Los seres con identidad no son todos los seres - todos los entes o existentes. Éste es el primer error en el que más fácilmente se puede incurrir. Los entes de la existencia, todos los seres que existen, en tanto que existentes se limitan a existir. Las cosas son. La existencia no es identidad. Pero, preguntaréis, ¿acaso cada cosa no es ella misma y no otra cosa? Por supuesto. Pero ese hecho es la existencia, no la identidad. La identidad solamente ocurre cuando nosotros además de existir tomamos conciencia de que existimos, a través primeramente de las sensaciones. Y tomamos conciencia de que otros seres también existen - aplicando el principio de identidad que  hay en nuestro pensamiento. Esta reflexividad (no limitarnos a existir, sino a saber que existimos) es lo que llamamos identidad (A=A) en su nivel más básico. Es la conciencia primaria que explican los neurocientíficos.

  • La identidad personal, o identidad psicológica, es la encarnación biológica del principio de identidad. Y aparece con la conciencia. Y la conciencia a su vez aparece con la capacidad de sentir. Cuando alguien siente tiene que sentir que es él quien siente, y no otro. Una sensación impersonal o en el vacío es un absoluto imposible. El yo o la subjetividad aparece con la sensación. Y ahí radica la conciencia primaria de todo organismo sintiente. Este hecho se puede representar de manera lógica mediante la expresión A=A. Por lo tanto, si la identidad se refleja en dos aspectos: lógico (logos) y biológico, ambos deben ser considerados de manera equivalente. Haciendo uso del propio principio de identidad. Es decir, si un razonamiento formal es correcto al respetar el principio lógico de identidad, un razonamiento moral será correcto en tanto que respete el principio psicológico de identidad. 

Hay un detalle que me parece que está ayudando a crear cierta confusión sobre estos punto y que reside en el hecho del sentido del término "lógica". Porque cuando hablo de lógica me refiero tanto a aquello que tradicionalmente se ha denominado logos - la estructura esencial del universo - como a la disciplina formal del razonamiento (basada en los principios de identidad, no-contradicción, tercio excluso, razón suficiente). Cuando hablo del principio de identidad me refiero al logos pero también al principio de identidad en la lógica formal. La noción de identidad forma parte del pensamiento como concepto básico, pero también se refiere a la conciencia, de nosotros mismos y de lo que nos ocurre, que tenemos cada uno de los seres que podemos sentir. 
El "logos", por supuesto, no se refiere a nada transcendental o metafísico. Es la estructura esencial de la existencia. El universo tiene un entramado formal y eso es a lo que llamamos logos. De hecho, el reconocimiento del logos marca la diferencia con el pensamiento mítico o mágico, al reconocer que el universo no se rige por el azar o el capricho sino por leyes y constantes presentes en todos los fenómenos. Su presencia no es más ni menos enigmática que la propia presencia del universo, ni tiene nada de particularmente misterioso. 
No estoy seguro de si algo de esto ayuda a aclarar la noción de identidad, o se limita a ser una repetición de lo ya dicho en otras notas. En todo caso, terminaré desarrollando de nuevo, en sus términos básicos, el pensamiento central de lo que sería una fundamentación lógica de la moral:
Si todos aceptamos que la lógica determina la corrección de nuestro pensamiento y todo razonamiento es correcto precisamente porque se ajusta a la lógica, tendremos que concluir, ateniéndonos a la lógica, que el razonamiento moral está sujeto al mismo criterio. Por lo tanto la moral debe basarse en el principio de identidad. La ética es básicamente el respeto por la identidad. Ya sea identidad formal o identidad psicológica, esto es, los seres sintientes. Los seres que son conscientes de sí mismos. Por supuesto, la ética tiene también otros aspectos basados en el resto de categorías lógica: la igualdad, la coherencia, la responsabilidad,.. Que también son igual de importantes. 
La ética es el ámbito de conocimiento que nos muestra lo que debemos hacer. Creo que en este punto casi todo el mundo razonable estaría de acuerdo. La moral es un código de normas que establecen lo que sí está bien hacer o lo que no está bien hacer. No hay ninguna teoría que intente hacerse pasar por ética que no acepte este planteamiento básico.
Según el filósofo James Rachels, la definición mínima de ética sería la siguiente:
‎"La concepción mínima [de la moral] puede enunciarse ahora muy brevemente: la moral es, como mínimo, el esfuerzo de guiar nuestra conducta por razones (esto es, hacer aquello para lo que hay las mejores razones) al tiempo que damos igual peso a los intereses de cada persona que será afectada por loque hagamos."

La única diferencia entre ciencia y ética es el ámbito de aplicación y la finalidad. El fundamento y el método es exactamente el mismo: la razón. La ciencia pretende conocer el mundo natural con el fin de beneficiarnos, ya sea mediante la prevención o el control. Por otra parte, la ética pretende establecer nuestra guía de conducta en base a la razón. La razón es una postura ante la existencia fundamentada en la lógica y los hechos empíricos comprobables.
Desde una perspectiva racional, la moral parte de unos postulados básicos, aceptados como un absoluto por los individuos racionales y lo suficientemente inteligentes, y de ellos se puede deducir el resto de proposiciones morales. De esta manera, la moral se parece más a la ciencia, que sigue el mismo procedimiento para construir sus modelos de explicación, y no a los gustos o tradiciones, que se basan únicamente en preferencias individuales, que pueden ser meramente arbitrarias o circunstanciales.
El hecho de que no se haya deducido toda la moral no es un argumento en contra de esta postura, como tampoco lo es contra la ciencia el que no haya explicado toda la realidad. Y el hecho de que haya individuos que no acepten los preceptos morales no es distinto del hecho de que haya individuos que no acepten las conclusiones de la ciencia.
La manera de conciliar el supuesto conflicto entre “ser” y “deber ser” es aceptar la existencia de normas morales definidas por determinados axiomas (o deducidos a partir de ellos). Estos axiomas son las leyes básicas de la lógica, más específicamente la ley de identidad (A=A). Es el principio de identidad lo que determina todo. Es lo que determina en qué consiste la ética, qué seres son moralmente relevantes y por qué, y qué tipo de consideración y protección moral deben tener
Si la identidad consiste básicamente en la consciencia de nosotros mismos, diferenciándonos así del resto de elementos y seres de la existencia, entonces el fenómenos de la consciencia es formulable de acuerdo con el principio de identidad (A=A). La identidad en sí misma no reside en nuestras características particulares, (ya que lo mismo da decir "A=A" que "E=E"), sino que la identidad es precisamente en ese acto en el que un ser se hace referencia a sí mismo, como individuo, en diferenciación al medio que lo rodea. Esto es lo peculiar de la sensación y que origina el fenómeno de la subjetividad. Ser consciente es ser ´alguien´ consciente de ´algo´. Un estado de consciencia sin sujeto, sin alguien que sea consciente, es un absurdo.
Además, el hecho de ser sintiente - de ser alguien - implica en sí mismo el deseo innato de conservar y proteger la propia existencia contra lo que la amenaza o perjudica (enfermedades, agresiones,...) y a favor de lo que la mantiene y favorece (alimento, refugio,...). La sintiencia ha surgido como un mecanismo evolutivo para lograr que el organismo animal se mantenga con vida.
En conclusión, ésta es, en síntesis, la conexión entre el principio de identidad y la sintiencia. Y la conexión entre el principio de identidad y el interés básico en conservar la existencia: el deseo de vivir. Es por esto que siendo la lógica el fundamento de la ética racional, la ley de identidad nos muestra que: 1) son los seres sintientes quienes merecen ser incluidos dentro de la consideración moral; 2) que la consideración moral consiste en respetar y proteger (de nuestra injerencia como agentes morales) el interés fundamental de cada individuo en conservar, y desarrollar, su propia existencia.
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