Sobre los nombres de los grupos parlamentarios

Publicado el 21 julio 2016 por Vigilis @vigilis
Esto puede sonar extraño pero al nadar en el peligroso océano de las palabras-fetiche no deja de tener su importancia. La gente concede poderes mágicos a las palabras y cuando no se profundiza la apariencia es lo único que cuenta. Especialmente en el ámbito político juzgamos a un libro por sus tapas. La apariencia, la imagen, la estética, los ritos que acompañan a los grupos humanos son lo que define a los grupos y no su actuación o su verdadero discurso. Por ello se debe juzgar críticamente su apariencia.

El nombre de un grupo parlamentario es una etiqueta tras la que se agrupan diputados por su afinidad partidista. Los grupos sirven para organizar la actividad de una cámara: tiempos del debate, puestos en comisiones, etc. En realidad lo que más importa a los partidos son las subvenciones públicas que reciben al formar grupo y según el número de escaños del grupo. Poco problema hay en ello: si los partidos políticos no recibieran subvenciones la actividad política sería más reducida y menos representativa con las disfunciones que ello conlleva.
El problema aquí no es la subvención (aunque podríamos discutir sobre si grupos políticos que persiguen la desaparición del estado deben recibir dinero del estado (el debate sería si se debe permitir que se presenten a elecciones)), sino el nombre de los grupos. Tal vez pueda parecer cuestión baladí, poco importa el color del coche si el coche arranca, pero con una realidad formada por innumerables cuestiones baladíes, al final del día no deja de tener su importancia.
Y me refiero en concreto a los nombres de los grupos que incluyen gentilicios. Esta perniciosa costumbre que afecta negativamente a la calidad del debate público tiene su origen en las Cortes Constituyentes que a su vez buscaban sus referencias en los grupos de las cortes republicanas ("Minoría Vasco-Navarra" en 1931, grupo del PNV y carlistas). El problema de decir Grupo Parlamentario Catalán y Grupo Parlamentario Vasco es que el Congreso no es una cámara de representación territorial. Además si el grupo catalán está formado por un partido y hay más partidos que se presentaron en las provincias de esa región, empieza a operar en las mentes débiles la relación entre ese partido y esa región, pasando el resto de diputados de esa región a no ser exactamente de esa región.

Puede que en Coruscant este sea un detalle sin importancia, una concesión a la estética, una tradición inocente, pero en el Borde Exterior de la galaxia donde la lucha por el significado de as palabras es constante este tipo de "inocentes concesiones" son derrotas para los leales. Tradicionalmente la política en la capital trata con las minorías exteriores ninguneando a las mayorías leales de esos mismos lugares y eso es un error. Dar por seguro el apoyo de tu aliado para contentar a quien nunca va a estar contento es una tradición política en España... que jamás funcionó.
El problema de los grupos excluyentes es que su actividad política no se centra contra una idea nebulosa de España sino por la preeminencia de su discurso en su región de origen. El centro de su actividad es la creación de barreras invisibles entre los ciudadanos, la creación de un nosotros y un ellos. El problema, insisto, es que ese "ellos" no está a cientos de kilómetros, sino en las mismas calles de esa región. Que en la capital se hagan alegres concesiones por muy inocentes o baladíes que puedan parecer es una derrota para los leales.
Grupo Vasco o Grupo Catalán son concesiones gratuitas que se pueden parar de forma sencilla pero no se paran. Y mientras tanto, quienes hacen apología de la diferencia engordan esa subrepticia identificación entre su grupo político y la región en la que se presentan. Así por ejemplo tenemos copados los días de exaltación provinciana (¿por qué existen días nacionales autonómicos?) por grupos nacionalistas que actúan imponiendo su exclusión, instrumentalizando símbolos, reescribiendo la historia y extendiendo el odio hacia quienes creen distintos.
Una cosa es reconocer la pluralidad (en España tenemos varias lenguas y educación universal, con lo que hace falta cuadrar las cosas) y otra muy distinta que este reconocimiento sólo vaya en una dirección: en la dirección de extremar la diferencia y aceptar veladamente que los excluyentes tienen razón.

La mayor resistencia contra el nacionalismo excluyente no la hace el ministerio del Interior ni los partidos de la selección de fútbol sino la gente de las provincias que tienen un problema de convivencia que se niegan a aceptar el discurso de odio. Y se niegan a aceptar el discurso de odio pese a no recibir ni las gracias desde la capital. Si el nacionalismo excluyente triunfa no será por mérito propio sino por demérito de quien tiene la obligación de que no triunfe.
Un aforismo dice que hay que tener a los amigos cerca pero a los enemigos aún más. En nuestro caso a los amigos hay que tenerlos vigilados las 24 horas. Ahí está el PP de Galicia tan gracioso llamando "españolista" a Beiras por presentarse con Izquierda Unida, exactamente el mismo insulto que le lanzaba el BNG. O la votación del parlamento balear sobre la modificación de la Ley de Función Pública en la que el PP balear se abstiene diciendo "Nosotros no votaremos ni a favor ni en contra; nos abstendremos. Lo que demuestra que el PP es el grupo más centrado", pese a que tres meses antes habían votado en contra de esa ley que pasaba a considerar requisito el concimiento del catalán para los celadores de las residencias de ancianos (¿?). Por cierto, nótese en la palabra "centrado" cómo lo que está en el centro no está realmente en el centro.
Decía Al Pacino en una película que los partidos se ganan pulgada a pulgada, creo que en el PP no han visto la película. Bueno, en realidad ya poco importa lo que haga el PP. Al PP le gusta mucho hablar de los intereses generales del país pero creo que eso es un eufemismo porque parece que sólo miran por ellos. Menos mal que ya hay alternativa.