Sobre NaNoWriMo y pimientos. O la importancia de ponerse retos.

Por Sutherland

Estamos en noviembre y para un escritor, noviembre es sinónimo de NaNoWriMo. Para mí, en cambio, es mes de cosechar pimientos y preparar cultivos de invierno. Lo importante, sin embargo, lo que subyace en el fondo de estas dos iniciativas en apariencia tan dispares es un mismo objetivo: ponerse retos.

NaNoWriMo es una iniciativa que me encanta: miles de escritores en el mundo participan con el fin de escribir una novela de 50.000 palabras en un mes. Se lanza la carrera un minuto después de la medianoche, el 1 de noviembre y finaliza el 30. Escribir, escribir, escribir, de eso se trata. Producir diariamente una mínimo de 1.600 palabras, llueva, truene o caigan piedras. Subir diariamente a la web de la organización el número de palabras escritas y utilizar la energía de un proyecto común para vencer el mayor desafío de todo escritor: enfrentarse a ese espacio en el que solo estás tú y una página o una pantalla en blanco, y nada más.

Nunca he tomado parte en ella, pero me encanta el concepto. Muchas veces me lo he propuesto, pero supongo que después de tantos años escribiendo a diario hay una parte de mí -la que disfruta como una enana de los desafíos- que prefiere dedicar ese tiempo a otras cosas que sí supongan un reto.

Ahora que lo pienso, seguro que fue ella la que se sacó de la manga la idea de “inventar tiempo” para dedicarlo a otra de sus grandes pasiones; la horticultura. Así que mientras muchos de mis colegas escritores se pelan los dedos produciendo palabras como locos en la apasionante NaNoWriMo, ¿qué hace Patricia? Cosecha pimientos. (Vale, puedes desternillarte a gusto :P)

Y lo digo muy en serio.

Los pimientos de Patricia.

Me apasiona escribir y soy una adicta al trabajo. Desde que la escritura se ha convertido en mi trabajo principal, me he encontrado con un gran obstáculo: encontrar el equilibrio para dar cabida en mi vida a esas otras cosas que también son importantes para mí. Imagino que esto te resulta familiar. Todos, de alguna manera, hacemos malabares para sacar adelante familia, trabajo, estudios o intereses personales en una época en que todo tiene un carácter de inmediatez que nuestros padres o abuelos no vivieron.

Pero es importante hacerlo, encontrar una forma de alimentar todo lo que somos, no solo un aspecto. No solo a la madre, a la esposa, a la trabajadora…

Así que a principios de este año, me dije que deseaba poder volver a meter las manos en la tierra, liberar tiempo para dedicarlo a la horticultura y además, darle a mi huerto balcón una bitácora donde tener el gusto (y también la obligación, para no dormirme en los laureles, ya sabes) de ir recogiendo lo que hacía mes a mes: mis experimentos, nuevos cultivos, nuevas técnicas e imágenes para poder verlo en perspectiva. Ese ha sido mi gran reto de 2015: soltar el teclado y, sin sentirme culpable, disfrutar de otra de mis pasiones.

En ello estoy y, si te digo la verdad, creo que es la tercera mejor decisión que he tomado en mi vida. Cada día que vuelvo a guardar la pala y me quito los guantes, siento… Es una mezcla de sentimientos: felicidad, realización y poder. Mucho poder personal. Ponerse un reto, desafiarse a uno mismo en algo que para uno es importante, es una decisión poderosa: requiere valor para planteársela y determinación para llevarla adelante, ambas son, esencialmente, poder en estado puro.

Y aquí está la “prueba del delito”, la bitácora de mi huerto balcón:

Mi balcón comestible

¿Y tú, te has puesto algún reto este año? Cuenta, cuenta… Ya sabes que los locos no queremos ser los únicos locos ;)


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