Revista Psicología

Sobre pantallas, juegos y … ¿adultos?

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
Sobre pantallas, juegos y … ¿adultos? Sobre pantallas, juegos

En el presente trabajo no voy a atacar a las pantallas, tampoco las voy a defender. Solo son un medio para hablar de otra cosa. Lo que me motiva a escribir estas líneas es realizar una breve reseña o análisis sobre la posición de los adultos en relación a la infancia y el juego.

En nuestra vida diaria, estamos atravesados, inundados y reflejados por pantallas. Celulares, tablets, Pc, televisores. Todas las formas posibles, que usted lector ya conoce. Estas nos muestran un mundo al alcance de la mano. Un mundo digital (¿solo digital?) que cada vez toma más presencia en nuestra cotidianeidad.

Junto a este creciente consumo, aparecen las recomendaciones de las diferentes disciplinas (incluida la psicología) que advierten sobre el uso indebido de las pantallas en los niños. Es decir, nos alertan sobre los peligros que conllevan la exposición constante y desmedida de los niños frente a los dispositivos.

Listas, recomendaciones, tips y consejos (formas iguales de decirnos qué hacer) avalados por estudios científicos hacen su aparición en innumerables medios de comunicación, revistas de divulgación y espacios de formación profesional, ¿esto está mal? No, además no es mi intención cuestionar la rigurosidad de estos estudios u opiniones de voces autorizadas en el tema. Con los que por momentos puedo coincidir.

Sin embargo, en el consultorio y otros espacios de trabajo, aparecen otras cosas, se presentan detalles que hacen la diferencia. Donde el "consejo" de profesional que solo orienta al "uso correcto" de las pantallas

Una fotografía

Propongo la siguiente viñeta para abrir la discusión:

En un museo para niños, todos los elementos están disponibles para jugar con ellos y son de tamaño real (Si de tamaño real). En este hay un colectivo, también en tamaño real, donde los visitantes pueden subirse y recorrerlo. Tras realizar la espera correspondiente (porque había otros niños) una niña se toma posición del asiento del conductor. Su emoción es notable, se percibe a la distancia. El adulto que la acompañaba, en este caso su padre, se coloca por fuera para fotografiarla con su celular. Al menos 10 fotos en diferentes posiciones iluminaron su rostro ¿el de quién, me sigo preguntando? Entonces la niña se dispuso a JUGAR. Tomó el volante, los pedales, puso los cambios, prendió las luces y tocó bocina. Su emoción aumentó y propuso al padre: - ¡vení, subite! que te cobro el boleto!. Es decir, una invitación clara a JUGAR. El padre seguía del otro lado del vidrio (del parabrisas y del celular) sacando fotos y filmando. Luego sin sacar su mirada del teléfono, este levanta el dedo pulgar y dice: - ¡buenísimo! ¡Ahora vamos a otro! La niña seguía llamando al padre desde su asiento, insistiendo para que él juegue con ella, participe, tome boleto, se suba al colectivo. Pero el padre ya estaba lejos, mirando el teléfono y sonriendo.

¿Se puede hacer teoría de una viñeta? Claramente no. Tampoco es mi intención. Pero me dispararon una serie de preguntas.

No me preocupa tanto la cara de desilusión de la niña, al bajarse del colectivo y correr tras el padre, para alcanzarlo. Sino qué marca produjo en ella esta experiencia.

¿Qué quedó expresado como versión de lo que es jugar? ¿Cuál es el lugar del niño? ¿y el del adulto? ¿ para qué jugar? ¿Qué importancia tiene?

Función del juego

Si como dice Alba Flesler, al jugar, el niño se desmarca del Otro, hace más allá de él. ¿Qué ocurre cuando no se puede jugar? ¿Cuándo la mirada del Otro está capturada en un lugar - otro-?

Los analistas de niños estamos frente a una cruda tarea: hacer lugar, alojar el juego de los niños, donde un decir diferente se hará presente, siempre que nuestra propuesta sea alojando la falta, propiciándola.

Si al jugar, se inscribe una pérdida, la del lugar de objeto de goce del Otro ¿Qué pasa cuando el Otro no está dispuesto a ponerse en juego? No digo que esa operación no suceda, pero al menos, no será de lo más fácil.

Me quedé pensando en los peligros de las pantallas, ¿Para quién son estos peligros? Mi respuesta es que claramente son para los niños. Pero no solamente porque sean ellos los que quedan atrapados allí, (en juegos monótonos y alienantes, etc) sino porque (y principalmente) quedan allí atrapados los adultos, quienes sancionan lo que es jugar y lo que no lo es, quienes quitan sus cuerpos, sus miradas y sus palabras, inhabilitando así, que los niños jueguen.

¿No será que necesitamos entre-tener a los pibes con un estímulo luminoso, porque sino, debemos poner el cuerpo, la imaginación y nuestro tiempo a su disposición?

Considero que esta esa una pregunta posible al rol del adulto. La infancia como pregunta insistente, que no cesa de formularse, frente al rol del adulto, des-conociendo su angustia de castración.

Pensar la infancia como el lugar desde el cual se hace pregunta al adulto. Pregunta imposible, pregunta sin respuesta. Pregunta que no reclama respuesta, sino interlocutor que la aloje, para hacer con ella, para falsearla, para jugar.


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