Únicamente, quienes escriben con "rock and roll" triunfan en "la cultura de lo inútil"
Hace años recibí un correo electrónico de un lector. Un correo que todavía conservo en las vitrinas de mi memoria. Decía este lector de las tierras extremeñas, en referencia a mi forma de escribir, que: "o cambiaba el estilo de escribir o mi blog, El Rincón de la Crítica, no pasaría del primer año de vida". Entre sus razones destacaba que muchos artistas, a lo largo de la historia, han fracaso o incluso se han suicidado, no porque fuesen malos en el arte de su oficio, sino porque eran incomprendidos por los coetáneos de su tiempo. A renglón seguido, decía este crítico de mi blog, que en España lo que vendía era una literatura al estilo de Reverte. Una literatura, decía, que utilizase el lenguaje de la calle. Un lenguaje llano como el que habla el señor de la taberna o el cuñado de Manolo. Solamente, quienes escriben con "rock and roll" triunfan en "la cultura de lo inútil". Apostar por la "no ficción" – decía este señor – era tiempo perdido, sobre todo en un país donde los lectores de ensayo son una clara minoría y los intelectuales son vistos como bichos incómodos en las junglas del sistema.
Al leer el correo de mi lector recordé un fragmento que leí en el libro de Garzón. En el capítulo I de "El hombre que veía amanecer", Baltasar cuenta a Pilar Urbano su paso por la política. En un pasaje, el exjuez reflexiona sobre la hipocresía de los políticos y las miserias que esconden en el seno de los partidos. Decía Baltasar que durante su campaña electoral: "vi y oí a políticos que a sí mismo se tomaban muy en serio pero se reían de la gente, menospreciaban a los que asistían a los mítines". Tanto es así, decía Garzón, que un compañero de partido, a las puertas de un mitin, le adiestró en el arte mitinero. Este fue su consejo: "Ésos – en referencia a los militantes y simpatizantes – no tienen ni zorra idea de lo que es la separación de poderes, Baltasar, no le metas ese rollo. Tú pega cuatro gritos contra Aznar y verás como les va la marcha. Tú diles que Felipe es cojonudo y notarás cómo se calientan. Tu suelta una burrada bien gorda y oirás la ovación que te llevas". Concluye Garzón con la siguiente reflexión: "En los mítines se iba a tocar la víscera. ¿Mensaje inteligente?, ¡cero! Demagogia, discurso fácil, manipulación de las masas. El ciudadano tratado como un imbécil".
Al leer el correo del lector recordé un fragmento que leí en el libro de Garzón
Tanto los consejos que le dio el "político" a Garzón, como las recomendaciones de mi lector, invitan a la crítica a reflexionar sobre la cultura que creamos. El mensaje positivo de todo este desaguisado es que sabemos, o al menos somos conscientes, de lo que gusta y no gusta a la gente. Si lo que deseamos es que nos lean y ser escritores de "renombre" es conveniente que colguemos los "intelectualismos" y nos convirtamos en “animales mitineros". Si, por el contrario, lo que buscamos es ser escritores libres, plurales e independientes, entonces, amigos míos, pagaremos el precio de ser "bichos raros" e "idiotas incomprendidos". De las dos opciones: "animales mitineros" o "idiotas incomprendidos", siempre tuve claro cuál era mi camino. Desde que comencé con el blog opté por el segundo. Decidí no convertirme en un escritor populista al estilo de Revilla. Decidí escribir, únicamente, como mecanismo de protesta contra todo aquello que me molestaba -y molesta-. El crítico, como ustedes saben bien, es silenciado por los tentáculos del sistema. Tanto es así, que a día de hoy, recibo insultos a diario de lectores y lectoras intolerantes con los renglones de mis escritos. Lectores, les decía, que se sienten defraudados porque no escribo lo que quieren leer. Lectores que aún no se han dado cuenta que si escribiera para ellos, me convertiría en un rehén de sus pensamientos.
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