Sobre populismo y dignidad

Publicado el 09 enero 2021 por Abel Ros

Un tema que imparto a mis alumnos, de Valores Éticos, es "la dignidad". Para explicar el concepto, suelo comenzar el tema con la siguiente pregunta: "¿qué producto tiene menos valor en el mercado: las manzanas o los diamantes?" Por unanimidad, la clase suele responder "las manzanas". Y responden "las manzanas" atendiendo a la Ley de la Demanda. La abundancia de un producto infravalora su precio en el mercado. Los diamantes escasean. Y esa escasez hace que, en la subasta de su adquisición, suba el precio de los mismos. Las personas, si estuviéramos en venta, tendríamos más valor que los diamantes. Y lo tendríamos porque somos únicas e irrepetibles. Esa autenticidad que nos distingue de los otros tiene un valor. Y ese valor es la dignidad. Una dignidad que necesita ser defendida ante las posibles invasiones de los demás. Invasiones que vulneran nuestra integridad.

El populismo, sea de izquierdas o de derechas, atenta contra la dignidad. Y atenta porque fomenta actitudes xenófobas y racistas. Estas actitudes son edificadas mediante los ladrillos del lenguaje político. Este lenguaje construye relatos, en ocasiones pseudológicos, para conseguir fidelidades ideológicas. Estas fidelidades están elaboradas, a su vez, con falacias, bulos, fake news y demás retórica barata. Son fidelidades creadas con argumentos tóxicos y, en su mayoría, carentes de sentido. La xenofobia - por ejemplo - se convierte en admisible. Y se admite a pesar de ser un atentado, en toda regla, contra la dignidad. Esta admisión revierte los códigos éticos de ciertos sectores sociales. Tanto es así que la xenofobia se contempla, e institucionaliza, como buena. Y se contempla así porque el inmigrante es percibido como una amenaza para el bienestar de "los nuestras". Una "amenaza" que pone en riesgo el estatus social. Y una "amenza" que insufla malestar en ciertos grupos de la sociedad.

La actitud xenófoba - fomentada desde arriba y aplaudida desde abajo - se transmite y contagia a través del lenguaje. Un lenguaje que canaliza los sentimientos de odio y repulsa a través de la palabra. El inmigrante se percibe como aquel que viene a "robar el trabajo". Como aquel que viene a "consumir sanidad pública con el sudor de nuestros impuestos". Como aquel que viene a "alterar las calles de nuestros pueblos". Como aquel que viene a "educar a los suyos". Como aquel que viene a "escalar en lo social y desescalar a los de dentro". Esta temeridad transciende lo personal y enarbola lo patriótico. Tanto que deslegitima a los partidos, asociaciones y fundaciones que fomentan la integración social. Y tanto que criminaliza a las instituciones jurídicas que defienden la dignidad como garantía constitucional. De tal modo que la actitud xenófoba se convierte en un volcán en erupción. Un volcán que enfrenta a los códigos éticos de una nación. Un volcán que extiende su lava por los cimientos del Estado de Derecho. Y un volcán que destruye la dignidad.

Por Abel Ros, el 9 enero 2021

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