Por Diego Arévalo
Domingo. Noche. Plaza de Barranco. En una banca del parque. Algarabía total alrededor. Lejana, escapándose de algún restaurante, la suave voz de Gal Costa cantando Wave.
Enamorados del cine otra vez gracias a Roma; de muy buen humor al terminar de ver Green Book. Vimos Roma el viernes por la noche y, al salir de la sala, le dimos una vuelta completa al Golf sin saber por qué, pensativos; Green Book la vimos hoy y la calurosa tarde dominguera se diluyó rápido entre risa y risa. La pantalla grande es la verdadera experiencia para Roma; Netflix es la plataforma ideal para Green book. Cleo necesita de la sociedad y de la mirada de Cuarón para existir; la certeza de que Tony 'Lip' podría pararse delante de la cámara como un comediante, tipo stand up, y hacer la película él solo. Roma no tiene música de fondo; Green Book te chantajea con ella cada vez que puede. Roma no dirige tu pensamiento; Green Book sí. Roma contiene los vacíos necesarios para que nuestro mundo interior se confunda en las imágenes y dialoguemos sin abrir la boca; Green Book se parecería demasiado a muchas otras películas si no fuera por Viggo Mortensen y Mahershala Ali. Roma es una obra de arte; Green Book una buena película de entretenimiento.
La comparación de ambas películas no persigue segundas ni terceras intenciones. Ambas no tienen nada que ver entre sí. Solo da la casualidad que las vimos consecutivamente en pantalla grande (dos días de diferencia).
Green Book. El vulgo y el genio.
No pierdo el tiempo reescribiendo la sinopsis. Sinopsis hay por todos lados. Hay que ir al grano. Siempre. Y lo mejor que puedo decir sin desmerecerla es que es un cague de risa. De verdad. Todo en la película funciona, pero ya hemos visto esta historia miles de veces, al menos su chantaje emocional, y se presta para ir a verla con la mejor compañía, salir de la sala satisfechos por el final feliz, caminar del brazo por las plazas y seguir disfrutando del resto del día masticando un helado o unos ricos picarones. Si quieren otra clase de información puedo agregar que sus influencias -Scorsese, Capra, Allen- están extraordinariamente aplicadas, pero lo mejor y el 90% de la película es Mortensen. ¿Están de malas y quieren ponerse de buenas? ¿Problemas con la pareja? ¿La tarde se está pasando demasiado lenta? Vayan a ver a Mortensen y el que se ríe pierde. Van a perder.
Recuerdo al vulgar de Tony emocionarse con la destreza del Doc al piano. Es fascinante como ciertos actores, a través del mínimo gesto, construyen espejos de nuestras almas. Recuerdo la indignación de Tony porque el Doc no reconoce a Aretha Franklin o Little Richard, es decir, a los suyos. "Nosotros jamás pondríamos un vaso de wisky sobre el piano", dice el Doc. Tony, cansado de verlo siempre ensimismado y distraído le dice: "Mire Doc, si estás trabajando, trabaja; si estás comiendo, come; si estás riéndo, ríe", manifestando una sabiduría que el Doc en sus exquisitos modales no tiene. Y lo que más me gusto fue ver al Doc dictarle las cartas de amor que Tony tiene que escribirle a su esposa, hasta entonces sumamente triviales, sin una pizca de romanticismo. Más adelante Tony aprenderá a hacerlo a su manera: "Querida Dolores, tu rostro me hace recordar a una casa. Una casa llena de luces y con una familia donde todos son felices".
Roma. Imitación de la vida.
La vida misma capturada por el ojo de cristal. Cómo explicar mi desdoblamiento en el mutismo de Cleo, en la desesperación e histeria de la esposa abandonada, en el juego y violencia de los niños, en la felicidad del padre con la nueva amante, en las canalladas de Fermín, en el gasfitero que pasa, en las pelotas de hule que venden en las calles, en la magnífica fiesta en la casa de campo, en la segregación de los otros durante la misma; en el amor por Fellini, Bergman, Tarkovski, Renoir y tantos otros directores que no sabría nombrar. ¿Cómo hacerlo cuando el agua en sus múltiples facetas expresada ha inundado el último tercio del amor que nos queda? ¿Cómo se comenta sobre eso? Cómo se escribe cuándo no se es especialista y sólo nos interesa lo que ocurre dentro del encuadre y no la vida del director, ni el contexto social, ni la técnica. ¿Cómo se llega al corazón de las imágenes? Recuerdos que se entreveran con los míos, imágenes que me devuelven a mi infancia, que me hacen reproducir nuevamente mis propias fotografías sonoras extraviadas para siempre. Eso y secuencias cinematográficas que nunca antes había visto en mi vida. Un gran mural mexicano.
Hoy estuve en la playa y al ver y ver el mar recordé a Cleo (en la gran escena, cuando Cleo atraviesa el mar embravecido, antes de llegar a rescatar a los niños, me dieron ganas de llorar sí sé por qué), vi un avión y también la recordé y, mientras calentaba antes de entrar al mar, la imité haciendo aquella posición zen imposible en el descampado. Un amigo que estaba al costado me dijo: "Cleo fue la única que pudo hacerla, ¿sabes por qué? Porque esa es la posición de la paz. Por eso los matones y el resto personas no pueden hacerlo; así como tú tampoco".
Contemplar Roma me conmocionó. Con la fuerte sensación de que cualquier comentario que se quisiera agregar será siempre vulgar, como agregarle un verso a un poema perfecto. Green Book me dejó tan de buen humor que hasta me dieron ganas de escribir algo, lo que sea, mientras juego a devolverle la pelota a un niño que no tiene con quien jugar.