No muy distinta de la de otros hombres de letras renacentistas debió ser la formación de san Juan. Su etapa universitaria le marcó el sendero de la filosofía y la teología.
En la Biblia supo encontrar la misma inspiración transformadora que encontrara Petrarca antes que él, y a la vez, fue la tabla de náufrago que lo salvó en mil ocasiones de la herejía. Fue su punto de cordura en el delirio y su norte sereno cuando su discurso se transformaba en laberinto intransitable.
Gozó con la dulzura del verso petrarquista, con la sonora voz de Garcilaso o Nemoroso y con la sabiduría secreta de Fray Luis. Y escuchó –y los hizo suyos– los cantos de la gente sencilla como él, porque en la simplicidad de su palabra encontró la pureza de la expresión del corazón.
En san Juan conviven todas estas realidades literarias por igual. Y todas ellas confluyen hacia el mismo centro. Para san Juan no existe nada vacío de sentido, todo transformaba la permeabilidad de su alma y en todo halló un camino despejado hacia la trascendencia.
Aunque su formación no distara mucho de las de los hombres de su tiempo, su personalísima voz y su forma de construir lo convierten en un producto atípico, atemporal y aislado. San Juan parece un romántico iluminado en un mundo de hormas petrarquistas. Quizá como ningún otro encontró una vena alucinante que lo conectaba con lo más profundo y elevado de sus entrañas.
San Juan fue un alquimista de la palabra, de sus significantes y sus sentidos, y de la tradición y la sabiduría antigua. En su laboratorio poético convivían por igual las imágenes recobradas de sus experiencias extáticas de meditación, la naturaleza, recreada y recreadora que condujo sus pasos entre los versos del Cántico, el magisterio platónico y el neoplatonismo antiguo y renacentista, las palabras inflamadas de la charla cotidiana con Teresa o con Ana.
Todo eso supo, como nadie, transformarlo en el discurso sereno de su corazón. En san Juan, Platón no suena a Platón, suena a san Juan, Garcilaso parece un creacionismo, las coplas de labranza son coplas de huerto o de caverna, y la Biblia rezuma a texto nuevo de grata reescritura.
Espero que os haya gustado este texto escrito por mi esposa, con tanto amor y tanta sabiduría. Le doy las gracias a ella por permitirme publicar parte de su tesina y a vosotros, por leerlo y comentarlo. Os deseo lo mejor. Que Dios os bendiga y hasta la próxima.