Sobre Sanchos y Quijotes

Publicado el 29 abril 2013 por Abel Ros

Después de quinientos días, con Rajoy al frente de la Moncloa, seguimos en el kilómetro cero de los tiempos socialistas


ientras Rajoy anuncia paciencia y perseverancia en las tierras de Granada, en el país de la bota: dos "carabineri" resultan heridos por los tiros de Luigi Preiti  -un parado desesperado y con problemas familiares-  a las puertas del Chigi. Es precisamente este contraste entre los mensajes tranquilizadores de las tribunas políticas y la evidencia empírica de las angustias civiles; el que invita al crítico del Rincón  a reflexionar sobre el descontento social con las reglas de Rousseau. Con más de la mitad de la población joven en paro y con las cifras más altas de desempleo en la historia de la EPA, el presidente que nos gobierna adolece de los mismos espejismos que en su día afectaron a los ojos de Zapatero. Dice el optimista de la Moncloa que: "hoy estamos mejor que hace un año". Estamos, dice Rajoy, "caminando por la senda de la recuperación" y "contra todas las predicciones internacionales" al "año que viene – concluye – se creará empleo".

Después de un año de la Reforma Laboral, los árboles de Báñez no han dado los frutos deseados en la ansiada primavera. El abaratamiento del despido y la creación del "Contrato Indefinido para el Emprendimiento", no han servido para enderezar las curvas trimestrales del INE. A día de hoy, seguimos siendo la bandera de Europa en destrucción de empleo. Cada día que pasa, la cola de los parados inmunda de rostros apagados las esquinas del INEM. Mientras EEUU y Japón van saliendo airosos de la quema, en este país: los soplos merkelianos impiden a nuestros bomberos apagar los fuegos avivados por los troncos escondidos. Es la carrera inútil entre el galgo y la liebre – en palabras de Valenzuela – la que impide a la Hispania de Rajoy ver los gigantes del Quijote con los ojos de Rocinante. Las políticas de recortes y la pérdida de un modelo productivo basado en los ladrillos, son los ingredientes malolientes que hacen de nuestro caldo el peor de los cocidos.

Mientras no cambiemos los recortes por estímulos y retengamos en nuestros muros al talento que formamos, seguiremos erre que erre por una senda de espinas alejada de los prados visualizados por el líder de la derecha.

Según Javier: "estamos entrando en la segunda recta del gobierno de Rajoy. Ahora toca – decía esta mañana Arenas en la COPE - la ejecución de su programa". Son precisamente estas palabras, extraídas de las frustraciones andaluzas, las que sitúan al Ejecutivo presente en la misma quijotización que Sancho sufrió en la obra de Saavedra. Mientras la troika y el FMI – los Sanchos de la baraja- auguran tempestad en el fondo del horizonte. Rajoy – el Quijote de la Moncloa – visualiza en las imperfecciones de su pueblo a la bella Dulcinea. Las palabras de su mensaje a las puertas de Granada reproducen los mismos anhelos de Panza cuando empuñó el cetro de la Barataria. El contraste entre: las palabras del hidalgo y las realidades de su pueblo, invitan a la Crítica a solicitar cordura en el discurso de sus élites. Mientras no lo consigamos – decía esta madrugada, el búho de la rama – estaremos leyendo las mismas letras y comas que siglos atrás decodificaron los coetáneos de Lepanto.

Después de quinientos días al frente de la Moncloa, seguimos en el kilómetro cero de los tiempos socialistas. La bajada de la Prima de Riesgo no justifica – en palabras de la Crítica – el ¡España va bien! entonado por la Derecha. En días como hoy, como diría Juan Ramón en la España roja de Zapatero, el llamamiento a la paciencia por parte de Rajoy suena en los oídos de la calle como un mensaje desesperante proveniente de un político de segunda sujeto a las órdenes alemanas. Cuando una sociedad pierde la paciencia por el descrédito de sus gobernantes se activan mecanismos de defensa para expulsar por cauces informales la frustración contenida. Son precisamente, los episodios de suicidios y las situaciones dantescas como las acontecidas en Roma las que otorgan la razón al sociólogo francés en la obra del "Suicidio". Mientras el gobierno que nos representa vea el horizonte con los ojos del Quijote, los Sanchos de su pueblo seguiremos padeciendo los relinches doloridos del famélico Rocinante.  

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