Sobre sueños...

Por Lapaisajista

“En mi trabajo diario hay que tener mucha inspiración. Considero que el paisajismo es un arte, y me encanta poder dedicarme a algo que me apasiona tanto. Pero no siempre fue así.
He tenido que luchar mucho contra todo tipo de adversidades, y saltar muchos obstáculos para poder ir detrás de lo que deseaba y quería hacer.
No es una profesión muy conocida y mucho menos valorada. No lo es en España y tampoco en Brasil, donde empecé hace ya 16 años. Pero desistir de un sueño sin luchar nunca ha sido parte de mis planes. Esta característica ni siquiera está en mi carácter. Mi genética no me permitiría jamás que dejara de perseguir mis sueños. Está en mi sangre, en mi familia: los Briones.
Sobre el año de 1962 llegaron mis abuelos a Brasil. Salieron en tren desde Madrid a Barcelona y allí cogieron un barco con destino a la tierra tropical donde nací yo. Mi padre, que en aquella época tenía 5 años, me cuenta que lloró todo el camino. No quería dejar España, que vivía una crisis bastante peor que la actual, tengo entendido. Ésto motivó a mis abuelos a marcharse en busca de nuevos horizontes. A seguir luchando, pero con nuevas posibilidades. Cogieron sus tres hijos y dejaron atrás la tan amada patria.
Pero el principio de la nueva vida no fue fácil. A decir verdad, fue realmente complicado. Un timo en el puerto de Santos hizo que se quedasen sin el poco dinero que llevaban y estuvieron viviendo durante un tiempo de ayudas de aquí y allí. Tuvieron que empezar de cero.
Mi abuela, Rosalía Briones, fue la más valiente. Con un tablero se puso a vender ajo en un mercadillo. Y de los ajos pasó al perejil. Luego “ampliando el negocio” se buscó un tablero más grande, y con el beneficio de los ajos empezó a vender otras cosas, chorizos, longanizas, aceitunas… siguió ampliando hasta tener todo un puesto de charcutería.
Los hijos tuvieron que ayudar a costa de abandonar los estudios. La vida de mis abuelos y mi padre se resumía en montar y desmontar el puesto e ir de un mercadillo a otro. Mucho trabajo, mucho sudor, mucha ilusión y ganas de vencer. Habían creado su pequeño imperio. Del puesto han pasado a un mercado, y luego a una tienda, que con los años han llegado a ser varias.
Yo crecí en este ambiente. De luchadores. Con una familia que no se dejaba abatir por nada. Esta fue mi educación, y los cuentos que me contaba mi abuela nunca se desarrollaban en castillos o en mundos de fantasía. Pero si en su tan amada España. En la rosaleda del Retiro, en los jardines de Aranjuez, o en los del colegio de monjas donde estudió. En los arboles que subía, para poder mirar más lejos.
Tanto oír hablar de España no me dejó lugar a dudas. Tenía que venir a conocer este sitio. Visitar cada rincón tan amado por esta increíble mujer. Cuando vine lo entendí todo. De repente tenía sentido que aquellos ojos verdes se llenaran de lágrimas cuando hablaba de sus vivencias en tierras castellanas.
Esta fuerza y pasión tan presentes en mi sangre, fueron el gran empujón a dedicarme a algo que casi todos a mi alrededor decían que era una tontería. ¿Ser paisajista? Vaya carrera más depreciada. En todo un curso con 80 alumnos estudiando ingeniería Agrónoma, solamente yo quería dedicarme a esto. Desde un principio y pese a todas las objeciones que me planteaban. Familiares, amigos, novio… todos me decían que mejor buscase otra cosa.
Pero mi padre y mis abuelos no. Siempre me han apoyado. Y este fue el combustible. Crucé el charco. Uní mi pasión al deseo de revivir historias en todos aquellos sitios tan anhelados por mi abuela.
Aquí eché raíces. Luché con ganas y lo hago cada día. Al principio para superar la “desconfianza”: una brasileña queriendo alcanzar el éxito en una tierra extraña y con una profesión tan poco apreciada… puede sonar raro, ¿no?
¿Pero quién ha dicho lo de coger el toro por los cuernos? Lo cojo cada vez que hace falta, y lo miro a los ojos. No me va a frenar. Porque en esta vida hay que tener valor. Los sueños no se cumplen solos. Hay que buscarlos y hacerlos realidad creando posibilidades para esto.
Con ilusión, motivación, una buena sonrisa y siempre, siempre recordando de donde hemos venido, con gratitud por cada día y por los objetivos cumplidos.
Apreciar las cosas pequeñas es la mejor manera de ser feliz.
Hay un dicho en mi tierra que explica que no hay que cazar a las mariposas. Hay que crear un jardín y estar tranquilo, porque ya vendrán a visitarte. Yo he plantado mi jardín, y vivo rodeada de mariposas.”
Monique Briones