Sobre una supuesta “Especie” en vía de extinción.

Publicado el 02 agosto 2010 por Zeuxis
Avatares del libro, la lectura y el lector.
"Para cada individuo existe una selección especial de los libros que le son afines y comprensibles, queridos y valiosos”[1]
Herman Hesse.

Resulta ineludible y lo qué es más impresionante hoy en día, urgente, que al hablar del tema de la lectura, los libros, los lectores, la incitación al leer o como suelen denominarlo los estadistas y conocedores de la industria editorial: “el mercado del libro”, tengamos que priorizar ciertos interrogantes, casi siempre, que tienen que ver con el deterioro de la memoria, el olvido, la indiferencia, la importancia y la utilidad que en nuestro siglo, de supuestamente globalización, puede seguir teniendo el hecho de fomentar lectores y sujetos amantes de los libros.
Hay una gran angustia y necesidad por parte de escritores, gobernantes, profesores y personas apasionadas por el libro. Sin embargo estos sujetos, la más de las veces, atiborrados de incertidumbre y escepticismo, en un intento desesperado por fomentar la lectura, lo que resultan fomentado en las defensas por el objeto de su pasión trasmitidas a través de apologías, estudios críticos y demás elucubraciones retóricas, es la exposición escueta y trágica de lo que sus propios temores proyectan: la muerte del libro.
Cada vez que se hace una feria del libro, sea en nuestro país o en cualquier otro, industrializado o no, primer mundista o tercer mundista, se revela, con increíble tasa de de aumento, el dossier de los cuidadores y salvadores de la extinción (imaginada o pronosticada) de una de las especies más antiguas de la memoria: El libro.
El pregón que realiza Saramago[2] en la feria del librode Granada no dista mucho del discurso pronunciado por Joseph Brodsky[3] en la Feria del libro de Turín o de las no menos conocidas disertaciones que en cada feria del libro de Medellín hacen nuestros poetas Juan Manuel Roca, Federico Díaz Granados, Mario Rivero, entre tantos otros cultores y precursores de los reconocidos movimientos de lectura en nuestro país.
Esta situación que se repite en cada rincón del planeta, en cada feria, en cada encuentro y cenáculo construido alrededor de la providencia de la lectura ha colmado nuestra historia contemporánea con citas demasiado similares como para poder considerarlas hijas de un solo autor. Ya Paul Valery confesaba con humildad y genialidad que “todos los autores somos un solo autor”.
He aquí una categoría básica de la emergencia que ha producido la extinción del libro: ha dado para la publicación de más libros, de más textos, de más letras, de más y más lectores y escritores.
Lo que Saramago se cuestiona en Granada con varios interrogantes tales, cómo:
¿Se está haciendo todo lo que se puede para promocionar la lectura?
¿La escuela enseña a amar el libro?
¿La escuela enseña a entender lo que está en un libro?
Se encuentran así mismo en los fatigosos estudios del erudito mexicano Carlos Monsiváis; en los del Historiador colombiano Jorge Orlando Melo[4]; y en los ensayos de la novelista norteamericana Susan Sontang[5].
Y es que lo que preocupa a estos escritores es algo que va más allá del placer que produce leer. El ilustrado escritor venezolano Fernando Báez, hoy en día con reconocida trayectoria cultural, demuestra que “Para saber lo que importan los libros, basta decir que en 56 túneles de las montañas Chiltan en la comunidad islámica de Quetta, en Pakistán, un grupo de sirvientes se desvive hoy por custodiar un camposanto con 70.000 bolsas que resguardan ejemplares dañados del Corán. Estos depósitos son llamados Jabal-E-Noor-Ul-Quran”[6].
Que existan cementerios de libros, que denominemos a ciertos libros como sagrados y que llamemos a otros: “joyas de la inmortalidad”, es la mejor forma para determinar que los libros son parte incuestionable de nuestra evolución y que además hacen parte integral de las necesidades humanas.
Saramago , idealista, dice que “la lectura es una devoción, una pasión, un amor”, Ospina por su lado un tanto más humanista, nos refiere que “leer siempre equivale a leernos”, Monsivais por su lado, panteísta, afirma: “Gracias a la lectura, cada persona se multiplica a lo largo del día” y Juan Luís Mejía, didáctico, promueve una linda sentencia: “Uno se hace lector la noche del asombro”.
No se trata de que el libro esté llegando a su fin, el bosquejo de Monsivais es extravagante y exagerado:
el avasallamiento de las industrias culturales de Norteamérica,
Internet
El lector se considera cada vez más representante de los lectores, debido al proceso que a todos, en algún nivel, nos vuelve emblemáticos de lo global.
Las industrias editoriales, por fuerza, tienden a integrarse a grandes holdings, y el gran mérito de las editoriales pequeñas es y será convertir su resistencia en una alternativa institucional.
Se unifican de modo constante las visiones educativas y se globaliza el proceso de la enseñanza superior.
El universo de la imagen, la iconosfera, desplaza en la vida colectiva al universo del libro.
Estos y los demás ítems a los que recurre son sólo variables arbitrarias que el estudioso realiza para exagerar un problema que tiene su fuente más en el carácter educativo que en el carácter civil y globalizado.
Por ejemplo, Juan Luis Mejía en su ensayo lo demuestra, nuestra nación ha sido un lugar de censura para la libertad del libro y en esa medida no se ha educado para leer. No es culpa de agentes externos sino de nosotros mismos que no hemos sido capaces de transgredir ciertas variables de la historia las que nos mantienen analfabetos todavía.
Si en lugar del 2%[7] que generalmente se presupuesta para las bibliotecas en las universidades se lograra un monto mayor con didácticas proyectadas a la estimación de los libros y la lectura; sin en lugar de realizar el fomento de campañas de lectura con afiches y folletos se obsequiaran kits de libros a cada familia de estratos menos favorecidos, se podría ya comenzar a lograra un cambio rotundo a nuestra incapacidad de enseñar a leer.
Si de veras intentamos generarnos un criterio propio sobre las problemáticas que afectan al libro, la lectura y todo lo concerniente a este, denominémoslo: “espacio cultural”, tendríamos que admitir que el punto centrífugo de la discusión se ajusta a los inconvenientes y contrariedades que afectan la educación y la crianza.
“Muy poco se consigue si se quiere obligar a la lectura a las personas o a las comunidades”, asevera Monsiváis y no se equivoca y más aún en un mundo dónde todavía el libro no es un objeto globalizado, donde la lectura no es un objeto global, refiriéndonos al tema con mayor flexibilidad, podemos lanzar una conjetura aún más temeraria: leer es un acto local y más aún: íntimo.
Los lindes de la lectura hasta ahora están comenzado a ser sobrepasados. Todavía existen muchas comunidades donde las obras más universales son un tema desconocido, aun hay tribus donde la televisión y el celular son objetos más conocidos que un libro y aun subsisten comunidades triviales donde la carencia de la escritura es abominablemente duradera.
Ahora, para darle mayor comprensión a una idea tan excéntrica, el libro no es un objeto global ya que lo que allí se busca promocionar no es un evento todavía común en el mundo entero, la lectura es un evento netamente individual que promociona grandes emociones grupales, inmensas manifestaciones históricas y comunica demasiados saberes e intereses comunes pero no es todavía un acto que sea ordinariamente reconocido por cada ser humano en el planeta.
Recordemos la frase de Ospina: “A los libros se llega por el camino de la tentación, de la seducción”, en un mundo globalizado donde el Internet, la televisión por cable y los sistemas digitales hacen posible la globalización de muchas cosas, la lectura resiste todavía a ser un mero producto de la masa.
Esto no quiere decir que dicha resistencia conlleve a una extinción. Por el contrario. Lo que posibilita es algo más grande que la extinción o la globalización, la lectura y el libro posibilitan el acercamiento siempre íntimo con lo universal.
La gran proliferación de lecturas e hipertextos dados por la herramienta digital no debe preocuparnos, el libro siempre existirá. El libro más que un objeto se convierte en una parte insoslayable de nuestro destino, todo libro sentenció Fernando Gonzáles Ochoa, “debería caber en el bolsillo”[8]. Por que un libro, el Libro, es en definitiva una gran parte visceral de nuestra existencia.
Por eso lo más que podemos decir, es que el libro, la lectura, ese ámbito misterioso repleto de placer jamás dejará de existir y que las acciones coyunturales a ese acto como: “leer en voz alta o en voz baja, de pie o sentado, o en cuclillas o tendido en un sofá o cama, de día o de noche, acompañado o solo, - nada de eso será factor determinante de su desaparición-. Si se lee bien y si el libro es excelente, lo demás queda justificado”[9]
El verdadero lector, el “hedónico lector”[10] como alguna vez se denominó así mismo Borges, jamás se extinguirá porque, para finalizar y no dejar dudas, como lo dijo Roberto Bolaño. “Uno nunca termina de leer, aunque los libros se acaben”[11] si es que eso, es posible.
[1] Citado en el ensayo “Leer y no leer” Fernando Báez. Mérida (Venezuela) junio de 1989
[2] Cada vez que se haga citación de los autores: Saramago, Juan Luís Mejía, Ospina y Monsiváis, debe tenerse en cuenta que esta bibliografía se sostiene en las fotocopias proporcionadas como fuentes para el ensayo por parte del seminario y que los comentarios citados se encuentran en dichos folios.
[3] “Como leer un libro”. Joseph Brodsky, revista el mal pensante número 50
[4] “Mensaje de error: la educación superior y las bibliotecas”. Jorge Orlando Melo. Revista el mal pensante, Número32
[5] “escribir” Susan Sontag. Revista el mal pensante. Número 30
[6] “Leer y no leer” Fernando Báez. Mérida (Venezuela) junio de 1989
[7] “Mensaje de error: la educación superior y las bibliotecas”. Jorge Orlando Melo. Revista el mal pensante, Número32
[8] “Libro de los viajes y de las presencias”. Fernando Gonzáles Ochoa. Bedout. 1969.
[9] “Leer y no leer” Fernando Báez. Mérida (Venezuela) junio de 1989
[10] Obras completas. Jorge Luis Borges. Emecé. 1978
[11] Roberto Bolaño, Putas asesinas, Anagrama