Que la vida solo tiene una salida es cosa sabida. Que el
tiempo al tiempo que pasa más arrasa, también es conocido.
Lo bonito sería que, aún con este conocimiento terrible,
tuviéramos el valor de asumir que la vida puede ser hermosa, pues tan solo se
trata de querer lo que se tiene, de amar a quien te ama, de ser la misma
persona vestido de Prada que en pijama.
Saber, aunque sea menos sabido, que oropel significa cosa de
poco valor y mucha apariencia, que no existen ni dios ni el demonio, pero sí el
arte y la ciencia, no disculpa nuestra vileza en el subterfugio del refugio de
ser humanos, pues de la indecencia de nuestro comportamiento no nos salva que
seamos todos hermanos.
Qué bueno sería que, en lugar de adorar a los seres que
abarcan la riqueza del mundo de manera inmunda en sus manos, quisiéramos ser
nosotros y descubrirnos dentro de nosotros mismos esas miles de tareas que, por
no mirarnos, dejamos de realizar y darnos cuenta de que cada uno, dando a los demás
lo mejor de sí, es más feliz.
Que la vida nos trae y nos lleva, es cosa verdadera, como
cierto también es saber que el tiempo, si no se llena, más que vida es condena.
Autora del texto: Marta Pantiga