Comprendo asimismo que los sociatas, e incluso los socialistas de bien, que los hay, entren en pánico ante el riesgo de que un partido como Vox, que no se rinde al groupthink, a la corrección política o al revisionismo histórico –por poner sólo algunos ejemplos–, pueda ejercer una considerable influencia en la sociedad española de la próxima década, en el sentido de defender –o incluso impulsar– a ese peligroso enemigo del socialismo cultural que es el pensamiento crítico.
¡Y cómo no voy a comprender al millón de potenciales opositores que ahora mismo se frotan las manos esperando fiar su futuro laboral a alguna de esas treinta mil nuevas plazas funcionariales que el irresponsable chuleta de La Moncloa, cual magnánimo Rey Mago arrojando caramelos a la chiquillada, nos ha regalado -con nuestros impuestos- para que lo votemos! ¿Quién no desea hacer realidad ese sueño tan español, esa aspiración tan siglo XX –curiosamente, tan franquista– que es vivir con el mínimo esfuerzo hasta jubilarse por el único mérito de haber aprobado un examen un día, varias décadas atrás? Claro que sí: yo también soy funcionario.
Del mismo modo comprendo que a los dos millones y medio de trabajadores a quienes beneficia el desmedido incremento del salario mínimo en 2019 les entre el canguis sólo de pensar que “las derechas” puedan revertir tal medida, y se apresuren a votar a “la PSOE” el 28-A para apuntalar ese inesperado maná cortesía de Narciso Sánchez Bello; a costa, eso sí, del descalabro económico de miles de empresas y del deterioro en las cifras de empleo; pero el que venga detrás que arree.
Finalmente, comprendo a esa incontable copia de personas que viven en España de la sopa boba clientelar izquierdista, sopa cocinada con generosas e injustificadas subvenciones públicas y diez mil observatorios, oenegés, talleres y demás inventos, cuyos ingresos podrían verse mermados o cercenados si Sánchez perdiese el cetro.
Todo eso comprendo y más porque muy humano es el egoísmo y nada de lo humano me es ajeno, como dijo aquél.
Pero en verdad, en verdad os digo que cuando el imponderable daño económico que nos acarreará ese falsario malgastador de fondos ajenos empiece no ya a destruir empresas, sino a fustigar y sofocar, más pronto que tarde, a base de paro e impuestos, a las economías domésticas españolas, incluyendo –nadie lo dude– ésas beneficiadas por el desparrame presupuestario sanchista: los del salario mínimo incrementado, los treinta mil nuevos funcionarios, el millón restante de opositores que no aprobaron y ahora se lamentan; cuando la desbocada deuda pública hipoteque el futuro de nuestros descendientes y éstos nos maldigan hasta la quinta generación; cuando indulten a los rebeldes del 1-O y campen por el territorio nacional los secesionismos más montaraces e insolidarios que quepa imaginar y alcancen nuevos máximos de intolerancia, odio y agresividad; cuando Cataluña se anexione sus “paísos” y Vasconia se anexione Navarra por la Transitoria Cuarta; cuando el hembrismo rampante e histérico haya permeado todos los hogares y castrado, física o mentalmente, hasta el último de los varones; cuando el paisaje intelectual haya sido dallado por la guadaña del marxismo cultural –que no es sino fascismo– y, bajo pena de cárcel, se prohíba expresar e incluso pensar libremente nada que no sean los dogmas de su catecismo totalitario; cuando pueda impunemente cualquier fulano abrirnos la cabeza no ya por usar tirantes con la bandera rojigualda, sino tal vez por no lucir una ikurriña o una estelada; cuando la irrelevancia internacional de España haya alcanzado mínimos históricos y tengamos, por vergüenza, que callar nuestra nacionalidad al viajar al extranjero para que no se nos rían en las barbas…
Cuando todo este apoteósico estropicio que digo, más el que me callo, nos sea inflijido por el gobernante más fatuo, frívolo y dañino de nuestra reciente historia, entonces, votantes del PSOE, entonces sobre vuestras conciencias caerá el no haberlo evitado cuando pudísteis. Amén.