En las paredes de esta casa encontramos una retahíla de temas que confluyen en el proceso de creación. Pero no por mucho abarcar se aprieta menos. El cineasta exprime con maestría múltiples asuntos con distintas lecturas. Los límites de la ética por alcanzar una satisfacción. El cazador cazado. Ácidas criticas al concepto de nuevo arte. A ese fingimiento intelectual tan reconocible. Juicios al sistema educativo actual. Radiografías de las relaciones familiares a las que tanto nos tiene acostumbrados su director. Un abanico de asuntos perfectamente identificados, superpuestos y sin que en ningún momento se hagan sombra.
La trama se centra en la relación entre un amargado maestro, que ve el futuro poblado de bárbaros y su pupilo, un joven introvertido con grandes aptitudes para la literatura. Un vínculo en el que nunca se terminan de completar sus identidades. Ese nexo enseguida se convertirá en un peligroso juego de roles donde salen a relucir fantasmas del pasado pero también un futuro desconcertante para ambos.
(Continuará)
Lo mejor: su sutileza para embaucar al espectador. La cantidad de lecturas al poema de su protagonista "Ni siquiera la lluvia baila descalza"
Lo peor: que su etiqueta de "cine de autor" la impida llegar a un público
mayoritario.