Se perciben síntomas de descomposición en las filas del socialismo español: nervios y miedo a que se conozca la verdad económica en Castilla la Mancha, dimisiones en Andalucía, enfrentamientos internos, etc..
Por culpa de sus errores y abusos, en especial por haber colocado al frente del partido y del gobierno a un inepto sin control como Zapatero, el PSOE deberá padecer una dura travesía del desierto, disminuido y relegado a la oposición, sin dinero para seguir comprando voluntades y apoyos, sin poder compensar a sus militantes con cargos y sin capacidad de "pagar" los votos y adhesiones, como ha hecho hasta ahora.
La actual crisis sorprende al PSOE en un momento difícil. El "Zapaterismo", que es básicamente una estructura clientelar pragmática que pone el dinero público al servicio del partido, ha acabado con la ideología transformando al PSOE, que antes era un partido de militancia, en un partido que reparte beneficios.
La gran incognita, después del batacazo electoral del 22 de mayo de 2011, en el que los socialistas perdieron el control de miles de puestos de trabajo y de más de 30.000 millones de euros de presupuesto público, es saber si el nuevo partido, sin ideología y acostumbrado a disfrutar del poder y de sus privilegios, es capaz de sobrevivir en la escasez que conlleva la oposición, en la que muchos miles de colocados perderán su empleo y el partido será incapaz de mantenerlos.
El PSOE, en la etapa de Zapatero, era como una gran empresa en la que entraban todos los ávidos de riqueza y de dividendos, sin que importaran demasiado la ideología y los principios. El Zapaterismo, convertido en un gran contenedor dominado por los intereses, acogió a grandes empresarios, banqueros, conglomerados mediáticos, intelectuales, periodistas, actores, artistas, gays, lesbianas, feministas, ecologistas, sindicalistas, movimientos ciudadanos de distinto pelaje y otros muchos colectivos y entidades, todos ellos ávidos de cargos públicos, dinero fácil y negocios con el poder.
Muchos creemos que, después del Zapaterismo, es inevitable una refundación del socialismo, convertido hoy en un partido acostumbrado a administrar el poder y la abundancia, incapaz de resistir la escasez y el sacrificio.
El primer paso para esa refundación debe ser la desaparición del Zapaterismo y su condena pública. Sólo después de esa medida, que connlleva expiación y catarsis, será posible refundar el PSOE y convertirlo de nuevo en un partido de militantes esforzados, idealistas y con más hambre de servicio que de cargos públicos.
La enfermedad que ha acabado con el socialismo español es el clientelismo, desarrollado magistralmente en Andalucía y Extremadura por dos líderes socialistas ya gastados y superados: Manuel Chaves y Rodríguez Ibarra, este último retirado de la primera fila. Zapatero, fascinado por lo que los socialistas andaluces y extremeños habían logrado, cerrando toda posibilidad de victoria a la derecha en esas dos autonomías, perfeccionó el sistema y lo convirtió en un sofisticado programa que, según sus propias palabras, convertiría al PSOE en un partido invencible, una vez alcanzado el poder.
El Zapaterismo no fue otra cosa que la conversión del clientelismo en política de partido y de gobierno. La tesis de partida que sirvio a Zapatero para alcanzar el poder en el partido fue una simple ecuación matemática que demostraba que, con el abundante dinero público que entonces tenía España, era posible ganarse a colectivos determinados y crear una inmensa red clientelar que agregara dos millones de votos más a la base de votante fieles del socalismo español, lo que garantizaba la hegemonía del socialismo por tres o cuatro legislaturas, como mínimo.
De ese modo, una vez alcanzado el poder en 2004, el gobierno de Zapatero empezó a utilizar el dinero público para aislar al PP, comprar voluntades y votos, ganarse la voluntad del nacionalismo extremo y conquistar, a base de dinero y favores, grupos y sectores estratégicos como los grandes empresarios, los grandes grupos mediáticos, los periodistas destacados, los gays, las lesbianas, los intelectuales, los artistas y actores, el movimiento ecologista, el movimiento ciudadano y otros muchos.
Las elecciones del 2008, ganadas por Zapatero a pesar de que España caía en picado hacia la ruina y de una pésima gestión del gobierno, demostró que el "Zapaterismo" era eficaz y que el clientelismo y la compra de voluntades con el dinero de todos habían surtido efecto, blindando al PSOE en el poder.
Pero la violenta crisis económica ha destrozado el maquiavélico proyecto de Zapatero y la ausencia de dinero ha destruído la red de lealtades y adhesiones, provocando justo un efecto contrario, el de la venganza por parte de aquellos colectivos a los que se les había tenido que cortar el suministro de dinero. Por eso Zapatero reaccionó como un poseso cuando la crisis empezó a mermar las arcas públicas, endeudándose sin control para seguir disponiendo del enorme río de dinero que exigia el inmenso programa clientelar que él había puesto en marcha.
Zapatero fue lo bastante miserable como para arruinar a España para no perder su hegemonía. Ese es el origen y la causa de la actual postración de España, convertida por culpa personal de Zapatero en un país económica y moralmente enfermo.