Hay tres espacios en la Tierra que cuando los sobrevuelo en un avión comercial siento, como en un coctel explosivo, una fuerte admiración junto con vértigo y miedo que me paraliza. También me invaden numerosas preguntas relacionadas con la existencia de la vida y con Dios.
El océano azul, el desierto dorado y el Amazonas verde se transforman en la paleta de colores de mis deseos y sueños. De viajes realizados y de aventuras por emprender.
Desde Bogotá, mil kilómetros de selva hasta Leticia, la capital del Amazonas Colombiano, como si toda la Península Ibérica fuera un bosque sin tregua, como si las crónicas del Antiguo Imperio Romano sobre la vieja Hispania fueran hoy una realidad.
Rincones nunca habitados por el hombre; hombres que se esconden de nuestra alocada vida, afluentes con bellas playas nunca pisadas, zigzagueantes meandros, planicies infinitas, ningún claro, ningún fuego, ninguna cabaña, ninguna chacra, todo selva, todo vida…eso es el Amazonas, el Pulmón del Planeta.