Socialización y una gotita de incomprensión

Por Belen
A pesar de los grandes apoyos que he encontrado y sigo encontrando en la red, a pesar de destaparme absolutamente en este blog y contar a los cuatro vientos cómo vivo mi vida y cómo crío a mi hijo, a veces sigo encontrando un ligero toque de incomprensión. Y aunque a estas alturas de la película esto ya no me afecta a nivel personal, empiezo a sufrir bastante por Rayo. 
Rayo es peculiar, siempre lo ha sido, desde que nació. Mucha gente, de esa que da consejos sin ser pedidos me decía que era "culpa" mía por criarle así o asá, por consentirle este u otro comportamiento, por no hacer que él se plegara a mis necesidades. La realidad, esa que mucha gente no conoce, es que he sido yo, mejor dicho, hemos sido nosotros, papá sin complejos y yo quienes nos hemos ido amoldando a él y a sus especiales necesidades. 
Hay niños fáciles y difíciles, niños muy sociales y otros más solitarios, niños extrovertidos e introvertidos. Lo cierto es que no puedo meter a Rayo en una única categoría. Él es de una manera u otra dependiendo quien tiene delante. 
Mi hijo, su verdadero yo, es increíble (que va a decir la madre), es inteligente, abierto, perspicaz, sensible, cariñoso, tierno, empático, risueño, juguetón, le encanta aprender cosas nuevas, jugar con su pandilla de amigos, sentirse querido, ..... Pero una parte de él lucha con una timidez bárbara, una timidez que se transforma a veces en desconfianza. 
A ojos de muchos Rayo es un niño raro. Os aseguro que es un niño absolutamente normal, integrado en el cole, en sus clases, en su grupo de amigos, en la familia. No hay diferencias con otros niños, pero a la hora de relaciones sociales la cosa cambia. Le cuesta, mucho no, un triunfo conocer a nuevas personas, hablo de adultos, con los niños es otra cosa. No se adapta a los convencionalismos sociales que implican que un adulto le hable y él tenga que responder, no lleva bien hablar con desconocidos, se siente presionado y en lugar de mostrarse tímido sin más, ante una presión en grado moderado es capaz de sacar su peor parte, y entonces aparece el pequeño ogro. Por supuesto esta respuesta (inadecuada) por parte de mi pequeño implica una mirada de desaprobación hacia mi, o hacia su padre. Supongo que es un gesto que no podemos controlar, porque incluso lo he recibido de personas que sé me comprenden perfectamente. 
Otro problemilla con el que nos encontramos últimamente es "el asco". Empezó hace unos meses con un asco incontrolable hacia la "comida de bebés" como él dice. Un día le dió asco el puré de su prima, era puré de pescado, ciertamente no tienen el mejor olor, pero ese día incluso vomitó. Algo increíble en él que ha vomitado poquísimo en sus cinco años. Pero así sucedió. Desde ese momento empezó a darle asco ciertos olores de comida, incluso ver a personas comer cosas que a él no le gustaban. ¿Motivo?, lo desconozco. En casa no le pasa, hay muchas cosas de las que su padre y yo comemos que no le gustan, pero no le despiertan ningún rechazo. 
Es cierto que es muy sensible a los olores y a los sabores, pero sin saber muy bien por qué, ha llegado a un punto bastante delicado, ¿por qué? pues porque esto nos limita mucho las relaciones sociales. Como podréis entender yo no puedo llevar a mi hijo a una comilona en familia, o con amigos cuando sé que me va a montar el espectáculo padre y no se va a querer sentar a la mesa. Hemos pasado por ello y creedme es muy duro para mi, pero mucho más para él.
Esto implica que no puedo hacer cosas que me gustaría hacer, porque lo primero es él y sus necesidades. Y si en este momento él no puede hacer estas cosas pues tendremos que adaptarnos. 
Como siempre en estos casos, la "culpa" es nuestra: "Eso es que no salís con mucha gente", "se tendrá que acostumbrar". Hay opiniones para todos los gustos. Rayo es así, ¿qué puedo hacer yo?. Hablamos mucho de ello, de qué siente cuando le viene algún olor que no le gusta, qué sucede cuando no quiere estar con algunas personas..... él racionaliza todo y me lo explica e intentamos minimizar el impacto, incluso haciendo leves exposiciones y hemos conseguido mejorar mucho. Pero ante grandes estímulos, se descontrola y volvemos al desastre. 
Últimamente he contactado con amigas a las que hace tiempo que no veo, hemos hablado de vernos, por supuesto con los niños.... pero, ¿cómo explico esto?, ¿cómo explico que no me apetece ser una vez más el centro de todas las miradas?, ¿cómo digo que mi hijo, con 5 años, no lleva bien las reuniones sociales?. A mi no me supone ningún problema, nosotros le aceptamos como es, intentamos por encima de todo que él no se sienta mal, intentamos ayudarle y hemos conseguido grandes progresos. Pero no todo el mundo lo comprende. Y confieso que, a estas alturas, estoy cansada de las miradas de desaprobación y sorpresa.
Mi hijo es así, y mi deber como madre es ayudarle a que él se sienta bien allá donde vaya. En eso estoy, mientras tanto tendré que seguir un poco recluída en este sentido hasta que logre que supere su malestar en esos momentos sociales.