El saber más general del uso de la palabra que resolvería cualquier asunto que le atañe al ciudadano, sin embargo, es también el más adecuado para hacer negocios privados y especializados de esos mismos ciudadanos. De esto se deduce que los griegos vieran el trabajo especializado, manual, como algo de poco valor. La palabra en cambio ponía de manifiesto la espontaneidad de la producción frente a la estandarizada. En este sentido el arte griego goza de un vigor precisamente porque la espontaneidad de la producción no está sometida a un poder religioso claro. Logra el límite mismo en la producción, que aparece como presencia, frente a la desmesura manifiesta, la contraposición de Apolo-Dionisio representa este juego entre mesura y desmesura. La palabra que utiliza el ciudadano aún no perteneciendo al género de la poesía, sino que reclama eficiencia, para los negocios por ejemplo, sin embargo, goza de una libertad de expresión que realza al que mejores resultados obtiene, y que lo califica como ciudadano excelente.
Ahora bien, el mito de Prometeo caracteriza cuáles eran los límites de este uso de la palabra. Por un lado, los seres humanos eran capaces de saber técnico en forma de sabiduría de las artes y fuego, las artes no sólo son las de los oficios que debían sustentar a los ciudadanos, sino también aquellas que no tenían una eficacia directa y sin embargo, eran el resultado del fuego, de las pasiones. El fuego es el elemento que representa mejor que ninguno el juego de mesura y desmesura, no es una metáfora sino un modo de mostrar tal juego. El verdadero desafío, sin embargo, de esta contraposición no se da en la actividad técnica capaz de cocer cerámica, fundir hierro, tampoco está en la representación teatral de las pasiones, sino que donde se juega realmente es en el discurso libre (indirecto podría añadirse) que practican los ciudadanos atenienses, y que tiene como último objetivo la concordia, la armonía y la justicia en definitiva. Por ello el mito de Prometeo contrapone a la justicia el pudor, un mínimo de contención en el exceso de los ciudadanos, pero también reclama que los ciudadanos dejen su pudor aún lado y no deje los asuntos de la polis a los menos pudorosos.
El saber más general que deben tener los ciudadanos es sobre todo aquello que los hace actores en el escenario que reclama la conservación de la polis, y que reclaman cierta igualdad en este papel pero sobre un fondo que es irrepresentable, a diferencia de la producción de objetos y de las representaciones teatrales. Y esto lo ve claramente Sócrates y es por lo que se enfrenta a los sofistas, estos saben que al igual que la tragedia y la comedia son capaces de influir en el espectador, los ciudadanos educados, por ellos, serán capaces de conducir al resto, sin embargo, Sócrates sabe que de esto no se deduce que resulte lo más conveniente y verdadero para la conservación de la polis. La tragedia que se deduce de la labor de Sócrates es que presenta el saber general del ciudadano como problema, pero lo que se reclama de este saber son soluciones, siempre urgentes, y la labor de los sofistas y los políticos más avezados en el arte de la palabra tienen ganada la batalla siempre. La Filosofía sólo puede aparecer ella misma como una representación, es decir, sólo aparece la Filosofía cuando Platón representa la tragedia de la labor de Sócrates.