El cometa 3.000 de SOHO (recuadro negro). Crédito: SOHO/ESA/NASA/NRL.
Para un astrónomo, descubrir un cometa puede ser el hito de su vida. Los grandes cometas llevan el nombre de sus descubridores y así quedan en la historia. El cometa Halley, el cometa Lovejoy y el cometa Hale-Bopp son solamente algunos ejemplos.
Imagine la frustración, sin embargo, si cada vez que alguien descubre un cometa éste es destruido rápidamente. Créase o no, esto es lo que sucede casi todos los días con el cazador de cometas más prolífico de todos los tiempos.
El Observatorio Solar y Heliosférico (Solar and Heliospheric Observatory), más conocido como SOHO, es un proyecto conjunto de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la NASA. El distante observatorio orbita el Sol a 1,5 millones de kilómetros de distancia de la Tierra, y acaba de descubrir su cometa número 3.000 (más que cualquier otra nave espacial o que cualquier astrónomo). Y casi todos los cometas que ha descubierto SOHO han sido destruidos.
“Simplemente se desintegran cada vez que observamos uno”, dijo Karl Battams, un científico solar del Laboratorio de Investigaciones Navales, en Washington, D.C. Desde el año 2003, Battams ha estado a cargo del funcionamiento del sitio del SOHO en Internet a través del cual se puede ver cometas. “SOHO ve cometas que pasan muy cerca del Sol; y estos simplemente no pueden soportar la intensa luz solar”.
La abrumadora mayoría de los descubrimientos de cometas que realiza el SOHO corresponde a la familia Kreutz. Los cometas “rasantes del Sol de tipo Kreutz” son fragmentos que provienen de la ruptura de un solo cometa gigante, que se produjo hace miles de años. Se denominan de este modo en honor al astrónomo alemán del siglo XIX Heinrich Kreutz, quien los estudió en detalle. En promedio, se descubre un nuevo miembro de la familia de cometas Kreutz cada tres días. Lamentablemente para estos pequeños cometas, sus órbitas se precipitan peligrosamente cerca del Sol.
“Hay un solo cometa Kreutz que rodeó el Sol; se trata del cometa Lovejoy. Y estamos seguros de que se desintegró un par de semanas después de eso”, dice Battams.
A pesar de que los cometas que descubre SOHO se destruyen rápidamente, poseen un gran valor científico. Por ejemplo, las colas de los cometas son azotadas y guiadas por los campos magnéticos del Sol. La observación de cómo se doblan y se balancean las colas puede proporcionar mucha información a los investigadores sobre el campo magnético del Sol.
Antes del lanzamiento del SOHO, en el año 1995, solamente se había descubierto aproximadamente una docena de cometas desde el espacio, y alrededor de 900 habían sido descubiertos desde nuestro planeta, a partir del año 1761. SOHO ha dado vuelta el marcador respecto de estas cifras y se ha convertido en el mayor cazador de cometas de todos los tiempos.
Pero SOHO no ha logrado estar en este pedestal solo. La nave espacial depende de personas que examinan cuidadosamente estos datos. Todos pueden ayudar porque las imágenes que proporciona el SOHO se encuentran disponibles gratuitamente en Internet, en tiempo real. Muchos astrónomos voluntarios aficionados escudriñan los datos diariamente en busca de signos de la existencia de un nuevo cometa. El resultado: el 95% de los cometas que descubre el SOHO han sido hallados por científicos aficionados.
Siempre que alguien divisa un cometa, ellos lo informan a Battams. Él analiza la imagen para confirmar lo que se vio y luego la envía a la Oficina Central de Telegramas Astronómicos (Central Bureau for Astronomical Telegrams), la cual le confiere un nombre oficial.
Y el nombre es… ¡sí, lo adivinó!: “SOHO”.
Mientras que los cometas que se ven desde la Tierra llevan el nombre de la persona que los descubrió, los cometas que se observan por primera vez desde el espacio a través de un telescopio llevan el nombre de la nave espacial. El cometa número 3.000 se llama “SOHO-3000”.
Naturalmente, ya resultó destruido. Pero a SOHO no le importa. El cazador de cometas más grandioso de todos los tiempos ya continuó avanzando para descubrir el próximo cometa rasante del Sol.
Fuente: Ciencia@NASA