El comienzo de año coincide, a escasos días, con el Solsticio de Invierno, que, entre el 21 y el 25 de diciembre, inicia el cambio de ciclo de la natura al cambiar el eje de la alineación solar de nuestro planeta. Y estas celebraciones, tan antiguas como lo es el ser humano, fueron suplantadas en Occidente por el cristianismo y su “nativitatis”, asociando el nacimiento del ciclo solar al nacimiento de su mesías particular, y al inicio del nuevo año. Los romanos celebraban, en concreto, el “Deus Sol Invictus” (El Invencible dios Sol) en esta festividad solsticial, título que otorgaban a tres deidades distintas: Gabal, Mitra y Sol; deidades que representaban la alegoría del renacimiento de la luz y de la fuerza del sol; hasta que el emperador Teodosio I, en el 380, abolió esta celebración beneficiando a los ritos del cristianismo, que, como sabemos, tuvo un papel destacado, a través de Constantino, en el ocaso del Imperio Romano. Quedan muy lejos estos antiguos pasajes de la historia, pero los he traído a colación como rémora de las fiestas que acabamos de atravesar, fechas absolutamente marcadas por un cúmulo de leyendas y hechos históricos que, diluidos o desdibujados en la conciencia colectiva, mucha gente no tiene en cuenta. Algunos otros sí, como los masones. El Solsticio de Invierno es una fecha conmemorativa de los masones, como lo es el Sol Invictus, que siguen manteniendo como evocación milenaria del renacimiento del sol y de la naturaleza; renacimiento que metafóricamente alude a la luz que guíe a la humanidad y a los seres humanos en el camino de su evolución. En realidad, la simbología es muy clara: evolución frente a retroceso, desarrollo frente a oscurantismo, conocimiento frente a ignorancia, razón frente a superstición; luz frente a oscuridad.
No soy masona. Pero me identifico con muchas de sus ideas. Tengo amigos masones, y alguna vez me han invitado a cenar con ellos en sus Tenidas fraternales. En ellas me he encontrado con personas bondadosas, sabias, tolerantes, muy cultas, tiernas y amistosas. Personas de todo tipo y condición comprometidas con la tolerancia, con el librepensamiento, con el conocimiento, con la libertad y con la fraternidad.La masonería, tan desprestigiada y difamada por los dictadores y los totalitarios, se vertebra alrededor de la idea de que la tolerancia y la fraternidad entre todos los seres humanos es necesaria, por encima de cualquier credo, cultura, raza o condición. Es, por tanto, incompatible con cualquier tiranía, cualquier oscurantismo o cualquier dictadura. Los más sectarios la tachan de secta. Nada más lejos de la realidad. En una secta te adoctrinan, te absorben, te roban la voluntad y las ideas propias. Los masones, por el contrario, han llegado a sus ideas a través del conocimiento, el librepensamiento y la adhesión a los valores universales que hay que profesar previamente antes de ser admitido en una de sus Logias.
La dictadura nacionalcatólica que nos precede acabó con los masones y con la masonería en España. Franco la ilegalizó y la persiguió sin piedad mediante su aparato de represión ideológica y política. Muchos masones españoles fueron fusilados. El resto se exilió para no perder la vida. Se requisaron sus bienes y los edificios de sus logias, bienes que nunca han sido restituidos. Fueron perseguidos, acosados y difamados, y sólo a partir de 1979 dejaron de serlo. Incluso el propio Joseph Ratzinger, no hace muchos años, afirmó que la masonería es pecado. ¿Su delito? Aspirar al conocimiento, a la Ilustración, a la cultura, a la fraternidad entre los hombres y a la libertad. Ya sabemos que el conocimiento, la fraternidad y la libertad son, para algunos, un gran pecado, y más si se trata de la ideología que sustenta a un grupo de hombres que históricamente han conseguido grandes logros en lo que respecta a la democracia, a los derechos humanos y al avance social.
Un amplio abanico de nombres ilustres de la masonería han hecho historia y han contribuido a grandes avances científicos, políticos, artísticos, humanistas y culturales en el devenir de la humanidad: Churchill, Lincoln, Roosevelt, Azaña, Newton, Mozart, Liszt, Beethoven, Freud, Salvador Allende, Martin Luther King, Louis Armstrong, Gandhi, Franklin, Blasco Ibáñez, entre muchos otros. La humanidad está en deuda con la masonería, porque desde sus tribunas ideológicas se ha contribuido enormemente a la instauración de las democracias, de los derechos civiles y del humanismo que contempla a los derechos humanos como la piedra angular de todo avance político y social. Y España, en particular, está muy en deuda con la masonería, además de con el resto de víctimas del franquismo, por la enorme y brutal represión que su aparato fascista, de manera injustificada, ejerció contra ella; De hecho, articuló una expresión, “las hordas judeomasónicas”, que, rodeada de una vil propaganda repleta de terribles mitos y falsas leyendas, justificaba, de cara al inconsciente colectivo, la terrible persecución y matanza de todos aquéllos españoles comprometidos con la paz, la democracia y la libertad. Aunque España sigue, sorprendentemente en el siglo XXI, siendo el único país europeo en el que la derecha continúa sin condenar los terribles crímenes de su dictadura. Por algo será.
En medio de una Europa saqueada y devastada por los preceptos neofascistas de los llamados neoliberales, en la que los fundamentalismos están siendo alentados e institucionalizados, en una Europa y una España hundidas en una crisis económica ideada para restaurar las ideas intolerantes, excluyentes, injustas, totalitarias y fascistoides de los poderes que pretenden un nuevo orden económico en el que la riqueza permanezca en manos de sólo unos pocos, las ideas de los masones recobran un gran protagonismo y una indiscutible actualidad para todos aquéllos que queremos un mundo mejor. Aspiremos, como dictan los preceptos masónicos, a la paz, la tolerancia, el conocimiento, la justicia, la verdad, la igualdad, el laicismo, la evolución, la fraternidad y el respeto entre todos los seres humanos.
Opongamos resistencia, con nuestro compromiso, nuestra dignidad y nuestra actitud cotidiana, a todos aquéllos que invocan al oscurantismo, la injusticia, el vampirismo político y social, la mentira, la intolerancia, el odio, la exclusión y la desigualdad. Que la luz de la razón y del corazón nos guíe. Que la luz del Sol invictus nos ilumine el camino, tanto colectivo como personal, a todas las personas demócratas y de buena voluntad. Feliz nuevo año.
Coral Bravo es Doctora en Filologia
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