Busqué esta novela de Carlos Bassas a raíz de una incentivadora reseña realizada por Rosa Berros en su blog. Antes de hacerlo leí "Justo", la novela con la que Carlos Bassas del Rey se alzó con el premio Dashiell Hammett el año 2019 y que me gustó mucho [leer reseña aquí]. Tenía, pues, que hacerme con "Soledad", como así he hecho.
En el curso del desarrollo de la historia conocemos la vida de soledad de dos seres fundamentales en el relato: Soledad, la madre de Abigail, la niña muerta; y Romero, el inspector que arrastra una problemática vida privada y profesional por dejar en ambos ámbitos lugar importante a la ley de la venganza que rige muchas veces los comportamientos humanos; por su manera de enfrentar los asuntos, Romero es visto con recelo por sus superiores policiales y lleva una extraña vida con su mujer.
No cabe decir como ya hiciera en la reseña que dediqué a "Justo" mucho más pues en este tipo de novelas es muy importante el decurso de los acontecimientos. Me parece más interesante que la trama la manera como el escritor presenta la obra. Dos narradores son los que aparecen, cada uno de ellos centrado en los dos personajes principales.
Para Soledad, la madre de Abigail, el narrador es una 2° persona, ella misma con seguridad, que dialoga consigo misma en un soliloquio muy adecuado a una persona que se siente anulada y despreciada por todos los miembros de su familia (marido: un energúmeno machista donde los haya; su suegra: una despreciable mujer dedicada sólo a devorar culebrones y otras bazofias televisivas; e incluso por quien fuera la única razón de su vida: su hermosa hija Abigail, una dictadora que la chantajea emocionalmente). Para Romero el narrador toma la 3° persona, dando presencia así a un narrador externo que ve y cuenta sus acciones con objetividad, aunque con frecuencia abandona el plano puramente ficcional para invadir el que corresponde al autor.
"Romero echa un vistazo a las nubes. Como el día en el que comenzó a morir de esta enfermedad morosa [cuándo y de cuál, el lector lo sabrá más adelante], se sitúan sobre su cabeza y descargan de improviso."Pero además de la figura del narrador hay en este relato procedimientos narrativos que han llamado poderosamente mi atención. Uno es la mezcla de géneros literarios tal y como ya observé en la otra novela que de él he leído. Es muy interesante esta hibridacion entre géneros que realiza frecuentemente entre el propiamente novelístico y el teatral: "DUEÑO: «No soy el guardián de mi hermano.» ROMERO: «No me jodas, Elmer, que la Biblia te viene grande.»"
Tampoco puedo pasar por alto el peculiar uso que hace de los corchetes para dar informaciones escuetas, telegráficas, que sirven para sintetizar descripciones narrativas que si no serían más extensas; diríase en línea con la hibridación de géneros antes comentada que en estos espacios entre corchetes el autor realiza una especie de acotaciones teatrales procedimiento normalmente ajeno a la propia función de un narrador. Tan es así que hay momentos en que quien habla no es ninguna figura propia de la narración sino, en mi opinión, el propio autor: "El taxista [cincuenta, calvo, hace tiempo que no ama a su mujer, ella tampoco lo quiere, se aguantan, aunque eso no importa para esta historia]", o sea, Carlos Bassas. Véase este más extenso, curioso y más literario precisamente por la extrañeza que introduce en el lector:
"Ha comenzado entonces la rutina legal, una coreografía eficaz, un baile reglado de pasos, de gestos precisos, de piruetas medidas. Ha bailado la policía alrededor del cuerpo; han bailado la jueza y el secretario al llegar [a ella, treinta y dos, le gusta el 'Nightclub two step'; a él, cincuenta, el 'Lindy hop']; ha bailado el forense mientras varios curiosos observaban acodados en la barra."
Por otro lado en la novela se tocan una serie de asuntos que tienen interés aunque ya no sorprenden por no ser novedosa su aparición en nuestra última literatura. Me refiero a la inmigración: la familia de Abigail es de procedencia sudamericana y los comportamientos machistas y abusivos de todo tipo sobre Soledad son tremendos. También, muy relacionado con esta procedencia cultural, estaría el asunto del desvalimiento religioso en el que se precipita Soledad pese a sus acendradas creencias iniciales. "Dios es sordo. Dios es mudo. A Dios le importas una mierda."
Luego estaría el tema de la culpa, quizás el asunto que vertebra y recorre la novela en los ámbitos de cada uno de los dos personajes principales, Soledad y el inspector Romero. Ambos se sienten o/y les hacen sentirse culpables de lo que les acontece e incluso en el caso de Soledad de lo que le ha sucedido a otros, concretamente a su hija:
"«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
«Es culpa tuya»
Eso te dice la lluvia"
Como se ve, otra manifestación más de la hibridación entre géneros que existe en la novela. En esta ocasión por disposición, ritmo y sonoridad, la narrativa invade el terreno de la lírica. Muy interesante, como todo lo que aparece en esta novela.
"La fórmula preferida del profesor"
Mi comentarioUna empleada de hogar que trabaja para una agencia de servicio doméstico es enviada a atender a un cliente en cuya casa no paran las asistentas. Sin embargo esta mujer casa bien con este hombre, un anciano de sesentaitantos años que en 1975 sufrió un accidente automovilístico a consecuencia del cual perdió la memoria de todo aquello anterior a 80 minutos, excepción hecha de lo acaecido y conocido por él hasta el año 1975. Dados su elevados conocimientos de matemáticas y su afición a las mismas ocupa sus días resolviendo problemas planteados por el Journal o Mathematics, que una vez resueltos envía regularmente a esta Revista especializada.
A propuesta del Profesor al que atiende, la asistenta comienza a llevar a su hijo de 10 años a la casa del matemático al finalizar la jornada escolar pues el anciano opina que un hijo debe de estar siempre con su madre. La relación entre el matemático y Root (así llama al niño el profesor por su cabeza plana que le recuerda al signo de la raíz cuadrada) es fuerte y sobre todo se refiere al mundo del béisbol, si bien es el beisbol anterior a 1975 cuya figura principal era un tal Enatsu.
Es una novela que a mí me ha dejado sensaciones contrapuestas. Por un lado me ha agradado el que las matemáticas sea el asunto sobre el que gira el relato, concretamente sobre la Teoría de los números naturales. No es muy frecuente leer reflexiones y elucubraciones sobre el Teorema de Fermat, la Fórmula de Euler o la Conjetura de Arlir. Yo, que no poseo formación alguna en matemáticas, he leído con cierta atención -al menos al principio- los nombres de matemáticos ilustres desde Erastótenes hasta Andrew Wiles ("EL PERIÓDICO DEL 24 DE JUNIO DE 1993 publicó un artículo que decía que el Último Teorema de Fermat había sido demostrado por Andrew Wiles, nacido en Gran Bretaña, catedrático de la Universidad de Princeton."), e igualmente me han agradado los juegos que partiendo de cosas cotidianas como la fecha de nacimiento, la edad o el número de calzado el profesor utiliza para transmitir a su interlocutor (la asistenta o el hijo de ésta) qué es un número primo, un número amigo, uno perfecto, uno triangular, e incluso el número pi.
Confieso que al tiempo que me ha sorprendido esta inclusión del pensamiento matemático en la relación cotidiana entre un eminente matemático y su asistenta también me ha cansado un poco la continuada reiteración en lo mismo que hay en la narración, haciendo que en parte mi cabeza me llevara a pensar en la cierta inverosimilitud de aquello que estaba leyendo. Quizás haya que tener muy en cuenta que estamos ante una obra de literatura japonesa cultura que tiene muchas diferencias con la europea en general y más aún con la nuestra en particular. Tal y como afirma en el 'Postfacio' de la novelita el profesor de Ciencias de la Computación León González Sotos, Catedrático de la Universidad de Alcalá, "Japón tiene sus tradiciones, nosotros las nuestras. La desatención de lo mucho que sus letras importan, doblada con el desdén por la cultura matemática, están entre las más asentadas por estos pagos."
Junto al asunto de las matemáticas aparece el de la afición al beisbol por parte del niño y del Profesor, si bien dada la problemática mental del matemático ambos hablan y fabulan sobre 'ligas diferentes', Root sobre la correspondiente a su edad (Root es un niño de 1o años al inicio y tiene 22 cuando finaliza la novela) y el Profesor sobre la de Enatsu, la estrella del beisbol japonés durante los años 1968-1973, aunque su carrera profesional se alargó hasta 1985. La cabeza del Profesor recuerda al Enatsu de 1968 cuando fue el mejor jugador de la Liga japonesa batiendo cualquier récord existente hasta ese momento.
La afición al beisbol de los personajes introduce en el relato una infinidad de tecnicismos propios de este deporte: "Yagi, con dos outs, bateó un game ending home run hacia la izquierda. El árbitro de la tercera base levantó una vez el brazo indicando home run, y el marcador digital se encendió con 2x, y sin embargo, el home run fue anulado tras rectificarse como hit de 2.ª base, pues había entrado en las gradas tras chocar la pelota con la valla." (pág. 180). A mi incultura matemática se une además mi desconocimiento y nula afición al beisbol, deporte, por otra parte, que una y otra vez aparece en otras literaturas en especial la norteamericana y, por lo que aquí veo, también en la japonesa. Quizás también el deporte del que el tal Enatsu fue figura indiscutible haya influido en que mi entusiasmo por este relato no haya sido excesivo.
El éxito de Yoko Ogawa en su país es inmenso desde su primera incursión en la narrativa con "Desntegración de la mariposa" en 1988 y el best seller "El embarazo de mi hermana" en 1990. Si estos dos primeros títulos fueron distinguidos con sendos premios (el Premio Kayen y el Premio Akutagawa, respectivamente), la novela que acabo de leer publicada en 2004, tras varios títulos aparecidos entre medias, ha ganado un importante abanico de Premios según dice la Nota que sobre la autora aparece al final del relato leído: "el Yomiuri, el de las Librerías Japonesas y el de la Sociedad Nacional de Matemáticas, 'por haber mostrado la belleza de esta disciplina'".
- "En la nota se leía; 'Mi memoria sólo dura 80 minutos'"
- "'La nueva asistenta ... y su hijo de 10 años √'"
La novela ha tenido tal éxito dentro y fuera de su país que a los dos años de su publicación, o sea, en 2006, la misma fue adaptada al cine, a la radio y al cómic. Buscaré la película e intentaré verla pues esa relación de cariño establecida entre estas dos clases de personas tan distintas por formación y clase social -el Profesor y la asistenta y su hijo- me gustará ver cómo el director del film, Takashi Koizumi, la ha vertido en imágenes.