Llegan hasta Nueva York los ecos de la presunta intención del último comando desarticulado de ETA de atentar contra el lehendakari López, coincidiendo con el primer aniversario del asesinato del policía nacional Eduardo Puelles. En momentos como éstos, sólo cabe trasladar nuestra más sincera solidaridad y apoyo al lehendakari López; vivir bajo la amenaza terrorista es, sin duda alguna, un modo de tortura y un acto claro de violación de los derechos humanos fundamentales. Por ello, resulta tan importante gestionar con altura de miras, generosidad y flexibilidad el periodo de cese permanente, general y verificable de la violencia anunciado por ETA el pasado mes de enero. Debemos mirar hacia adelante y sentar las bases de un auténtico proceso de paz, normalización y reconciliación, que nos permita construir un sociedad nueva, en la que nadie se sienta coaccionado por sus ideas. Entiendo que haya desconfianza en relación con las intenciones reales de Sortu y el papel de ETA ante los movimientos de la izquierda abertzale, pero quienes gobiernan en Euskadi y en Madrid tienen la obligación de salir al campo, jugar y ganar, apostando por el diálogo, la profundización democrática y la participación ciudadana como camino hacia la paz definitiva. Confío en que las informaciones como la que hoy justifican este post no sivan como coartada para negar valor y credibilidad a Sortu, y al compromiso de la base social de la izquierda abertzale con la superación de la violencia. Espero igualmente que la desarticulación del comando Otazua y los datos que día a sí se van filtrando no sean utilizados como cortina de humo para legitimar las tesis favorables a la ilegalización de Sortu y la negativa a explorar vías de paz, amparándose en que la izquierda abertzale miente y en que ETA apuesta por continuar con la violencia.