Solidaridad en prisión

Por Beatrizbeneitez
Beatriz Benéitez Burgada. Santander
A Bosnia Herzegovina hemos llevado y enviado muchas cosas, siempre con la ayuda inestimable de las Fuerzas Armadas: Toneladas de tela para hacer talleres de costura en dos campos de refugiados, pollos para hacer una granja -se los acabaron comiendo todos-, incubadoras para el hospital infantil de Mostar, ordenadores y audífonos para el Centro de Educación Especial Los Rosales, toneladas y más toneladas de material escolar, leche para bebés, medicinas, ropa y mantas para centros de mayores y hasta dos autobuses municipales retirados de Santander, que viajaron por barco hasta Croacia para ir después a Herzegovina. Pero de todo lo que hicimos llegar a la Ex Yugoslavia, en un intento de poner nuestro granito de arena, gracias a la solidaridad que siempre han demostrado miles de cántabros, hay algo que nos hacía especial ilusión: las piezas y juguetes de madera hechos a mano por internos del Penal del Dueso.
La razón por la que estas donaciones se repitieron durante años es porque Marisol Dobarganes siempre vuelve al Dueso a visitarles. Algunas veces he tenido la suerte de poder acompañarla. Regresa para dar las gracias, para contarles en qué campo de refuegiados, en qué orfanato o en qué centro están los juguetes que hicieron. Les lleva fotos, y mensajes de los niños, y les cuenta. En Los Rosales, en Mostar, viven muchos niños especiales. Muchos de ellos reconocen su cama porque en la cabecera hay una pieza de madera pintada a mano por un interno del penal cántabro. Los internos que colaboran con estos proyectos son generosos. Y siempre han mostrado mucho interés por las historias de los Balcanes. Una vez, incluso, después de una charla-coloquio sobre el tema que nos ocupa, algunos de ellos se pusieron de pie y pidieron al director del centro y a la asistente social hacer un día de ayuno, para enviar el dinero de su comida a quien lo necesitara en Bosnia. Por supuesto, no se lo permitieron, ni lo permite la Ley. Pero a nosotros nos dio que pensar. Lo cierto es que es precioso hacer llegar a los que perdieron todo en la guerra objetos hechos con todo el cariño por personas que, por uno u otro motivo, han perdido la libertad. Ojalá esos talleres y otras muchas actividades que organizan en El Dueso y otros penales sirvan para que ellos no vuelvan a cometer los mismos errores que les llevaron allí. De la misma forma que sus juguetes han servido muchas veces para que niños que no tienen casi nada, recuperen la ilusión.