Sólido vs líquido

Por José María José María Sanz @Iron8832016

Escribo hoy, amigo lector, sobre el artículo que publica elmundo.es en su sección de economía: Harley-Davidson, el rugido americano en vías de extinción (el ocaso de un icono). Me ha parecido muy interesante y he querido exponer, de nuevo, mi opinión sobre este asunto.

Que Harley-Davidson se muere es una noticia que no me pilla de sorpresa. Que hayan anunciado el cierre de la fábrica de Kansas City hace poco y que las ventas hayan caído una barbaridad me parece que es lógico. Me parece que es lógico en esta hora en la que preferimos el ya a esperar, lo divertido a lo serio, lo industrial a lo artesanal. Tampoco buscamos que las cosas nos duren mucho tiempo porque por encima de su durabilidad hemos puesto nuestro capricho de renovación de tantas y tantas cosas inútiles que tenemos por casa.

Se morirá Harley-Davidson igual que se han muerto tantas cosas. Se han muerto las plumas y hemos comprado roller, se ha muerto el bistec con patatas y hemos comprado hamburguesas, se ha muerto el campo y hemos comprado jardines, se ha muerto la amistad y hemos comprado followers. Se han muerto los libros de texto y hemos comprado fascículos. Se ha muerto la mirada y hemos comprado Whatsapp.

Yo pienso que a ninguno de nosotros se nos puede escapar que nos ha tocado vivir un momento de transición entre una era, la era industrial, la era sólida, y otra nueva etapa que es líquida y que está llena de incertidumbre, de ilogicidades que no comprendemos y de un nuevo conocimiento que, para los viejos del lugar, es puro desconocimiento. Y en este mundo, en este momento, a los que tenemos una Harley-Davidson nos va a tocar hacer el entierro de la marca.

En otro post, no recuerdo cual, ya hablé sobre esta circunstancia y dejé sentada mi opinión de que ningún yogurín comprará jamás una HD pudiendo comprarse cualquier moto japonesa por la mitad de precio y el doble de prestaciones y de tecnología. Mucha de la gente motera que conozco me "no criticaron" por haber comprado la Carabela, aquella Street 750 refrigerada por agua que ahora vive en Madrid, en casa de un tipo estupendo. Y resulta que aquel modelo es el que la MoCo utilizó como puerta de salida de una crisis de identidad que pienso que no va a superar con su oferta 2018. Los viejos del lugar no aceptan el cambio de paradigma y los nuevos posibles clientes se van a Japón o a Alemania.

Pienso que los nuevos moteros, los que aún no se han comprado una moto, no van a ser gente que tenga interés en un paisaje, en un románico del siglo XII, en el olor a mierda de vaca en un puerto perdido o en el apriete de un tornillo. Creo que su gusto no estará en el negro ni en el frío de la mañana, ni en los meandros del Tajuña.

Aceptemos que las cosas tienen un inicio y un final. Nosotros, los humanos, también tenemos inicio y final. Aceptemos que nos hacemos mayores y que las cosas pasan, y que es posible que un día dejemos de entender nada. Te propongo, querido lector, que hagas la prueba del algodón: compra un televisor nuevo y deja que tu hijo se encargue de instalarlo, verás lo que es capaz de hacer "sin tener ni idea de nada".

Yo, por mi parte, procuro entender los cambios y procuro participar de ellos, incluso impulsar lo que me pueda corresponder por mi tarea profesional, consciente de que el nuevo siglo es muy complejo y sabiendo que en él casi no hay sitio para una moto que hace ruido.