Soliloquios fugaces (año nuevo, título nuevo)Soliloquio n...

Publicado el 11 enero 2015 por Jaumer

Soliloquios fugaces (año nuevo, título nuevo)

Soliloquio nº 1

2015: ¿Finalizar? ¿Iniciar? ¿Continuar?


  Sé que voy tarde al escribir la primera entrada del 2015; de hecho, también faltaría la última del año que ya se ha perdido. Y es que me preguntaba si era necesario acabar/comenzar de alguna manera determinada, si debía seguir la "norma no escrita" para estos casos, a saber, que parece obligado hacer una reflexión sobre lo qué hemos hecho y no hemos hecho durante el año en curso cada vez que se acaba. Y así lo vemos en la mayoría de blogs, sean del tema que sean.
  Quizás fruto de la desmesurada ingestión de alimentos o tal vez por la excesiva libación de sustancias alcohólicas espumosas, lo cierto es que siempre por estas fechas tendemos a hacer "nuevos" propósitos para el año que se inicia: realizamos promesas de enmienda y, avergonzándonos de algunas circunstancias ocurridas durante el año, nos juramos a nosotros mismos no volver a caer en los mismos errores; nos proponemos "retos" que deberíamos haber cumplido, sobradamente, con anterioridad; afirmamos con rotundidad que, por fin, vamos a llevar a cabo aquellas ideas "tan buenas" que nos han iluminado en momentos inesperados pero que, por hache o por be, nunca encontramos el momento de iniciar; y por supuesto, hacemos público nuestro deseo de que el nuevo año sea mucho mejor que el que se termina, para uno mismo y, como no, para los demás. Y cada año la misma cantinela. No existe espontaneidad en nuestras declaraciones, sino más bien rutina, costumbre, indolencia, tal vez hastío y, en ocasiones, fariseísmo. Toca porque toca. Y eso es lo que se espera de nosotros.  Pues, ¡vamos allá! Sin querer caer en los calificativos dichos anteriormente, me obligo a reflexionar sobre esta época que, poco a poco, va pasando. Pero no para hacer balance, repaso de aquello conseguido o de aquello otro por conseguir, sino más bien para reflexionar sobre qué supone el momento en sí, el de la transición entre dos años catalogados como el "viejo año" y el "año nuevo", como si dicha transición fuera tangible, real y, como tal, sensible, para enfermería.  Ya hay otros e-lugares dónde se hace un repaso a lo que hemos dejado atrás en Enfermería, a lo vivido y sufrido (si ambos términos son distintos) en la profesión, a los logros "intencionales" más que reales, a los deseos de cambio y reconocimiento "colectivos", a los retos de futuro que se persiguen. Y antes de adentrarnos en los nuevos artículos que nos llegan del "exterior", en la extensa (sí, extensa!) producción investigadora en enfermería, creo que cabe hacer un ejercicio introspectivo, de mirada interior, para descubrir nuevamente qué somos, quiénes somos.
  ¿Finaliza alguna cosa con este 2014 extinto? ¿Comienza "algo" con el balbuceante 2015? ¿Qué hemos dejado a medias, sin acabar? Respuestas las encontraremos, seguro, ya descritas en numerosos y acertados blogs. Personalmente siempre intento huir de estos posicionamientos finalistas e iniciáticos que se producen con cada cambio numérico del anuario. Nada finaliza ni nada se inicia, sino que todo continúa...pero de distinta manera.
   Y lo que continúa es nuestra lucha diaria por hacernos entender, por expresar nuestra idiosincrasia dentro del mundo sanitario, por hacer que nuestra voz se oiga más allá de estos pequeños islotes corporativos que son nuestros blogs, por hacer que, incluso a "oscuras", incluso en esta época de recortes y de malhumor sanitario, seamos visibles. Lo que continúa, y olvidamos con demasiada frecuencia, es nuestra esencia inmutable: el cuidar. 
"Nada cambia, todo pemanece" sería el enunciado apropiado para definir nuestra esencia. Sí, es un enunciado contrario al ¿sentido común?. Parecería que lo apropiado sería decir "nada permanece, todo cambia", afirmado ya por Heráclito de Éfeso, que nuestra esencia es cambiante como lo es/son la sociedad y sus necesidades.

Heráclito de Éfeso

"No podemos bañarnos dos veces en el mismo río y no se puede tocar dos veces una substancia mortal en el mismo estado, sino que a causa de la impetuosidad y la velocidaad de la mutación, se dispersa y se recoge, viene y va". "Bajamos y no bajamos el mismo río, nosotros mismos somos y no somos".
Y esta idea de cambio se caracteriza, así pues, por un pasar de un estado a otro, estados contrarios entre sí, estados que se encuentran en armonía, armonía de contrarios. Sólo en el enfrentamiento alternativo de los contrarios, éstos se otorgan, mutuamente, un sentido específico: "La enfermedad convierte en dulce la salud, el hambre convierte en dulce la saciedad, y la fatiga convierte en dulce el descanso"..."ni siquiera se conocería el nombre de la justícia, si no existiese la ofensa".
  Pero no es nuestra esencia la que cambia, la que se transforma y se convierte en devenir, sino nuestro posicionamiento ante esa esencia, es decir, nuestra existencia. Mi apuesta pasa por aceptar ambos enunciados. Antes he afirmado que nada finaliza ni se inicia con un camio de año, sino que todo continúa...pero de distinta manera: lo que continúa es lo inmutable, nuestra esencia; lo cambiante, nuestro acercamiento a esa esencia no cambiante, nuestra forma de posicionarnos frente a ella, de hacerla existencia.
Cuidar como esencia = inmutabilidad. En esencia "nada cambia, todo permanece".
Cuidar como existencia = devenir. En la existencia "nada permanece, todo cambia".    
  Dice Colliére que Enfermería se ha centrado en la búsqueda de reconocimiento social a través de su necesidad de autoafirmar su rol, más que en fortalecer o afirmar su posicionamiento frente a su esencia, el cuidado. Tal vez sea así, y debamos mirar nuevamente hacia nuestro origen esencial, el cuidar y su manifestación en los pacientes.
   No busquemos nuevas respuestas a preguntas no planteadas, no finiquitemos preguntas para las que no hemos explorado aún todas las respuestas posibles. Continuemos dirigiendo nuestro mirar hacia nuestra esencia, el cuidar, los cuidados, pero hagámoslo desde múltiples atalayas, desde distintos enfoques; dejémos de una vez por todas de mirarnos tanto el ombligo y abramos los ojos a quien realmente sustenta la existencia de nuestra esencia, el paciente.