Está anocheciendo y todavía estoy a unos kilómetros de casa. Tengo ganas de cumplir doce años. Con once nadie te hace caso. No te escuchan porque eres demasiado pequeño. Aunque a mi hermana desde que cumplió los doce la contralan más. Bueno no mucho más, entre los trabajos de mamá, el abuelo enfermo y papá en Canadá… De noche el bosque que atravieso para volver a casa parece menos silencioso que antes. Ahora cualquier ruido me asusta, a fuerza de oír todos los días lo mismo: ten cuidado, atención con los desconocidos y los coches que aparecen de la nada… Y eso que escucho, ¿no es el ruido de un motor?
No tengo con quien jugar. Mi hermano está todo el día vagabundeando por ahí y el abuelo casi ni se puede mover. La escuela me aburre y además hoy tengo que soportar las insinuaciones del profe de lengua. No sé si decirle a mamá que hace varios días que mi hermano no ha venido al colegio pero como está tan nerviosa (eso es por el tiroteo de los vecinos zíngaros de hace tres noches) no me atrevo a confesárselo. Voy a llamar a papá a Canadá y decirle que venga por fin a buscarnos. Tengo miedo.
Bence Fliegauf, el talentoso director de este impresionante filme, podía haberse basado en unos hechos tan dramáticos como los ocurridos en su país, para construir una historia lineal con una línea argumental clásica. Su opción ha sido otra, mucho más arriesgada, seguir a los tres protagonistas (la madre y sus dos hijos) a través de ciertos momentos de un día concreto. 24 horas en las que vamos sintiendo la angustia invadirnos como a ellos, el miedo de que un ruido se transforme en un tiro fatal o sufrir la insoportable sospecha de que el próximo minuto puede ser el último.
Papá me ha dicho que no va a pasar nada malo. Que la policía los va a detener y que puedo incluso que ya lo haya hecho. Tenemos que estar tranquilos y permanecer juntos y así, papá me lo ha jurado, no nos pasará nada. Sobre todo, no separarnos ha insistido papá.
El resultado de esta película húngara es un golpe en pleno estómago y un Grandísimo y merecido Premio del Jurado del Festival de Berlín. Un momento increíble de inquietud, en que la verdadera amenaza es el silencio que precede al ruido, un coche que puede o no detenerse, un desconocido que puede resultar un asesino… incluso hasta un policía. En resumen, lo peor que puede ocurrir en la existencia: vivir en un continuo estado de inquietud y miedo.
Por fin ha llegado mi momento preferido del día. Estamos todos juntos en casa y vamos a dormir. Me invade el calor de mi hermana y los ronquidos del abuelo me acunan. Mis párpados empiezan a pesar. Escucho un ruido lejano. Mi hermana nos ha contado que ha hablado con papá y que le ha dicho que tenemos que estar juntos. El sonido se acerca y es seguro que se trata de un coche. Siento la tensión en los brazos de mi hermana. Papá ha dicho que no nos pasará nada. Escucho el motor cada vez más cerca pero seguro que continuará su camino. Papá ha dicho que tenemos que permanecer juntos. El ruido… el ruido.