Me gusta ir de vacaciones a Filipinas porque quince días te cunden lo que dos meses en otro sitio. Me gusta ir de vacaciones a Filipinas porque mi mujer me ha dicho que me tiene que gustar. Punto pelota.Esta vez nuestro primer destino fue Mactan. Resultó que también era el primer destino de la cola de un tifón. La noche que íbamos a pasar en Mactan antes de cruzar a Malapascua, acabó convirtiéndose en cuatro noches. La mar estaba picada y el tráfico marítimo había quedado interrumpido. Las noches extras en el resort nos salieron gratis. Resulta que a J., el dueño del resort, le gustó mi cuñada y decidió cortejarla a base de gestos como ése. Lo que yo hacía en un resort con una caterva de cuñados y cuñadas sólo es explicable a quienes estén emparentados con filipinos.J. es chino-filipino, generoso y divertido. A él le debo tres noches gratis de resort y el mejor chiste que oí estas vacaciones: “Dios creó el universo. El resto es made in China.”El día que finalmente se restableció el tráfico marítimo decidimos salir rumbo a Bohol. Las posibilidades de que si nos íbamos a Malapascua y volvían las lluvias nos quedásemos varados allí, eran elevadas. J. nos prestó su coche para que nos acercase a la terminar de ferris de Cebú. Mi mujer no paraba de meter prisa para que saliéramos cuanto antes. “Va a ser tremendo. Imagínate. Es el primer ferry que va a salir después de cuatro días.” Cuando estamos en Filipinas y mi mujer utilizaría el adjetivo “normal” para una situación como la siguiente: una fiesta en un barangay; mil personas; un solo cuarto de baño y un gracioso echa laxante en el ponche. Preferí no pensar cuál podría la situación filipina a la que le dedicase el adjetivo de “tremendo”. Nunca he cargado maletas en un coche a mayor velocidad.Cuando llegamos a las taquillas de la terminal, aquello parecía una congregación de fans de los Rolling Stones de los tiempos en los que los Rolling no utilizaban dentaduras postizas ni pañales para adultos. Mi mujer me pidió el paraguas antes de salir del coche. “Pero si no llueve”, le dije. “Yo me entiendo”, me respondió. Se lo di y allí la vi partir, paraguas en ristre. Al cabo de media hora regresó. Estaba despeinada y tenía un corte en la mejilla, pero venía con los billetes. En la punta del paraguas había restos de sangre. No quise preguntar.Mientras estábamos en Bohol, hubo inundaciones en Manila. Los obispos filipinos lo tuvieron muy claro. Era la respuesta de Dios al proyecto de Ley de Salud Reproductiva que está promoviendo el Presidente Aquino. Además de conocer los designios divinos, conocían la solución a la inundación: rezar la “Oratio Imperata” y además rezarla el día que el servicio metereológico había anunciado que cesarían las lluvias. Un amigo mío que se conoce bien el percal me comentó: “Perfecto. Ahora el debate versa sobre lo que ha cabreado a Dios para que mandara estas lluvias y cuál es la oración más eficaz para atajarlas. No hace falta debatir cómo el mal estado del alcantarillado agravó los efectos de las lluvias.”La lectura de los columnistas filipinos durante el debate sobre la Ley de Salud Reproductiva fue bastante surrealista. Uno pensaba que era un ejemplo de la mentalidad de colonizados de los filipinos, que intentaban introducir en el país ideas norteamericanas. Seguramente el columnista lo escribió en la mesa de un McDonald’s antes de entrar a ver el último estreno de Hollywood en Glorietta. Otro recordaba que el sexo es para procrear, no para divertirse (“Sex is for procreation, not for recreation”. En inglés la idea suena igual de ridícula, pero al menos tiene una rima graciosa). Un tercero advertía que quien verdaderamente está detrás de la ley es el propio Satanás. Aún había otro que recordaba que la principal riqueza de Filipinas es la población: a mayor crecimiento demográfico, más chachas filipinas en Hong Kong enviando dólares a Filipinas. Aterrado por comentarios tan apocalípticos, eché un vistazo al borrador de la ley. En mi apresuramiento no logré encontrar los artículos que hablan del aborto obligatorio para todas las parejas que tengan más de cinco hijos. Tampoco encontré ninguna disposición que estableciese la esterilización forzosa de todos los curas filipinos, medida que sin duda ayudaría a controlar el crecimiento demográfico.La idea de que Filipinas debería hacer algo para controlar el crecimiento de la población y facilitar el acceso a los medios anticonceptivos es vieja. Llevan discutiéndola desde inicios de los 90. 20 años y 20 millones de filipinos más tarde aún siguen discutiéndola bajo la mirada desaprobadora de la Iglesia Católica. Espero que consigan aprobar la ley antes de que lleguen a los 150 millones, lo que podría ocurrir pronto al ritmo que llevan. Los filipinos cuando no están hablando de política es porque están hablando de religión. Inevitablemente me vi arrastrado a una de esas conversaciones, donde presencié el siguiente intercambio:- Dama profundamente interesada por todo lo religioso: “Leí el libro “Conversaciones con Dios”. Es de una persona que en un momento de crisis en su vida mantuvo un diálogo con Dios y lo cuenta en el libro [interesante concepto: Dios como el terapeuta definitivo]. Dios le dice que Él no dio los 10 Mandamientos.”- Señor muy serio que se conoce la Biblia al dedillo: “Pamplinas. La Biblia dice que Dios dio los 10 Mandamientos y hace 2.000 años que millones de personas en todo el mundo la han seguido.”- Yo, mordiéndome la lengua para no intervenir y pensando: “Un señor dijo hace 2.000 años que Dios entregó los 10 Mandamientos a la Humanidad y otro lo refutó 2.000 años después. Los dos me parecen igual de poco convincentes. Son meras opiniones. Empate técnico.”
Me gusta ir de vacaciones a Filipinas porque quince días te cunden lo que dos meses en otro sitio. Me gusta ir de vacaciones a Filipinas porque mi mujer me ha dicho que me tiene que gustar. Punto pelota.Esta vez nuestro primer destino fue Mactan. Resultó que también era el primer destino de la cola de un tifón. La noche que íbamos a pasar en Mactan antes de cruzar a Malapascua, acabó convirtiéndose en cuatro noches. La mar estaba picada y el tráfico marítimo había quedado interrumpido. Las noches extras en el resort nos salieron gratis. Resulta que a J., el dueño del resort, le gustó mi cuñada y decidió cortejarla a base de gestos como ése. Lo que yo hacía en un resort con una caterva de cuñados y cuñadas sólo es explicable a quienes estén emparentados con filipinos.J. es chino-filipino, generoso y divertido. A él le debo tres noches gratis de resort y el mejor chiste que oí estas vacaciones: “Dios creó el universo. El resto es made in China.”El día que finalmente se restableció el tráfico marítimo decidimos salir rumbo a Bohol. Las posibilidades de que si nos íbamos a Malapascua y volvían las lluvias nos quedásemos varados allí, eran elevadas. J. nos prestó su coche para que nos acercase a la terminar de ferris de Cebú. Mi mujer no paraba de meter prisa para que saliéramos cuanto antes. “Va a ser tremendo. Imagínate. Es el primer ferry que va a salir después de cuatro días.” Cuando estamos en Filipinas y mi mujer utilizaría el adjetivo “normal” para una situación como la siguiente: una fiesta en un barangay; mil personas; un solo cuarto de baño y un gracioso echa laxante en el ponche. Preferí no pensar cuál podría la situación filipina a la que le dedicase el adjetivo de “tremendo”. Nunca he cargado maletas en un coche a mayor velocidad.Cuando llegamos a las taquillas de la terminal, aquello parecía una congregación de fans de los Rolling Stones de los tiempos en los que los Rolling no utilizaban dentaduras postizas ni pañales para adultos. Mi mujer me pidió el paraguas antes de salir del coche. “Pero si no llueve”, le dije. “Yo me entiendo”, me respondió. Se lo di y allí la vi partir, paraguas en ristre. Al cabo de media hora regresó. Estaba despeinada y tenía un corte en la mejilla, pero venía con los billetes. En la punta del paraguas había restos de sangre. No quise preguntar.Mientras estábamos en Bohol, hubo inundaciones en Manila. Los obispos filipinos lo tuvieron muy claro. Era la respuesta de Dios al proyecto de Ley de Salud Reproductiva que está promoviendo el Presidente Aquino. Además de conocer los designios divinos, conocían la solución a la inundación: rezar la “Oratio Imperata” y además rezarla el día que el servicio metereológico había anunciado que cesarían las lluvias. Un amigo mío que se conoce bien el percal me comentó: “Perfecto. Ahora el debate versa sobre lo que ha cabreado a Dios para que mandara estas lluvias y cuál es la oración más eficaz para atajarlas. No hace falta debatir cómo el mal estado del alcantarillado agravó los efectos de las lluvias.”La lectura de los columnistas filipinos durante el debate sobre la Ley de Salud Reproductiva fue bastante surrealista. Uno pensaba que era un ejemplo de la mentalidad de colonizados de los filipinos, que intentaban introducir en el país ideas norteamericanas. Seguramente el columnista lo escribió en la mesa de un McDonald’s antes de entrar a ver el último estreno de Hollywood en Glorietta. Otro recordaba que el sexo es para procrear, no para divertirse (“Sex is for procreation, not for recreation”. En inglés la idea suena igual de ridícula, pero al menos tiene una rima graciosa). Un tercero advertía que quien verdaderamente está detrás de la ley es el propio Satanás. Aún había otro que recordaba que la principal riqueza de Filipinas es la población: a mayor crecimiento demográfico, más chachas filipinas en Hong Kong enviando dólares a Filipinas. Aterrado por comentarios tan apocalípticos, eché un vistazo al borrador de la ley. En mi apresuramiento no logré encontrar los artículos que hablan del aborto obligatorio para todas las parejas que tengan más de cinco hijos. Tampoco encontré ninguna disposición que estableciese la esterilización forzosa de todos los curas filipinos, medida que sin duda ayudaría a controlar el crecimiento demográfico.La idea de que Filipinas debería hacer algo para controlar el crecimiento de la población y facilitar el acceso a los medios anticonceptivos es vieja. Llevan discutiéndola desde inicios de los 90. 20 años y 20 millones de filipinos más tarde aún siguen discutiéndola bajo la mirada desaprobadora de la Iglesia Católica. Espero que consigan aprobar la ley antes de que lleguen a los 150 millones, lo que podría ocurrir pronto al ritmo que llevan. Los filipinos cuando no están hablando de política es porque están hablando de religión. Inevitablemente me vi arrastrado a una de esas conversaciones, donde presencié el siguiente intercambio:- Dama profundamente interesada por todo lo religioso: “Leí el libro “Conversaciones con Dios”. Es de una persona que en un momento de crisis en su vida mantuvo un diálogo con Dios y lo cuenta en el libro [interesante concepto: Dios como el terapeuta definitivo]. Dios le dice que Él no dio los 10 Mandamientos.”- Señor muy serio que se conoce la Biblia al dedillo: “Pamplinas. La Biblia dice que Dios dio los 10 Mandamientos y hace 2.000 años que millones de personas en todo el mundo la han seguido.”- Yo, mordiéndome la lengua para no intervenir y pensando: “Un señor dijo hace 2.000 años que Dios entregó los 10 Mandamientos a la Humanidad y otro lo refutó 2.000 años después. Los dos me parecen igual de poco convincentes. Son meras opiniones. Empate técnico.”