Vilas, tío, eres un fraude. Podías haber nacido en EEUU y no en Barbastro. Ahora Alpha Decay publicaría tus libros traducidos en algún piso franco de Barcelona, llenarían páginas y portadas de revistas literarias con tu cara y, posiblemente, tu obra sin traducir se convertiría, de repente, en el detalle necesario para ser o no ser un auténtico fan. Porque el fenómeno fan, tío, ése fenómeno que tú intentaste introducir en tu literatura española, es un extranjerismo. Y tú lo sabías. Y no hiciste nada por evitarlo.
Sin embargo, un escritor que va a publicar la versión 2013 de la carta a los corintios de San Pablo se merece un respeto. Por la crítica. Por sus compañeros escritores y, por encima de todos ellos, por los consumidores, aquellos que disponen del dinero suficiente para que el Sistema se mantenga. Ahí, a ese selecto grupo de hombres y mujeres con capacidad para seducir por miles, ahí está Vilas. Mi amigo Vilas. El más grande de todos los hombres españoles (más si cabe después del fallecimiento de Manolo Escobar).
Por eso solicité una hoja de reclamaciones. Rellené los campos con mis datos personales como un adolescente ametralla a sus compañeros en el pasillo de una High School de Alabama (EEUU). A discrección, sin fatiga, cargado con la razón como un talibán en defensa del gran Vilas, entregué la hoja a la apuesta señorita que, por supuesto, desconocía por completo la obra y gracia de Vilas, así como también desconocía la obra y gracia de Dylan y la obra y gracia de Cash... y esto, en verdad, me reconfortó
Dicen que las hojas de reclamaciones no sirven para nada más que para saciar tu sed de justicia en un mundo que no esta preparado para satisfacer esas necesidades. Pero Pull & Bear no es el mundo, es el supramundo, algo que está por encima de nosotros, como Dios, como Dylan, como Amancio Ortega y, claro, cómo no, como Manuel Vilas.
A/A Amancio Ortega:
Estimado buen señor, me dirijo a usted para que ordene, de manera fulgurante, a sus diseñadores y tejedores, allá en el culo del mundo donde se encuentren, para que, de ahora en adelante, nunca más aparezcan camisetas de Bob Dylan o Jonhy Cash sin nombrar, citar o mostrar el nombre del único hombre en este país que los comprende como si fueran él mismo. Mayor alarde de calidad humana si en sus futuras decisiones textiles nos honrara a los miles de seguidores del escritor aragonés con una camiseta grabada a fuego con su cara. Además, ahora mismo saca libro, Listen to me, en la editorial La Bella Varsovia que, estoy convencido, suscribirá de pe a pa este escrito. Gracias por su tiempo.
El otro día, mientras analizaba el mercado de calcetines de ínfima calidad e ínfimo precio que existen en el mercado (cosas de la necesidad, ya sabe), encontré, de pronto y sin quererlo, el siguiente producto en www.pullandbear.com y suspiré, cargado de alegría, porque al fin se había hecho justicia. Justicia divina, Vilas, de tú a tú con el altísimo.
Fotografías realizadas por David Refoyo. Ficción publicitaria. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.