Solo me faltaba el postre

Por Aceituno

Hay quien dice que la palabra “suegra” es fea, que tiene connotaciones negativas y suena mal. Yo imagino que debe ser porque existe mucha literatura y muchos chistes alrededor de ella, así que ya quedó formado el tópico. Pero en mi caso no es así.

A mi suegra tampoco le gusta la palabra “suegra”, pero para mí no tiene ningún significado negativo. Todo lo contrario. Mi suegra siempre se ha portado de maravilla conmigo, desde que me conoció me mostró muchísimo cariño y siempre nos hemos llevado bien. Para mí es como una segunda madre y estoy seguro de que yo soy casi como un hijo para ella. Es un sentimiento que se ha ido fraguando a lo largo de los años gracias a dos cosas: por un lado el amor que le he mostrado siempre a su hija, porque a cualquier madre le gusta ver que su hija se siente protegida y amada, y por otro lado el respeto, la espontaneidad y la sinceridad que siempre he mostrado hacia ella.

Por eso hoy he querido dedicarle este post y regalarle un ramo de rosas virtual. La fuerza que nos transmite está resultando fundamental para la lucha que estamos librando y aunque estemos lejos la sentimos cerca. Nos llega cada día su cariño, su optimismo y su sabiduría. Sin ella todo hubiese sido muchísimo más difícil. Para nosotros es un consuelo tenerla ahí, pendiente de cómo van las cosas, dispuesta a ayudar en todos los sentidos y siempre dando muestras de su coraje, enfrentando cara a cara cualquier problema que se presenta. Y encima es la fan número uno de este blog. ¿Qué más puedo pedir?

Ahora vivimos momentos difíciles así que es fácil dejarse llevar por el sentimiento y exagerarlo de alguna forma, pero la verdad es que no es así. En los buenos tiempos era exactamente igual. Recuerdo tantos momentos con ella, siempre llenos de buen humor… lo que más recuerdo es cómo solía reírse y escandalizarse con algunos de mis comentarios, siempre punzantes y sin pelos en la lengua. Le daba risa verme tan desvergonzado y tan ácido, criticando a tal o cual persona. También recuerdo cuando cocinaba algo para ella y veía el plato. Antes de probarlo ya decía con los ojos y con un “¡¡mmmmm!!” que le gustaba. Luego casi siempre era verdad, se lo comía con ganas y no dejaba que la conversación muriese, siempre tenía algún tema para evitar el incómodo silencio. Todo un placer comer con ella y con la Maty. Solo me faltaba el postre. Nunca fui muy bueno con los dulces, así que no me preocupaba de eso. Reconozco el fallo. Cómo me gustaría volver atrás y poder repetir cada uno de los días que cociné para incluir un buen postre.

En fin, desde aquí te deseo un feliz cumpleaños Ruth. Te mando un beso enorme con todo mi cariño.