Este es solo un breve comentario que puede verse de modo más amplio en mi post sobre la historia bíblica de José en el Antiguo Testamento. Pensando en las celebraciones de Semana Santa y en el muy importante rol que el Papa Francisco está teniendo en tan pocas semanas, me parece fundamental recordar cuál es el sentido bíblico de la paradoja más hermosa e incomprensible de la Revelación, a saber, que solo vía la humillación viene la exaltación. Puesto de otro modo, que solo el que sirve puede ser Señor, que solo el que pierde la vida la recupera. Esto tiene una profundidad espiritual (también filosófica) difícil de asir y también difícil de encontrar en otros contextos. El Papa Francisco lo sabe muy bien y por eso está empezando a articular gestos que ya empiezan a parecer una decisión sistemática sobre hacia dónde estará dirigido su papado: al mundo de los pobres, al de los más insignificantes y frágiles. Su decisión de celebrar Jueves Santo en una prisión no es algo minúsculo, se trata de un giro en el modo de entender las cosas. Sin duda Benedicto XVI, por quien guardo gran respeto crítico, comprendía la profundidad del mensaje, pero nunca se animó a asimilarlo también en gestos más claros. Aprendamos, pues, del liderazgo del nuevo Papa. Dejémonos enseñar, pero más allá de él, dejemos que el único maestro, el Señor Jesús, nos enseñe de qué se trata esa paradoja del servicio. ¿Cómo es posible que Dios todopoderoso se haga frágil y vulnerable como un niño? ¿Por qué nació en una familia pobre en un pueblo minúsculo del Imperio Romano? ¿Cuál es el sentido de que Dios, fuente de moralidad y juez de nuestros males, fuese amigo de prostitutas, pescadores, enfermos, paganos y pecadores? ¿Qué significa, finalmente, que el Dios del universo muera humillado al lado de dos ladrones, sintiéndose incluso abandonado incluso por su propio Padre?
Todo esto reúne el misterio de la fe cristiana, el misterio que estamos celebrando en estos días. Que el Señor haga firme y profunda nuestra fe y que lo haga de un modo radical, como él mismo lo propone en la Escritura. Ciñámonos el cinturón y pongámonos de rodillas porque para entrar a su Reino toca sacrificar nuestras prerrogativas para servir a aquellos que jamás conocieron el significado de esa palabra.