Después de empeñarse en viajar a una zona peligrosa, dominada por las FARC, sólo porque se le había puesto en el moño dar un mítin en un pueblo determinado; después de desoir muchas veces las advertencias de autoridades y ejército; después de firmar un documento en el que asumía toda la responsabilidad de lo que pudiera ocurrir; después de que un montón de gente se jugara la vida para rescatarla a ella y a otras catorce personas, ahora le pide al ministerio de Defensa 5’4 millones de euros por los perjuicios causados por su secuestro.
Eso sí, en sintonía con la carita de buena que presenta al tiempo que prepara el monedero, aclara que no demanda al Estado ni al ejército que la liberó, que no hay ningún ataque contra el Gobierno ni contra el presidente Álvaro Uribe, a quien se muestra agradecida. Se trata sólo de que “le parece importante que los ciudadanos podamos conversar con el Estado colombiano, y analizar los fallos y decirle cuándo algo está mal“.
Creo que el tema no necesita más comentarios.