Sólo se va quien es olvidado

Por Andrea Alanís @andrealanis

Cuando la vida te separa de alguien que amas, el recuerdo de su sonrisa es la mejor manera de seguir adelante.

Cuando alguien se va y ese alguien resulta ser cercano y querido, el hueco en la barriga no se hace esperar, el corazón se siente un poco más chiquito, aplastado, dolido. Llegan los mil y un porqués, los mil y un hubiera, y los mil pasó lo que tenía que pasar. Tres actitudes que tu cerebro genera para evitar un poco de dolor y es algo por las que según los especialistas debes pasar, las etapas de duelo que le llaman.

Cada persona es diferente y por lo tanto reacciona diferente a cada circunstancia pero de que se siente jodido se siente jodido porque una vez más debes acostumbrarte y adaptarte al cambio. Lo malo, jamás verás a esa persona regañarte, sonreír, vivir y bailar a tu lado. Lo bueno, te quedas con el momento, el instante, con las cosas buenas y malas que pasaron y esas experiencias nada ni nadie te las puede quitar.

Ayer perdí a alguien cercano y querido para mi y aún con el hueco en la barriga, el nudo en el corazón y sin palabras que decir, me pongo a pensar en eso que verdaderamente importa. El valor del momento, de cada instante, de cada risa compartida, de cada baile, de cada sueño, de cada experiencia, de cada error, de cada pelea. Porque tenerlo al lado de ti y poder decir te amo, lo siento, me equivoqué, vale y vale mucho.

Nos pasamos la vida peleando, discutiendo y complicándonos la existencia a cada paso, que si dijiste, que sí yo dije, que sí me ofendiste, que sí te ofendí y sin más ni más, nos distanciamos. Y hacer esto, ¿sirve de algo? El hecho de estar en caminos separados, que pensemos diferente, que veamos la vida desde otra perspectiva, no impide el seguir juntos, porque los lazos de sangre, de amistad, de aficiones, están ahí.

Con una pizca de humildad el mundo sería mucho más feliz. ¿A poco no? 

A 24 horas de saber que no veré más tu sonrisa sólo puedo decir GRACIAS, por dejarme compartir 36 años a tu lado. GRACIAS por enseñarme a amar, a reír, a vivir. Dicen que uno aprende el verdadero sentido del amor cuando cuidas una planta, a una mascota o un enfermo. Y tú, vaya que me enseñaste bien. GRACIAS por enseñarme a valorar la vida, a amar a los animales y a decirlo todo con una sonrisa. GRACIAS por tus regaños, por las vacaciones, por cobijarme como una hija más, por valorarme tal como soy y por compartir conmigo tanto a pesar de la distancia. No te digo adiós porque sé que te volveré a ver y mientras eso sucede, bailaré mambo frente a la Cibeles, seguiré hablando con mi sonrisa y disfrutaré la vida tal y como me has enseñado.