Este libro tiene bastantes buenas críticas por la blogosfera, así que advierto que la mía no irá por esa línea, sino más bien por la contraria. ¡Espero que os guste!
Después de un accidente de avión en el Pacífico, diez supervivientes dependen entre si para poder subsistir en una isla desierta. Pero mientras permanecen solos en ese lugar, se dan cuenta de que hay algo que no encuadra; todos parecen tener secretos y la paranoia empieza a invadirlos. ¿Seremos rescatados? ¿Por qué aquél me mira con mala cara? ¿Dónde estará mi compañero?
El autor te invita a aventurarte en un camino sin retorno, en un viaje de ida sin vuelta, a ser testigo de un destino cruel y de esos pequeños momentos que cambian radicalmente la vida de una persona. ¿Lo soportarás?
Solo, una historia, dos puntos de vista, una historia inquietante que no dejará indiferente a nadie y donde la empatía juega un papel crucial.
Prepárate para bucear en un mar de sentimientos contrariados.
He tardado bastante en hacer esta reseña porque no sabía muy bien cómo empezar. Realmente este libro había cosechado bastantes buenas críticas por la red, que aunque no indicaban que el libro fuese a ser una maravilla, sí que hablaban de un libro entretenido y con chispa. Será que no es mi tipo de libro, o que no he sabido cogerle el punto, pero el caso es que no me ha gustado.
Lo primero que llama la atención es la falta de caracterización de la mayoría de los personajes. El único que mínimamente he visto bien definido es Yerobe, que supongo que al ser el narrador de buena parte de la historia, sufre un proceso evolutivo y aparece más esbozado. En cambio, el resto del elenco carece completamente de personalidad. La otra protagonista de la historia, por decirlo de alguna manera, es Helen, una psiquiatra que condena continuamente los prejuicios, pero que se pasa prejuzgando media obra. Esto todavía se podría entender como una de esas contradicciones típicas de seres humanos, pero el hecho de que su marido se muera- esto no es un spoiler, pasa en menos de cincuenta páginas- y lo eche de menos dos páginas ya no. Tampoco que de vez en cuando parezca recordarlo y dos minutos más tarde todo se le haya pasado. Del mismo modo no entiendo el comportamiento de David, que se involucra excesivamente con una persona a la que apenas conoce. O el de Susana, que pierde a toda su familia en el accidente de avión, pero que en dos días ya está pensando en ligar. O el del señor que tiene un hierro atravesado en el estómago y tarda varios capítulos en morir, pero dando conversación. No sé, si yo tuviese un hierro en el estómago, me dolería y eso. Eso sin contar las incoherencias tales como no darle nombre a ciertos personajes hasta la mitad del libro, cuando se supone que llevan varios días conviviendo en una isla.
Rayco Vargas Sánchez
La narración del autor es bastante sencillita y visual. He tenido la constante sensación de que iba escribiendo las cosas tal y como le venían a la cabeza, sin cuidar la narración o las formas. He encontrado un par de incoherencias en algunas frases, muchos errores de puntuación y algunos ortográficos, además. En cuanto a los diálogos no parecían en absoluto reales. En el caso de los profesionales que aparecen en la novela, como la mencionada psiquiatra o el abogado, parece que quisiese incluir un nivel lingüístico más elevado, pero sin llegar a conseguirlo. De este modo, aparecen frases tales como la siguiente:Su enfermedad, unida al contexto donde nos vimos obligados a subsistir, agravó exacerbadamente los síntomas de su esquizofrenia.
A ver, si analizamos esta frase, nos damos cuenta de que el sujeto (su enfermedad) vuelve a aparecer más tarde (los síntomas de su esquizofrenia). O sea, según nuestra psiquiatra, la esquizofrenia, unida al medio en el que estaban, agravó su esquizofrenia. No le veo sentido.
La historia en sí es lo que más me ha gustado del libro. Me parece una muy buena idea bastante mal explotada. La historia en sí contiene todos los ingredientes que hacen una novela completa: amor, celos, intriga, misterio... por Dios, ¡si la historia se desarrolla en una isla desierta! Creo que el autor no debería forzar tanto las cosas. Tiene que conseguir que la historia fluya por sí misma, y no meterla con calzador usando personajes que son meras cáscaras, además contada con una narración descuidada. Aunque claro, esto es una opinión.
Tampoco me ha gustado esa especie de reflexión que intenta introducir Rayco Vargas Sánchez. No sé si esto lo habrá hecho aposta, o si son cosas mías, pero si pretendía hacernos reflexionar sobre la igualdad y la no discriminación a personas homosexuales, o sobre todos los aspectos negativos intrínsecos en la pena de muerte, no lo ha conseguido. Para empezar, porque este tipo de reflexiones deben provenir de forma natural, gracias al propio desarrollo de la historia, con comentarios de los personajes, con acciones y consecuencias. No a través de un discurso de uno o varios de los personajes. Y si encima estos alega cosas como “si una persona disfruta asesinando, ¿qué mejor manera de joderle, teniéndolo encerrado de por vida? Asesinándole solo le estamos acortando la agonía”. En fin, no voy a decir que el sistema de justicia está ahí precisamente para hacer justicia, y no para “joder” a la gente, porque es muy obvio.
En cuanto al final... me ha dejado bastante fría. No por la idea del final en sí, que me habría gustado, sino más bien por la forma de tratarlo. Debería haber sido algo más conmovedor, menos frío. Y para mí no ha sido así. Ha sido más bien un alivio, al saber que había terminado la novela.
¿Y vosotr@s? ¿Pensáis leer el libro? ¿Lo habéis leído? ¿Estáis de acuerdo con mi opinión? ¡Nos leemos!
Poy