No hay final sin comienzo. No existe ni la muerte ni el tiempo.
Sólo la vida, desnuda ante nuestros ojos, circula y se devanea como la llama en un junco, como una vela en un río.
Sólo existimos. Sólo nosotros. Nosotros mismos.
Paseamos con miserias o sin miserias, entre sonrisas propias o ajenas.
Somos preámbulos sin preámbulos.
No hay prólogos de otros, no hay libros sin vida, No hay músicas sin materia, sólo locura; no existe una senda sin árboles ni una luna cerca.
Sólo ideas como mareas golpean contra el acantilado.
Para los amigos no existen los epílogos, pues no existen los peligros.
Sólo Jasón. Sólo nosotros. Nosotros mismos.
Y aunque dicen que todo es un ciclo y que reviviremos lo vivido, no alcanzaremos a comprendernos ni a amarnos sin ser otros locos, más ajenos o cercanos, que nosotros mismos.
Aquellos que nos acompañen y nos hagan crecer por dentro, aquellos que crean en el ser humano; sentirán nuestra huella y reflejarán su mirada en nuestro espejo.
Simplemente ellos, sabrán de mi existencia.
Sólo vosotros. Sólo el rumor del viento.
Sólo tú galoparás por la pradera como un potro salvaje de otro tiempo.
Sólo yo puedo recorrer la locura en mi camino y buscar mi tumba en un entierro.
No habrá finales sino comienzos... no habrá extraños, al nacer un solo llanto.
Sólo tus pasos y una sombra que no sabe quien se interpone entre la luz que te crea y su etéreo manto.
Que pergeña tu vida con el mayor de los cariños.
Sólo yo. Sólo un sueño.
Chema García
Sit tibi terra levis... Leopoldo María Panedo. A todos los que conviven con la locura.