Como el Sol continúa su Ruta Celeste por la Eclíptica, nuevamente aparecerá por el "Punto Aries" en marzo, lo que determinará que la sucesión de estas cuatro etapas descriptas se suceda año tras año en forma cíclica y permanente.
Estos cuatro extremos del Movimiento Aparente Solar donde en dos de los cuales la duración del día iguala a la de la noche (Equinoccios de marzo o Aries y de setiembre o Libra) y en los otros donde se produce el día o la noche más larga del año según los Hemisferios (Solsticios de junio o Cáncer, llamado también "hienales", y de Capricornio o diciembre, conocidos por "vernales") marcan la entrada de las Cuatro Estaciones, de tres meses cada una. En los Solsticios la diferencia entre la duración del día y la Noche llega a su máximo, y en los Equinoccios dicha prolongación se equilibra en tiempo. Siguiendo una Ley Universal de Coexistencia de los Contrarios, en el mismo Planeta Tierra tendremos Estaciones antitéticas donde se marcan efectos naturales inversos pero que poseerán en común su carácter solsticial o equinoccial según los casos (el Tercer Aspecto Unificador de los contrarios, además de su temporalidad en el año (Cuarto Aspecto Realizador). La entrada del Sol en Aries (convencionalmente el 21 de marzo) inaugura el Otoño en el Hemisferio Sur y la Primavera en el Norte; el ingreso en Cáncer coincide con el Invierno en el Sur y el Verano en el Norte; la introducción en Libra marca la Primavera en el Sur y el Otoño en el Norte, y el pasaje por Capricornio inicia el Verano en el Sur y el Invierno en el Norte.
Cada una de estas etapas estacionales inauguradas por los diferentes Equinoccios y Solsticios se corresponde también con modificaciones climáticas de importancia en la Tierra, marcado por perpendicularidad de la caída o ángulo de incidencia de los Rayos solares.
Los máximos y mínimos de temperatura se advierten en los Solsticios (mayor calor en Verano y frío más acentuado en Invierno, según Hemisferios y Estaciones), mientras que en los Equinoccios de Otoño y Primavera parecería llegarse a un punto de equilibrio térmico, produciéndose un descenso o ascenso según la proximidad del Invierno o el Verano respectivamente. La evolución de la Naturaleza parece acompasarse con esta alternancia de Solsticios y Equinoccios, influida por la intensidad solar y las variaciones climáticas cíclicas. En Invierno se registra la mínima actividad vital, produciéndose un compás de resistencia hasta la máxima intensidad en el Verano para decaer al llegar el Otoño (época de madurez y cosecha de los productos de la Primavera) y después disminuirse a medida que se aproxima el próximo Inverno. A su vez, los Solsticios de Invierno y Verano marcan una época de máximos contrastes climáticos y vitales entre los Hemisferios Sur y Norte para llegar a un breve punto de casi semejanza en los Equinoccios de Otoño y Primavera (aunque después evolucionarán según las latitudes hacia estados diferentes). Pero estos cuatro estadios equinocciales y solsticiales son extremos y por tanto breves; en los Solsticios la intensidad solar, climática y vital puede ser la máxima en Verano o mínima en Invierno pero ésta disminuirá o crecerá al llegar el Otoño o Primavera respectivamente, y asimismo el precario equilibrio de los Equinoccios de Otoño y Primavera se desestabilizará hacia una disminución o aumento en las fuerzas naturales según avancemos hacia el Invierno o Verano respectivamente. En fin, dos épocas de estabilidad (con un punto equilibrante en la entrada de cada Equinoccio) y dos de total inestabilidad, extremas como breves y contrastantes entre los dos Hemisferios de la Tierra en un sólo año que marcan hitos importantes, donde las fuerzas Macrocósmicas del Sol y las Estrellas (constelaciones zodiacales y las que conforman la Bóveda Celeste) se proyectan o corresponden con la vida Microcósmica de la Tierra.
Esta coincidencia astronómica, climática y biológica, con sus particularidades y contrastes como los que hemos descrito, seguramente llamó al Ser Humano la atención desde mucho tiempo atrás, quizá tan atrás que se pierde en los abismos del Pasado y de la Humanidad. El descubrimiento en la Naturaleza de ese Reloj cuyos cuartos de hora corresponden a las Cuatro Estaciones ya se había comprendido en los más remotos tiempos, y los seres vivos no escapan a su influencia, al punto tal que llevan el movimiento estacionario en sus propios genes; ya se ha encontrado recientemente regiones en el ADN de los cromosomas desde los hongos e insectos hasta los Seres Humanos que regulan los ritmos estacionales, prueba contundente que demuestra nuestra sincronización con los Movimientos Astrales.
En los cultos a las Fuerzas Naturales y a los Astros sin duda los Solsticios y Equinoccios formaron parte importante de reverencia, como puede advertirse en los Estudios sobre Religiones de pueblos primitivos y de Religión comparada, que por su riqueza no podemos detallar. Y no es para menos; ligada al principio la Religión a la supervivencia, seguramente el Hombre, desde siempre atraído por la necesidad de explicar y dominar los Misterios que le rodeaban, comprendió desde muy antiguo la correspondencia entre lo climático y lo que obtenía por su caza o recolección, sus ganados y cosechas más tarde. En los diferentes períodos estacionales advirtió cuáles eran los más propicios para la abundancia y para la escasez, para la preparación y para la cosecha, y luego aprendió a prever y medir esos períodos orientándose en los Signos de la Naturaleza y en las observaciones astrales. En el descubrimiento de la producción periódica o cíclica de los Solsticios y Equinoccios comprendió y pudo marcar cuándo comenzaban y también finalizaban cada uno de esos períodos estacionales.
Al comprender este Lenguaje de la Naturaleza y de las Estrellas, también la Vida del Hombre se orientó conforme a ellas, porque esto garantizaba su subsistencia. Sin embargo, cuando la Religión comienza a dirigirse al Interior de cada Individuo, vemos que los Solsticios y Equinoccios aparejarán también un significado espiritual. Porque es cierto que los Solsticios y Equinoccios también operan transmutaciones invisibles a nivel espiritual y a nivel de la Humanidad, como observará Cassard.
La Agricultura, que marca un pilar fundamental en la Evolución de la Humanidad, fue una de las más beneficiadas por la comprensión de los Solsticios y los Equinoccios. Los más primitivos Calendarios (hechos al principio por necesidades estrictamente agrícolas) siempre están referenciados con la Agricultura, y los inicios del ciclo anual generalmente toman comienzo en un Solsticio o Equinoccio, o en oportunidad
cercana a su entrada. Por ejemplo, en Egipto antiguo el año comenzaba en el período de "Shait", época de inundación del Nilo coincidente con nuestro mes de junio (entrada del Solsticio de Cáncer). El Calendario de Guezer está siempre referenciado a los trabajos agrícolas de cada período y señala una época coincidente con marzo-abril y la entrada en Aries (Nizán) para la recolección de la cosecha. El primitivo Calendario romano comenzaba en marzo (recién con la reforma Juliana se transferirá el principio del año a Enero -"Januarius"-), coincidente con la Primavera en dicha latitud y la época de las cosechas, que inauguraba las Bacanales, Fiestas de la Fecundidad y del Triunfo de la Vida en la Naturaleza que se pierden en la Historia y se relacionan con otros dioses de la Generación o de la Resurrección como Osiris, Astarté, Freya, Afrodita o Venus, que era también la diosa de la Fecundidad de la Tierra que renacía luego de cada Solsticio, y por supuesto Dionisos o Baco. Los Celtas también rindieron culto especial a los Solsticios y Equinoccios, haciéndose aún hoy Fiestas anuales importantes por quienes manifiestan recoger su legado. Toda una Tradición que todavía importa a la producción agrícola y de la cual no ha podido desprenderse ni el Cristianismo (a pesar que se originaba en creencias "paganas") ni la Sociedad Secularizada actual. Por donde lo queramos ver, los Solsticios y Equinoccios forman parte de la Vida del Ser Humano, como veremos más adelante.
Estas arcaicas veneraciones a la entrada de los Solsticios y Equinoccios, que se remontan a los más lejanos tiempos de la Humanidad, han servido a algunos de base para fundamentar que la Masonería proviene de la más remota Antigüedad. En Masonería Simbólica sólo se celebra las Fiestas Solsticiales, que se hace coincidir en los 24 de junio ( Fiesta de San Juan, verdadero Día del Ap. y 21 de diciembre (Fiesta del Sols.: de Ver.. La diferente graduación de la Luz, que orienta a la Ord.:, determina que la oscuridad del invierno sea espiritualmente propicia para las IInic.:, y la luminosidad del Verano favorezca la instalación de los GGr.: MMaest.: y hasta VVen.: (aunque se prefiere en el último caso el Equinoccio de Primavera u Otoño según el Hemisferio Norte o Sur).
En los Equinoccios, que se celebrarían en los CCap.:, en la Mas.: Simbólica uruguaya se hace coincidir el 21 de marzo con el Día del Compañero y el 21 de setiembre se festeja el Día del Ap.:. El Equinoccio de marzo es propicio para el inicio anual de los TTrab.:; tradición que viene del Norte ya que allí es Primavera y el Sol se encuentra con fuerza, y más por razones de conveniencia el Sur la mantuvo, ya que en el Solsticio de diciembre (cuando cesan los trabajos hasta el Equinoccio de marzo) en el Norte hay poca intensidad del Sol y se inicia el período de Oscuridad simbólica, pero en el Sur comienzan las Vacaciones de Verano, donde todos naturalmente se dispersan o disminuyen su ritmo de actividad, con lo que decrece el Trab.: Mas.:. Se dice que los antiguos conocían en lenguaje metafórico a los Solsticios y Equinoccios como las "Puertas del Cielo", y así también se conocería en la Iglesia (Psal. 78 -77-:23), de las cuales las dos principales eran las del Norte y las del Sur, las cuales servían de límite o "nec plus ultra" al Sol y se corresponden con las CCol.: B.: y J.: en nuestra Log.:, Puertas extremas que en la Leyenda de los Doce Trabajos de Hércules (analogía del Zodiaco) limitaron sus viajes.
Las Puertas Celestes del Norte (Cáncer) y del Sur (Capricornio) eran también conocidas como la "Puerta de los Mortales" o "del Infierno" (que franqueaba el paso de los morales) y la "Puerta de los Inmortales" o "del Cielo" (que daba paso a los dioses), respectivamente.
Por eso los Pitagóricos consideraban que el Alma, liberada por la Muerte, ascendía y entraba al Cielo por la Puerta Solsticial de Cáncer hasta que al liberarse definitivamente después de Reencarnaciones penetraría al Cielo para siempre por la Puerta Solsticial de Capricornio. Custodiando estas Puertas estaba para los romanos el dios Jano, quien abría el Cielo a la Luz y lo cerraba como Portero Celestial, cuyos atributos más característicos son la Llave y las Dos Caras (de ahí el nombre de "Jano bifronte"), que representan el conocimiento del Pasado y del Devenir. En algunas representaciones se lo llega a ver hasta con cuatro caras, y eso puede recordar a las Cuatro Estaciones o al Devenir. Era en Roma el dios del Cielo Luminoso y el dios de los Orígenes y Comienzos pero también el de los finales, y por ser el Portero Celestial era el dios de las puertas de los Hogares y de los días que se abrían invocando su nombre. Por la entrada del Solsticio de diciembre se realizaba las Fiestas Januarias que podrían considerarse antecedentes de las Fiestas desde el 1o. de enero, de ahí que el mes de enero se pasara, en la reforma Juliana del Calendario romano (antiguamente el Calendario en Roma comenzaba en marzo, mes del Equinoccio de Primavera, como dijimos), a inaugurar el año en el mes de Jano o Januarius (de ahí el español "enero"). En estas Fiestas Januarias los amigos y parientes se enviaban presentes, viéndose aquí un anticipo de nuestras Fiestas Tradicionales.
El nombre latín de Jano es "Janus", que en latín significa "Puerta" y en plural es "Janua"; así "Janua Coeli" son las "Puertas del Cielo" de los Antiguos. "Janus" o "Janua" ha sido relacionado con el nombre de Juan, vinculado en la adaptación que hizo el Cristianismo de las Fiestas paganas solsticiales puesto que dos Juanes presiden en el Santoral la entrada del Invierno y el Verano; de este modo el 24 de junio es el Día de San Juan Bautista (para algunos como Cassard el verdadero Patrono de la Masonería), que en épocas de oscuridad (que recuerda a la del Invierno moral humano) para Israel predicó ante un ambiente totalmente hostil la venida de la Luz del Cristo, y el 27 de diciembre el Día de San Juan Apóstol y Evangelista (a quien se venera por por la Ord., quien da testimonio directo de la Iluminación Crística, pero esto es en el Hemisferio Norte ya que el desfasaje solsticial en los dos Hemisferios terrestres también produciría cambios en los Santorales respectivos, porque en el Hemisferio Sur San Juan Evangelista debería recordarse el 24 de junio y San Juan Bautista el 27 de diciembre (al revés). Este dato es de relevancia por la importancia de San Juan en la Masonería, por cuanto se reconoce en nuestra Ob.: a las Fiestas Solsticiales como las "Fiestas de San Juan". Aparte, recordaremos que el 23 de diciembre (vísperas de Nochebuena) se venera en el Santoral a San Juan de Kety.
Fuente: Masones en Lengua Española