Nueva candidata a la titularidad de la OSPA que además tendrás una segunda oportunidad el próximo viernes, con dos obras muy distintas para calibrar sus posibilidades. En entrevistas previas comentaba: "necesito una historia de amor con la orquesta", y creo que hubo flechazo porque en Asturias diríamos que "ye piquiñina pero mandona", la calidad no se mide por la talla física sino artística, y la maestra Tali puedo asegurar que sobre el podio y esgrimiendo la batuta resultó inmensa.
El delicado Allegretto inicial es de una fragilidad que el húngaro supo transmitirnos con una ligereza que no dejó nota alguna por escuchar pero con la firmeza necesaria.
El Adagio Religioso resultó cual oración y miedo al más allá hecho música por el compositor moribundo que busca redención precisamente con sus notas, o mucho mejor descrito por Ana Vega (¿Toscano?) en las notas al programa "Abismo y paraíso se mezclan y conjugan en este duelo final que el espectador intuye, del que participa con cierto temblor en sus manos, con un pálpito indeterminado en el corazón que le conduce al hombre que hay tras la obra", unas sonoridades en el piano perfectamente contrastadas con la orquesta cual coral luterano del siglo XX.
El desenlace del Allegro Vivace nos devuelve la luz con una cuerda única que llevo defendiendo hace tiempo, compacta, vigorosa en el diálogo con el solista, dejándonos deslumbrados tras las sombras anteriores. Me consta que Radio Clásica lo grabó y tendremos que estar atentos a su emisión para volver a recrearnos con un concierto digno de las "Jornadas de Piano".
La segunda parte la ocuparía Mozart con su Sinfonía nº 41 en DO M., K. 551 "Júpiter", triunfal para seguir jugando con "oscuridades que iluminan" nuestras vidas, y esta última sinfonía del genio de Salzburgo es una de ellas.
El Allegro vivace resultó así de velocidad, sin complejos porque la orquesta responde sin problemas, sin jugar con rubato alguno y dejándonos un primer movimiento vigoroso.
El sublime Andante cantabile fluyó solo, nuestra formación lo sabe y creo que la directora se percató de ello, una serenidad y madurez alcanzada con los años que logra transmitirla al público. Por una vez no se escuchó ni una tos pese al aire acondicionado o el frío de la calle.
El Menuetto (Allegretto) rítmico y elegante de nuevo nos convenció de las bondades instrumentales de todos y cada uno de los músicos de la OSPA bien llevados por la estoniana que marcaba cada pasaje, cada melodía, cada acompañamiento...
Faltaba el Molto allegro del Mozart deslumbrante e impactante, premonición de saberse su última sinfonía, la misma que como dice mi admirado John Falcone "no deja indiferente a nadie" (igualmente recogido en las notas al programa). Qué razón tiene porque se consiguió un auténtico flechazo entre todos y cada uno de los asistentes, músicos y público, una versión ágil, brillante, que nos supo a poco. Al tener otro concierto nada menos que con el Concierto de cello de Elgar y el Part de la Sinfonía de "Los Ángeles" (que ha dirigido en Gotemburg) supongo que la primera impresión se corrobore y lleguemos a mayores tras el flechazo de este encuentro que promete.
P. D. 1: Crítica de Ramón Avello en El Comercio del sábado 4.