La radiación térmica, que en el caso de Hirishima alcanzó la temperatura de 3000ºC en el momento inicial de la explosión, se propaga en línea recta, lo que significa que cuando es bloqueada por un objeto, crea una sombra. Estas sombras pueden observarse todavía en Hiroshima y Nagasaki (Japón) en consecuencia de los bombardeos atómicos de 1945.
En algunos casos, se encontraron sombras de personas (como en la imagen superior), pero no quedó rastro de los cuerpos de estas debido a que el calor generado en la explosión los vaporizó, dejando una sombra permanente detrás.
Las sombras actualmente quedan como recordatorio de una salvajada sin precedentes que tuvo repercusiones biológicas y psicológicas durante décadas. Y habrá quien siga negando la naturaleza violenta de los primates, con la jerarquía social que hemos heredado.