El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, puede respirar, por fin, tranquilo. Ha encontrado un salvavidas al que aferrarse en un momento crítico, en el que las encuestas constatan su debilidad y pérdida de credibilidad, al tiempo que en su propio partido cuestionan su liderazgo y la izquierda, que en su día confío en sus promesas, le ha dado la espalda, decepcionada por su sumisión a los dictados derecha económica y social.
Zapatero tiene razones sobradas para estar satisfecho; pase lo que pase y haga lo que haga, tiene garantizada su estabilidad hasta el año 2012 y con toda seguridad, dada su tendencia al optimismo patológico, confía en una recuperación económica, que le permitiría presentarse a un tercer mandato y ganar, contra todo pronóstico, las elecciones. La realidad, sin embargo, es tozuda ylos brotes verdes, tantas veces anunciados, nacen marchitos.
El socio de Zapatero estaba cantado de antemano; no tenía más pretendientes que el PNV y posiblemente en esta formación haya tantos detractores de este acuerdo como impulsores del mismo. El cumplimiento del Estatuto de Autonomía, si es que fuera verdad, constituye una buena noticia para Euskadi, pero no creo que, en este momento, satisfaga plenamente las aspiraciones de la sociedad vasca, cansada de esperar durante más de tres décadas unas transferencias que aún no han llegado y está por ver cuándo y cómo llegarán.
Posiblemente una parte importante de la ciudadanía hubiera agradecido que la formación nacionalista hubiera exigido a Zapatero una negociación en profundidad sobre la reforma laboral, acorde con las demandas de las centrales sindicales, y la renuncia a modificar el sistema de pensiones. Imagino que el PNV habrá valorado los riesgos de unir su suerte a un presidente quemado porque, sin duda alguna, tendrá que tragar muchos sapos, que incomodarán a su base social.
No sé si Zapatero cumplirá su palabra en relación con el cumplimiento del Estatuto de Autonomía, pero tengo mis dudas. La experiencia ha demostrado que el presidente es todo un profesional de la tergiversación y del mismo modo que en su día incumplió sus compromisos con Artur Mas, en Catalunya, con este pacto deja tocado al lehendakari López, que queda desautorizado como interlocutor del Gobierno centrol, al tiempo que ve amenazada su alianza con el Partido Popular en Euskadi.
No es descartable, en este sentido, que el Gobierno López sobreviva bajo la sombra de la minoría parlamentaria y, llegado el caso, sea el PNV quien le brinde su apoyo en más de una votación. Si resulta poco estético un acuerdo secreto, cerrado en un encuentro clandestino, sobre una materia tan sensible como el Estatuto de Autonomía, qué podemos decir de la esquizofrenia que supone que el PSOE gobierne en Euskadi con el Partido Popular y con el PNV en Madrid.
Es de imaginar que a medida que se acerquen las elecciones de 2012 el Partido Popular quiera marcar perfil y dar un golpe de autoridad en la mesa. Los resultados de los comicios municipales y forales de 2011 condicionarán hasta entonces movimientos y alianzas. Tengo la convicción de que Zapatero y el PNV habrán pactado también los pasos a dar ante un alto el fuego permanente y verificable de ETA para recorrer juntos un camino que puede despejarse en el corto plazo.
Un escenario sin ETA abre un panorama político nuevo, en el que la izquierda abertzale podrá retornar a las instituciones y el reparto del poder político en Euskadi será distinto al actual. El juego de mayorías y minorias será diferente y es posible que tanto PSOE como PNV tengan añoranza de tiempos pasados en los que gobernaron juntos el entramado institucional vasco. Será cuestión de tiempo, pero no me sorprendería ver a PSOE y PNV compartir un mismo discurso sobre el fin de la violencia y la gestión de un proceso de paz.