El ser humano funciona como la batería de un coche. Aunque deberemos tener en cuenta ciertas diferencias relevantes. Nosotros no sólo acumulamos y gastamos energía. Somos energía. Pero existe una desventaja en relación con el pequeño accesorio automotriz debido a que mientras un vehículo sabrá siempre cuándo y cuánta energía utilizar, nuestros índices de referencia serán manejados generalmente por nuestro temperamento y no siempre en nuestro favor.
Un vehículo estacionado sabe que no necesita utilizar energía. Sabe también que deberá emplear mayor cantidad de la misma a los efectos de poner en marcha el motor, que la que requiera para encender los faros. Sabe exactamente de qué manera repartir el uso de su energía y cómo acumularla para contar siempre con la necesaria a la hora de ser usada.
Comparando, nosotros invertimos energía sin ningún tipo de control. Nos movemos de manera automática, manejados por impulsos que nos llevan a gastar demasiadas energías en situaciones irrelevantes. Ello nos ocasiona la falta de las mismas cuando nos encontramos frente a situaciones en las que realmente las necesitamos.
Por ejemplo, cuántas veces nos vemos involucrados en interminables discusiones que no nos llevan a ningún lugar ni traen beneficio alguno a ninguna de las partes participantes. Pero sin advertirlo quedamos atrapados en una especie de inconsciente necesidad de "convencer", movidos por nuestro ego.
"Siempre dispondremos de la posibilidad de ofrecer nuestra opinión. Pero debemos saber respetar la de los demás, de manera tal que a la vez que expresemos respeto hacia otras opiniones estaremos reservando importantes cantidades de nuestra energía para ser utilizada en los casos de verdadera necesidad".
* Miembro de Escritores Club (Agrupación de Escritores Independientes de Habla Hispana).
* Asesor de la Academia Filosófica Hebrea "Sinaí".