"La Maison En Petits Cubes", de Kunio Kato
Este proceso de aprendizaje al que llamamos 'persona' está hecho de experiencias acumuladas, de vivencias, de sensaciones, interpretaciones, juicios, reacciones, respuestas emocionales, placer, dolor, búsqueda, deseo, miedo... Algo que comienza en el interior cósmico de una célula se despliega a lo largo del tiempo, esa extraña ficción que nos configura y destruye dando lugar a una identidad efímera a la que nos aferramos desesperadamente. Solo para ser 'yo', para diferenciarnos, para separarnos, supongo que sin darnos mucha cuenta de que esa fragmentación nos expulsa del paraíso, nos convierte en algo extraordinariamente pequeño condenado a sufrir y a buscar eso 'otro' que nos complete y nos devuelva a la totalidad que nos precede y sucede como si nada.
No todo el pasado aparece en la consciencia, que siempre habita en el presente, pero persiste en las capas infinitas de la memoria. Y pesa... Pesa tanto que creemos ciegamente que somos ese espacio profundo del ayer en el que a veces buceamos para encontrarle algún sentido añadido a nuestra insignificancia.
Algunos jirones de experiencias compartidas entre amantes se deshacen olvidadas en el fondo del abismo. Pero la intuición nos dice que hay también eternidad en todo ello, que lo eterno se mostró y se muestra en instantes fugaces para hacernos saber que no todo es avanzar hacia la muerte en el futuro. Que estamos aprendiendo a ser, despejando dudas, aclarando espesas redes de confusiones cultivadas para que entre un poco de luz en esa hondura.
"Conocer es recordar", nos dijo Platón, haciéndonos saber que somos reminiscentes de algo más que de las escenas proyectadas en la película de nuestra vida diminuta. Difícil tarea la de ser feliz, y al mismo tiempo obligada. Queda para siempre el Amor: la tendencia a la unidad de todo lo que existe.