LIDIA MARTÍN
El mundo da muchas vueltas, qué duda cabe. Hoy tal vez estamos aquí y mañana podemos estar en cualquier otro lugar o, simplemente, no estar. Es más, ni siquiera hace falta ir tan lejos, pensar en el día de mañana. Dentro de un “simple” pero, a la vez, complejo segundo las cosas pueden haber cambiado tanto que no seamos ni siquiera capaces de concebirlo anticipadamente. Nos da tanto miedo, que preferimos, en el fondo, vivir ajenos a esa realidad terrible que es el tiempo limitado.
Hace sólo unos días todos los noticieros iniciaban la semana lamentándose por un complicado fin de semana en lo que a víctimas de tráfico se refiere. Múltiples accidentes, varios con motoristas implicados, otros relacionados con atropellos y, sin duda, uno de los más dramáticos y conmovedores a la par que resquebrajantes, el de una mujer embarazada de nueve meses que era arrollada por un vehículo en una localidad madrileña y fallecía sin que se hubiera podido hacer nada por ella, aunque sí por su bebé. Lo que inicialmente era una mezcla de tragedia, pero también de esperanza, se fue complicando hasta terminar en la desgracia añadida de que tampoco se hubiera podido hacer nada por el bebé, que fallecía horas después. No sabemos qué hubiera sido de la vida de ese niño viniendo al mundo en una situación tan desventajosa. Tampoco podemos ni imaginar el dolor para su familia. Pero, por alguna razón, los acontecimientos de dieron en esta dirección y no en otra y nos mostraban la cara más amarga e incomprensible de la vida.
Puede leer aquí el artículo completo de esta psicóloga. de fe evangélica, titulado Somos mucho más que el tiempo que nos queda