Somos. pros y contras de una campaña necesaria

Por Rocastrillo @roabremeloya

La noble idea de cambiar el mundo no puede contar con quienes han creado los problemas que lo azotan

    Hoy he salido a la calle con la camisa al revés. No ha sido un despiste. He querido secundar la campaña Somos, lanzada por 25 ONGs con el objetivo de “fomentar la solidaridad en la sociedad en la que vivimos” y reconocer la labor de las personas que colaboran con estas organizaciones. Además de homenajear a quienes ya están ayudando, la campaña constituye una invitación para que nuevas personas se unan a la noble y necesaria intención de cambiar el mundo.

    

    No he dudado en unirme a Somos, como tampoco tengo ninguna duda de que no me gusta el mundo que nos ha tocado vivir y creo firmemente que en la necesidad de hacer lo que sea para cambiarlo. Ahora bien: ¿cual es la utilidad real de una campaña comoSomos? Me gustaría creer que mucha pero, sinceramente, no pienso que el orden establecido por quienes ostentan el poder y el dinero vaya a alterarse un ápice después de esto.

    Me he llevado toda la mañana en la calle luciendo mi camisa al revés y no he visto a nadie que lo hiciera. Tampoco he observado que la gente me mirara de un modo especial. Solo una persona, dependienta de una tienda en la que he entrado a comprar pan, se ha quedado mirando la larga etiqueta que sobresalía de mi costado y me ha preguntado tímidamente si me había dado cuenta de que llevaba la camisa al revés. “Por supuesto. Lo he hecho aposta. Quiero cambiar el mundo”, le he contestado. Ella me ha vuelto a observar con el mismo gesto de extrañamiento y me ha soltado una frase similar a “¿qué vas a conseguir con eso?”. Le he explicado que había una campaña y en qué consistía. Me ha dicho que no había escuchado nada del asunto y nos hemos despedido con una sonrisa mutua.

    Si no creemos en utopías del tipo “juntos podemos cambiar el mundo” nunca se harán realidad. Por eso me niego a no creer y cuando me levanto cada mañana, la frase “Otro mundo es posible. Tienes un hijo. Lucha”, ocupa mis primeros pensamientos del día. Es la reflexión que me acompaña en el desayuno y me insufla la energía suficiente para salir adelante y, en medio de la precariedad laboral que nos afecta a tantos periodistas, poder ofrecer a mi hijo una calidad de vida digna. Me siento muy afortunada por verlo crecer sano y sin que nada le falte, pero jamás olvido a los miles de niños que no tienen cubiertas sus necesidades básicas mientras unos cuantos poderosos disfrutan de su insultante opulencia.

    Hoy he pensado mucho en la campaña “Somos”. Conozco, admiro y apoyo el trabajo de las ONGs y estoy convencida de que, sin él, el mundo aún sería más cruel e injusto. No obstante, creo que esta campaña, pese a su acertado simbolismo, ha errado el tiro en lo referente a los aliados. Me refiero al Banco SantanderEndesa e Inditex. ¿Cómo se puede pensar que quienes son parte del problema se van a involucrar sinceramente en su solución? Un banco que ha desahuciado y ha dejado sin techo a cientos de familias (niños incluidos); una multinacional eléctrica que ha vulnerado los derechos más fundamentales de varias comunidades indígenas en Centroamérica y una empresa textil que explota a sus trabajadores en varios países del mundo en desarrollo no deberían tener el privilegio -por mucho dinero que pongan encima de la mesa- de lucir sus marcas en una campaña que pretende implicar a la ciudadanía en la lucha por un mundo mejor y más justo. En primer lugar, porque su presencia resta credibilidad a la acción. Y, además, está claro que el único interés que lleva a dichas empresas a apoyar esta iniciativa es el de lavar su maltrecha imagen.

    La crisis económica azota duramente y las ONGs están perdiendo cuantiosos apoyos económicos. Me consta que es muy duro dejar programas de desarrollo a medias por falta de dinero, o sentir que los avances conseguidos se convierten en retrocesos porque no hay fondos para seguir apoyando. Sin embargo, ello no es óbice para aceptar la ayuda de quienes conculcan los derechos humanos sistemáticamente y practican la usura como valor imperante. El verdugo no ayuda a sus víctimas. En todo caso, las utiliza, que es lo que está ocurriendo.