¿Son Cataluña y el País Vasco progresistas?

Publicado el 10 octubre 2016 por Polikracia @polikracia

Este país se ha visto abocado tradicionalmente, ya desde el siglo XIX, a adjetivar la diferenciación ideológica en torno al concepto de las dos Españas, dos maneras distintas y antagónicas de concebir la administración y desarrollo de un Estado, la muestra de la división de la sociedad en dos grandes bandos: la derecha y la izquierda, la España anti liberal y la revolucionaria. Esta idea sigue presente, víctimas de un pasado oscuro y terrible como fue la Guerra Civil y la dictadura de Franco, las heridas tardan en curar y las cicatrices perduran para siempre.

Vimos al diputado de ERC, Gabriel Rufián, subirse al estrado del Congreso durante el debate de investidura (fallido) y enseñar un mapa con los resultados electorales del 26-J con la idea de plasmar una irrefutable realidad: las dos Españas siguen presentes, pero esta vez, poniendo el foco en el debate territorial. Los buenos, los progresistas que votan a Podemos o a ERC, los malos el resto, reaccionarios. Un enfoque un tanto minimalista, basar un concepto tan amplio en el recuento de votos de unas elecciones determinadas, y a partir de aquí, tratar de justificar los anhelos secesionistas desde un prisma totalmente resultadista y bajo la visión, un tanto fantasiosa, de dos países diferenciados por el mero hecho de “votar diferente”.

Pero esta afirmación me hizo pensar sobre si realmente Cataluña y el País Vasco son tan progresistas como se intenta hacer ver. Para tratar de dar respuesta a esta disyuntiva, los resultados que emanan los diferentes estudios opinión del CIS, a partir de la auto-ubicación ideológica en una escala de 0-10 (izquierda-derecha), nos sirven para facilitar una primera aproximación:

(Fuente: elaboración propia a partir de los estudios del CIS)

Por la presente, parece constatarse que las regiones comentadas muestran una tendencia más “pro izquierda” que el resto de comunidades españolas, y claramente distanciadas de la derecha, más presente en el centro de la península. Cataluña, el País Vasco y Navarra muestran el grado más alto de “izquierdismo” con 3,95 / 3,85 / 4,11 respectivamente (0 es extrema izquierda y 10 es extrema derecha), por lo que la idea de que estas zonas se declaren pueblos progresistas y aduladores del cambio no resulta contradictoria con los hechos, a priori.

¿Pero realmente existe tal diferenciación?

Lo que sí resulta contradictorio es que las poblaciones de las 3 comunidades mencionadas anteriormente se posicionen a la izquierda de la escala ideológica pero a su vez otorguen el voto a partidos claramente de tendencia conservadora, propiciando la hegemonía en dichas regiones, de gobiernos liderados por la derecha.

El siguiente gráfico nos muestra como tanto el País Vasco como Cataluña se posicionan entre las regiones españolas con más años de gobiernos autonómicos conservadores, con 33 y 29 años respectivamente, a la par de otras zonas abiertamente posicionadas en puntos que abrazan el espacio del centro-derecha como Castilla y León (29 años) y por encima de regiones históricamente conservadoras como Murcia (21 años) o Galicia (27 años).

(Fuente: elaboración propia)

¿Cómo se explica esta paradoja?

La razón de esta situación que se vive en nuestro país es la dificultad de diferenciar y aislar los “cleavages”. El eje nacionalista, debido a su rol de tema central de la agenda política y mediática, influye también en la percepción del eje ideológico.

Las posiciones de la derecha no hacen referencia, a ojos de la sociedad de las zonas analizadas, con una adecuación o no a sus preferencias económicas o sociales, si no que impera la identidad nacional y su rechazo a ser etiquetados como “españolistas”. Reduciéndolo todo a: si eres de derechas eres españolista (e incluso te pueden llegar a tildar de facha). Por lo tanto, la opción de izquierda suele actuar como mero disfraz para tapar la realidad ideológica y huir de los estereotipos, ante el miedo a ser catalogado por un concepto tan vil. Una clara muestra del reduccionismo más básico.

(Fuente: elaboración propia, datos de los estudios del CIS. A partir las respuestas “me siento más de la CC.AA que español” y “me siento únicamente de la CC.AA”)

Cómo se observa en el mapa, aquellas regiones que muestran un sentimiento de pertenencia y ansias de auto-gobierno más elevadas (marcadas en un rojo más intenso) y donde impera un nacionalismo más arraigado, como son Euskadi, Cataluña y Navarra, son las mismas zonas que, a pesar de tener un historial muy extenso de gobiernos y de votos a partidos de la derecha más clásica (PNV, CIU o UPN), se postulan como las comunidades autónomas más de izquierdas.

Y no solo eso, como muy bien apunta Lluís Orriols, Cataluña no solo avala y encubra a partidos a los que la etiqueta de “progres” les relincha un poco, además dicha comunidad está por debajo de la media nacional en defensa del Estado de Bienestar (más reacios a aumentar los impuestos para destinarlo a potenciar servicios públicos). Haciendo bien valedor el termino acuñado por el politólogo de “izquierdismo no practicante”, un disfraz ideológico.

¿Es progresista ser nacionalista?

Tradicionalmente estos actos de exaltación patriótica se han relacionado con actitudes más cercanas a la derecha, al conservadurismo, que tienen en la patria y la tradición uno de sus pilares fundamentales. El movimiento obrero, más centrado en la lucha de clases, primaba la solidaridad de clase antes del vinculo nacional. En Cataluña, por ejemplo, según un estudio del CIS (año 2012) un 34% de los encuestados aseguraba tener más en común con alguien de Cataluña, a pesar de ser de diferente nivel social, y un 32% defendía la postura inversa, tenían más en común con alguien del mismo nivel social y de otra comunidad. La clase pasa a un segundo plano en pos de los estamentos nacionales.

En resumen, y para concluir, una cosa es proclamarse como los valedores del progresismo y otra muy distinta es procesar con la causa defendida y, además, no se trata de algo pasado o prehistórico, las elecciones de Euskadi del 25 de Septiembre dejaron bien claro el papel hegemónico del PNV en el País Vasco y por ende del conservadurismo en esa comunidad.

En estas zonas donde las demandas de más competencias y poder respecto al Gobierno central están al orden del día, las elecciones generales son vistas desde un prisma muy “resultadista”, votar a los partidos regionales puede llegar a pasar a un segundo término en vistas del voto útil (voto racional) para echar al PP, el enemigo de sus aspiraciones. Una clara muestra del voto dual existente en dichas comunidades.

Por ejemplo, en Cataluña el año 2012 después de la celebración de los comicios autonómicos, un 12,6% de los votantes de CIU, un 11,9% de los de ERC y un 23,2% de ICV afirmaron que habían votado al PSC/PSOE en las generales del año anterior (estudio ICPS, 2012), un dato que refuta la idea de que el voto dual, anti PP, tiene una importancia destacada. No votan al PSC porque sean de izquierdas (caso de los convergentes), votan a dicha formación ya que se ve como la herramienta más efectiva para evitar un Gobierno del Partido Popular, tan contrario a sus intereses, la razón por encima del corazón.

Por lo tanto, aventurarse a proclamar la ubicación ideológica de una comunidad por los resultados electorales sin tener en cuenta el contexto, es un ejercicio poco conveniente y sus resultados, sin duda, no están exentos de sesgos y malas interpretaciones.