Son cosas de niños (masculino, plural)

Publicado el 01 febrero 2018 por Sofiatura
Dar clase a niños pequeños es una aventura para la que nunca estás preparado si eres inexperto. Da igual lo mucho que te avisen de lo revoltosos y espabilados que son por naturaleza, de lo mucho que se asemejan sus mentes a una esponja o lo difíciles que pueden llegar a ser de controlar, pues siempre conseguirán sorprenderte. Llevo ya algunos meses trabajando con niños de entre 3 y 4 años, divididos a partes iguales entre niños y niñas, y una de las primeras cosas de las que me di cuenta es que están en una edad algo contradictoria, en mi opinión. Es decir, así como hay conceptos lógicos que les cuesta bastante entender, otros los pillan al vuelo, especialmente cuando se trata de distinguir lo que está bien de lo que está mal. Esta poca experiencia que he adquirido me ha permitido descubrir que, aunque sea de manera muy inconsciente, intuitiva e intermitente, los peques son capaces de identificar comportamientos inadecuados. Por ejemplo, hubo una ocasión que fue verdaderamente graciosa. Un niño y una niña que son muy amigos, entre risas pícaras, comenzaron un diálogo teatralizado. Poniendo voz exageradamente grave, se daban palmadas en la espalda reproduciendo un "Hey, colega, me alegro de verte. A ver cuándo tomamos un pinchito y una cerveza" a imitación, como es de suponer, de sus padres, que seguramente mantuvieron una conversación semejante alguna vez que se habían encontrado por la calle. El caso es que había algo en lo de la "cerveza" que los hacía desternillarse de risa, y más aún cuando les dije que aquella era una palabra para adultos
Este es uno de los muchos momentos estelares de los que son protagonistas. No obstante, así como muchas de sus apasionantes interacciones me hacen sonreír, otras me provocan reflexiones inesperadas. Una tarde, mientras jugaban en el aula, esta misma niña cogió un camión de juguete y se puso a hacer como que lo conducía. Acto seguido, su compañero la miró algo mosqueado y, sin poder resistirse, le espetó muy convencido que "las niñas no tienen camiones". La otra, que no se dejó achantar tan fácilmente, le respondió con un "¿Y eso por qué?". "Porque las niñas no son valientes", fue la rotunda contestación del pequeñajo. A continuación, se enzarzaron en una breve discusión típica de críos en las que los argumentos del porque sí y porque no dejan paso con rapidez a otro tema de interés, pues no olviden que su capacidad de atención -así como de rencor- es bastante reducida a estas edades.
Aunque no con frecuencia, algún que otro momento de este estilo se repitió, hecho que no dejó de sorprenderme. Más que nada, porque con los esfuerzos que se están llevando a cabo en la actualidad por desterrar los estereotipos de género, me asombra e inquieta  que en edades tan tempranas se escuche todavía un "las chicas no son fuertes" o "las chicas no hacen eso". Sin embargo, ante aquel diálogo de camiones y niñas valientes, me vino en seguida a la cabeza esa imagen de los dos imitando a sus padres, de esos pinchos y cervezas que tanta gracia les había hecho. Y pensé que, en efecto, los niños y niñas observan, descubren, analizan, pero sobre todo copian. Copian a sus padres, sus profes, sus amigos, y al mundo que los rodea, donde a veces se transmiten mensajes erróneos de manera imperceptible. Tenemos una responsabilidad mucho mayor de la que somos conscientes, en realidad.Sí, es posible que esto no sean más que chiquilladas, y lo son, de hecho. Pero, aún así, creo que es importante no bajar la guardia y recordar que esa gran capacidad de imitación puede ser un arma de doble filo. Por tanto, pienso que es mejor que entiendan -o que les enseñemos, más bien-, ahora que están a tiempo, que no hay cosas de niños (masculino, plural) para que en el futuro no se conviertan en adultos que le ponen género a la valentía... ni a los camiones. 

Publicado el 1/2/2018