Revista Opinión

¿Son "hombre" y "mujer" sexos diferentes o eso es un invento de la educación heteropatriarcal?

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia
   Puesto que la extensión de mi respuesta va a ser mayor de lo que es propio de un comentario, y apoyado además en el hecho de que la fecha hace que el asunto sea especialmente pertinente, traslado a este nuevo artículo, Aladino, el debate que tenemos iniciado en los comentarios al anterior artículo sobre las preocupantes o alarmantes opiniones que grandes filósofos e intelectuales han emitido sobre las mujeres. Hemos dejado sentado que, por supuesto, hombres y mujeres somos iguales tanto en términos jurídicos como de capacidades. Pero seguimos debatiendo sobre si las evidentes diferencias que sigue habiendo entre unos y otras se deben exclusivamente a la educación heteropatriarcal recibida, empeñada en combatir la paridad, o hay otras razones psicobiológicas que puedan dar razón de ellas.   A ver si acierto con la comparación que se me ha ocurrido para desarrollar la idea que tengo en mente. Me he acordado de una peli que hay que peinar unas cuantas canas para tener noticia de ella: “Solo ante el peligro”, que protagonizaron Gary Cooper y la maciza de Grace Kelly (confío en que la ministra Irene Montero no lea este piropo, que me la cargo). El sheriff Gary Cooper se empeña en enfrentarse a los tres malos de la peli, que vienen a por él, mientras que su chica, Grace, le implora que no sea insensato, que eluda el enfrentamiento, porque nadie le va a ayudar y lo van a matar irremediablemente. En todas las pelis pasa igual (bueno, menos en "Catwoman" y así): el chico tiende a ser un temerario, mientras que la mujer representa la sensatez, el principio de realidad.    Los y las feministas de última hornada se empeñan en decir que esas diferencias entre el hombre y la mujer son culturales, producto de la educación. Y que el objetivo sigue siendo alcanzar la paridad. Con lo cual, habría que concluir que es necesario conseguirla también en los trabajos más peligrosos (los que representa el sheriff Gary Cooper), en los cuales, analizando los datos, resulta que los hombres también son los que más los realizan. Efectivamente, según los datos de accidentes de trabajo en España en 2017, el 67% de todos los accidentes laborales los sufrieron los hombres, frente a un 33% de las mujeres. Teniendo en cuenta que las mujeres representan aproximadamente el 45% de los afiliados de la Seguridad Social, vemos que su tasa de siniestralidad laboral es sensiblemente inferior a la de los varones. Pero si profundizamos más, en los accidentes mortales vemos asimismo que, si tenemos en cuenta sólo los ocurridos efectivamente en el trabajo (descontando los accidentes in itinere, de desplazamiento al lugar de trabajo, que son en realidad accidentes de tráfico), el 95% de las muertes por accidente laboral corresponde a hombres. ¿Es por la educación recibida que los hombres asuman los trabajos más peligrosos? Entonces habrá que concluir que, en el futuro, en los encierros de Pamplona (una actividad, en mi opinión, estúpidamente arriesgada: debo de tener las suficientes hormonas femeninas que me ayudan a percibirlo así), acabaremos consiguiendo también la paridad. De momento, no los corre ninguna mujer, que yo sepa.   En fin, que queda la opción de aspirar a la paridad también en estos trabajos arriesgados, y no solo en los de cuidado de las personas (los que siguen prefiriendo las mujeres) o, si no, tener esta otra explicación alternativa: las hormonas masculinas predisponen hacia el riesgo más que las femeninas, y, por tanto, a tomar iniciativas vital y laboralmente más comprometidas (hasta llegar, a menudo, a la insensatez), y las mujeres tienen más controlado el principio de realidad y de sensatez (hasta el punto de quedarse cortas muchas veces y detenerse un paso antes de decidirse a subir a la cima... o de arruinarse). Lo cual NO habla de las capacidades de ninguno de los dos sexos, ya lo hemos dejado establecido. Pero seguramente sí tenga reflejo a la hora de decidir las vocaciones laborales el hecho de que la biología nos haya diferenciado. Quiero decir que si cada célula recuerda nuestra masculinidad o la feminidad constitutivas (cromosomas XY o XX), si durante toda la vida la secreción hormonal es diferente y la morfología genital también, quizás ello quiera decir que no solo la biología está implicada en la diferenciación sexual, sino también la psicología, porque no somos seres parcelados en ámbitos biológicos y psicológicos diferenciados, sino psicobilógicamente integrados.    Los descubrimientos científicos parecen avalar esta explicación: así, la progesterona, que es esencialmente una hormona femenina, produce, entre otros preparatorios del embarazo, efectos sedantes y antiansiedad (ansiolíticos). Mientras tanto, la hormona masculina por excelencia, la testosterona, se ha relacionado desde su descubrimiento con la agresividad, la competitividad, altos niveles de actividad y de ansiedad, mayor desarrollo muscular y físico y activación del apetito sexual. Asimismo, hay estudios que han concluido que personas con una cantidad excesiva de testosterona pueden ser menos empáticas, más egocéntricas y con menor capacidad de vincularse afectivamente… lo cual hace a estos hombres, en principio, y a diferencia de las mujeres, menos aptos para las ocupaciones laborales que lleven incluido el cuidado de las personas.   En las derivaciones psicopatológicas a las que pueden llevar, en el extremo, estas predisposiciones, también se constatan las diferencias pertinentes: la mujer sufre dos veces más que el hombre de depresión, mientras que en la esquizofrenia el porcentaje se invierte, excepto durante la menopausia de las mujeres, en que la disminución de los niveles de estrógenos se acepta que puede explicar la aparición de esquizofrenia tardía en mujeres, más frecuente entonces que en hombres.   En fin, concluyo: las capacidades equivalentes a la hora de decidirse por una u otra actividad laboral no es un factor suficiente para explicar que estas se distribuyan o no paritariamente, sino que hay predisposiciones psicobiológicas que empujan –aunque no determinen– en direcciones en este sentido diferentes. E insistir con la paridad también aquí, puede significar que se esté regando fuera del tiesto.

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