Los recaudadores de los partidos, la gente que consigue dinero para financiar unas organizaciones que, al practicar descaradamente el clientelismo, necesitan grandes sumas de dinero fresco, gozan de un impunidad práctica y una protección absoluta. Todo el partido se pone al servicio de los que traen dinero y los altos dirigentes no suelen ser escrupulosos a la hora de averiguar la procedencia de los fondos, que suelen ser de donaciones empresariales, siempre interesadas, de comisiones, de pagos clandestinos de concesiones, concursos públicos otorgados, recalificaciones y otros favores inconfesables del poder. Todos los políticos conocen esos mecanismos, pero ninguno los denuncian, lo que les convierte en cómplices y faculta a los ciudadanos a generalizar y a llamarlos "chorizos", sin dictinciones ni remilgos.
Ha tenido que ser Ana Rosa Quintana, presentadora de un exitoso magazine de televisión, la que mejor defina el famoso "caso Bárcenas" que está conmoviendo los cimientos del Partido Popular y de la misma España: "¡El pecado de Rajoy es haber tenido un tesorero durante 20 años que era un chorizo! ¡Debería haberlo sabido!". Otra presentadora, esta vez de la radio, Cristina López Schlichting, también lo aclara: "Bárcenas es un delincuente, un individuo que no merece ningún tipo de respeto". No saberlo, convierte a los altos dirigentes de los partidos en estúpidos ineptos que no merecen gobernar, pero saberlo y guardar silencio les convierte en complices, también delincuentes.
El problema es que Bárcenas, si no hubiera sido imputado por la Justicia, seguiría siendo tesorero del PP porque, al parecer, era un buen financiador del partido y sabía recaudar y repartir, lo que confirma que los partidos políticos españoles carecen de defensas y de filtros que eviten que delincuentes, canallas y corruptos de todo pelaje entren en sus filas y consigan hacer carrera, con riesgo evidente de llegar, con un poco de suerte, a ser presidentes de gobierno.
Es cierto que el PP está infectado, pero el PSOE es también un partido especialmente experto en esas artes de la recaudación y el manejo de dinero clandestino, que llega al partido y a los que recaudan procedente de los manejos del poder y de favores inconfesables, muchos de ellos tipificados como delito en cualquier democracia seria del mundo pero ni siquiera contemplados por una ley española que, en lo que se refiere al control de los partidos, es especialmente pobre y arbitraria. Izquierda Unida y los nacionalistas no les van a la zaga y han aprendido pronto a llenarse los bolsillos. El nacionalismo ha encontrado una veta original, que consiste en practicar el chantaje y en vender sus apoyos a los grandes partidos nacionales, siempre a cambio de dinero y poder.
Todo ese tinglado corrupto y nauseabundo, que los políticos niegan pero que constituye el alma de los partidos, convierte a España en un país inviable y camino de transformarse en un Estado Fallido, como algunas repúblicas africanas. España necesita una reforma urgente de su sistema político porque sus partidos se han convertido en un riesgo letal para la nación y deben ser disueltos y sustituidos por otras organizaciones más decentes y de ética más garantizada. El PSOE ha demostrado a lo largo de su historia que puede ser una máquina de robar y de aplastar al ciudadano, mientras que Izquierda Unida, obsesionada por el poder, cambia de ideas y de aliados y hasta es capaz de convivir con la corrupción con tal de poder repartirse el pastel de lo público. Los nacionalistas han demostrado con creces que son expertos comisionistas y que utilizan el victimismo y el chantaje para acumular poder y riqueza, lo que les convierte no sólo en enemigos de España sino en corruptores y destructores de la decencia y la dignidad de la política.