El lunes se cumplió el bicentenario de La Pepa, con más pena que gloria. Constitución más simbólica que real tanto en su contenido como en su aplicación. Pero si echamos la vista atrás unos doscientos años, más o menos, nos damos cuenta de una peculiaridad, ¿dónde están los partidos políticos? Es decir, podemos tener a Blano White, Argüelles, Jovellanos o El Empecinado, pero ¿a qué partido pertenecía cada uno? ¿Existía el partido liberal? ¿El conservador? ¿El reformista?
Cuando hablamos de democracia, cuando leemos una constitución siempre se habla de representación, pero nunca necesariamente tiene que formar parte de un partido político y menos como existen en España. Es decir, por desgracia, en la constitución de 1978 se establece un gran poder a los partidos políticos de por sí, como si fueran estructuras permanentes y necesarias. Muchos lo ponen como los canales necesarios para la aplicación de un (nuestro) sistema democrático, nada más alejado de la realidad. El único canal o la única condición para una democracia es la posibilidad de un voto real, libre, limpio, privado, etc. Es decir, poder votar con la periodicidad y bajo las condiciones que indiquen las leyes. Lo cual esto no se cumple precisamente por el funcionamiento interno de los partidos, que distan de ser precisamente democráticos.
Se puede entender debido a las peculiaridades históricas que rodearon la redacción de la constitución del 78 que se sobreprotegiera a los partidos (y sindicatos), pero al ser esto así, la Carta Magna debería de haberse reformado y haber sido tomada como algo temporal para llegar a una situación de normalidad.
Actualmente los partidos políticos, lejos de facilitar el acceso a la representación por parte de los votantes son una gran barrera tanto interna, ya que son instituciones jerárquicas donde el poder se ejerce de arriba a abajo, como una barrera externa sobre todo, la petición de avales instaurada durante la última campaña electoral. Todo esto da lugar a salvo excepciones en partidos minoritarios como UPyD, Foro Asturias (FAC) o Ciudadanos (C's) o el único caso de paso del partido de UCD hacia el PP, que el sistema sea estático, y la creación o aparición de nuevos partidos sea casi imposible. Es más, ni siquiera aparecen candidatos independientes como puede ocurrir en los sistemas anglosajones, ya que es necesario un partido, aunque sea local y un número mínimo de personas para rellenar listas y constituir el propio partido.
Todo esto sin contar que el propio Estado los financia una vez que empiezan a tener representantes en distintas instituciones públicas desligándose de sus votantes. Por tanto, los partidos no son necesarios per se. Si bien es cierto que son un buen medio para reunir a personas afines, en el sistema actual español han de acercarse a sus votantes y no ser una barrera para la propia democracia.