Muchos turistas lo visitan "a la japonesa", en sesiones flash de una hora con los 10 segundos de rigor para la foto del "yo estuve ahí". Mi plan era bastante más sereno. Cuando le comenté a Lala, mi amigo el conductor de un ciclo-rickshaw, que pensaba estar en el Taj todo el día, entiéndase desde el amanecer hasta que me echaran (un poquito después del atardecer), se rió y me dijo que era imposible. "Nadie pasa ahí dentro tanto tiempo, además, no permiten entrar con nada de comer y revisan las mochilas, así que lo máximo que estarás serán tres o cuatro horas porque te dará hambre", dijo. Y agregó, "¡además, no hay tanto para ver en tantas horas!". Efectivamente, no es "tanto" lo que hay.
Más de 20.000 personas trabajaron durante 22 años para levantar esa tumba. Eso es parte de lo increíble, que no sea un palacio, ¡sino una tumba! Construida por el emperador mogol Shah Jahan para su esposa favorita, Mumtaz Mahal (que murió la pobre dando a luz a su hijo número 14, ¡con razón se murió!), la historia encierra tanto amor que es imposible quedar indiferente. El sentido de su construcción y su belleza, se combinan para hacer que su imagen en la pupila sea como de cuento. El color del mármol va cambiando conforme cambia la luz del día. Lo ví primero nublado y bajo la llovizna, casi fantasmal al final del estanque. Luego con una lluvia torrencial de esas del trópico, y finalmente se hizo el milagro y salió el sol. Todo en un día. Uno en el que lloré, reí, medité... y como dijo Lala, no comí, pero no sentía hambre. Las primeras horas solo estuve mirándolo de lejos, incapaz de entrar aún, extasiada ante su magnificencia. Las últimas las terminé de la misma manera, viendo caer la noche sobre las composiciones de piedras semi preciosas que lo adornan y los tonos blancos, rosados y grises del mármol tiñendo la mágica estampa. Es precioso. Mi corazón latía con tanta fuerza al atardecer, que creía que se me salía del pecho. La emoción era incontenible.
El Taj Mahal es la creación humana más bella que han visto mis ojos.
Y no puedo creer que a mis 29 años ya he cumplido ese sueño. Eso significa, además de que soy muy afortunada, que tengo que seguir soñando y haciendo realidad mis anhelos. Y a pesar de que del Taj Mahal ya han sido publicadas miles de fotos, postales e ilustraciones en general, aquí está la mía. Una de las decenas que le tomé hoy hace un mes, en ese maravilloso 6 de octubre que pasará a mi historia como uno de los días del Top Ten de mi existencia.