Su sueño recurrente de surcar el cielo como un ser mítico aliviaba su miedo a volar. Planear como un pájaro le daba seguridad, porque le permitía escapar, ser libre y sentir la belleza ingrávida del sol en su cara. Siempre soñaba hasta que el avión aterrizaba en su destino.
Una mano agitó su hombro y despertó dolorido entre los restos del fuselaje, rodeado por los cuerpos inertes de los que no soñaron que podían volar.