Sonetos Mortales

Publicado el 28 noviembre 2018 por Carlosgu82

Hay gente que se hace amar por estar siempre con los instrumentos de su oficio entre sus manos. Hay gente que te hace sentir que no solamente hace lo que ama, sino que ama lo que hace.

Adalberto Hechavarría Alonso, uno de esos poetas que perduran, con una excelente forma de dibujarnos los paisajes y situaciones con un lenguaje grato al oído, estudioso tenaz de los mejores clásicos, sus sonetos con una frescura y un modernismo que lo separa de otros cultivadores cubanos de este género, nos lleva como en una barca por un río a veces impetuoso, a veces apacible, pero con un agua tan trasparente y refrescante que no nos deja salir de su mundo.

Este poeta de Las Tunas, Cuba, al que el tiempo va perfilando una poética bien precisa, amorosa y única, también ha incursionado por la poesía libre y la décima cubana, así como el ensayo, es de admirar la dedicación que le presta a su obra y a los que lo rodean, su obra reconocida y premiada, no todo lo que se merece, nos deja siempre entre ver la palabra como un fuego vital que te ilumina.

Desde ya los dejo con algunos de sus sonetos.

A LA PALABRA

Te bendigo, palabra vencedora,

por el fuego vital que te ilumina

cuando cantas la luz de la belleza

y perfilas un rostro verdadero

al escrito que nace con la magia

indecible de ser la carne propia

del poeta que escribe su estructura

con la sangre caliente de su pulso.

Te bendigo, dadora de esperanzas,

amiga terrenal de las estrellas,

que en sílabas de lumbre resucitas

el tiempo: lo detienes, lo rescatas,

lo vuelves porvenir y lo eternizas

como en un entramado prisionero.

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SONETO

Anegado de paz pruebo la suerte

en el más absoluto desconcierto

y entre tanto lirismo descubierto

no me acuerdo siquiera de la muerte.

Este oficio de escriba me convierte

en artesano a corazón abierto.

La blanquísima arena del desierto

en mis ojos la soledad me vierte.

Y en medio de la luz esta mañana

persigo la esperanza con arcana

ilusión de llegar a la belleza.

Le copio los contornos al espacio

y el horizonte –llama de topacio–

por mi pecho en nostalgias se desgrana.

Y termino con el soneto…

TODOS LOS TRENES PASAN POR OMAJA

Todos los trenes pasan por Omaja

y yo desde el portal contemplo el humo

que ennegrece el azul como un brochazo

y se expande nervioso por el cielo.

Bajo la vieja luz de este domingo

me voy con el pitazo a los confines

y regreso a mi cuerpo por instantes

como un intermitente desamparo.

Alguien tal vez desde una ventanilla

prefiera mi sosiego y se quedara

en esta mecedora pensativo.

Mientras cruzo el umbral de la distancia

en un próximo tren que vendrá como

un ligero reptil sobre los rieles.

Me despido con esté pequeño homenaje a quién merece más, y los dejó en espera de nuevas obras de su colección y de quién se puede decir con honestidad estos son fragmentos para leer más de una vez…